La Atención Primaria, clave para la detección de nuevos focos de COVID-19, no tiene los refuerzos necesarios para ser eficiente
La Atención Primaria está afrontando su papel clave en el control de rebrotes de la pandemia de COVID-19 sin apenas recibir refuerzos que mitiguen el deterioro que años de falta de inversión le habían provocado. Su misión: detectar cuanto antes los casos sospechosos, tramitar las pruebas para confirmar los nuevos contagios de manera que puedan acotarse las cadenas de transmisión. Su debilidad: arrastran una escasez de recursos humanos que solo se ha parcheado, según relatan los sanitarios desde Madrid, Barcelona, Valencia, Castilla y León o Murcia.
Los centros de salud se han convertido ahora en centros de control epidemiológico además de tener que recuperar toda la atención sanitaria que suelen gestionar sus profesionales. Un repaso autonómico ofrece un panorama con deficiencias. Por ejemplo, a pesar de que la pandemia golpeó con menos fuerza, en la Región de Murcia, la nueva normalidad empieza a ser “verdaderamente estresante” para estos profesionales: “Tenemos la sensación de estar desandando el camino”, apunta Jesús Abenza, vicepresidente de la Sociedad Murciana de Medicina Familiar y Comunitaria (Smumfyc).
De hecho, 30 centros de salud murcianos no han recibido el personal extra anunciado al no haber suficientes candidatos, según ha reconocido el Gobierno regional. Allí, la desescalada plena ha supuesto “el retorno de la inmediatez, casi sin filtros”, señala el médico. La llegada masiva de pacientes, unido a la “falta de sustitutos, la indicación de doblar consultas para garantizar el derecho a vacaciones y la baja percepción de riesgo por parte de la población han traído de vuelta la masificación de las consultas, el aumento de la demora para pedir cita con el médico de familia y la aparición de brotes”, remata.
Madrid y sus “contratos basura”
Si en Murcia, con menor incidencia, se están topando con dificultades, en la que ha presentado peor situación, la Comunidad de Madrid, los sanitarios de Primaria esperan, entre angustiados y enfadados, los refuerzos prometidos. Se quejan ya públicamente de que a los centros solo llegan lo que denominan “R-0”, es decir, graduados en medicina con el examen MIR aprobado, pero todavía sin destino para estudiar la especialidad. “Pueden ayudar, pero no pueden ejercer completamente”, explica Mar Noguerol, portavoz de la plataforma AP se mueve. “No pueden recetar ni hacer una baja. Sí pueden apoyar en la consulta telefónica, pero eso no es un refuerzo”, repite Noguerol, a cuyo centro “ni siquiera han llegado médicos”.
“Son personas muy motivadas, pero no son médicos de familia”, describe un director de centro del sur de la comunidad autónoma. “Actualmente estamos trabajando con entre 30 y 50 pacientes por día y el único refuerzo real que hemos tenido aquí es una enfermera que compartimos con otro centro”, describe. Concha Herranz, directora en un centro de la capital, fue una de las que alzó la voz para contar lo que estaba pasando. Ahora añade que se avecina un nuevo problema: “Llegan nuestras semanas de descanso y si normalmente ya hay dificultades para cubrir plazas en verano, hay que imaginar lo que puede pasar cuando nuestras labores son más del doble que antes”.
Ya a principios de junio, el sindicato CSIT auguraba que sería “muy difícil” cubrir las 335 nuevas plazas de médicos que calculaba el Gobierno regional a los que añadía 249 puestos en enfermería y 109 de administración. El problema, aducían, radica en las pobres condiciones que ofrece Madrid: precariedad y gran volumen de trabajo. La Asociación de Médicos y Titulados Superiores (Amyts) terminó por denominar “contratos basura” las ofertas que recibían los MIR para firmar hasta el 31 de diciembre, pero sin destino fijo. El consejero de Sanidad Enrique Ruiz Escudero contestó que el que se iba era por decisión personal. “Se ha ofrecido seguir a todo el mundo”, zanjó.
En el otro epicentro de la pandemia, en Catalunya, la realidad es muy variada, pero al menos en la zona metropolitana de Barcelona los refuerzos han sido más bien escasos. Como mucho alguna enfermera, y no en todos los centros. Eso significa que a la carga de la atención precoz se le ha sumado la vuelta a los servicios médicos habituales, que durante el confinamiento muchos pacientes habían pausado. “Estamos haciendo ambas cosas con el personal que éramos, y en realidad, con menos, porque hay muchos de baja”, asegura Meritxell Sánchez Amat, presidenta del Fòrum Català d’Atenció Primaria.
En la Comunitat Valenciana no ha habido refuerzos y se han podido realizar los seguimientos de casos sospechosos de COVID-19 gracias al descenso de atenciones ordinarias. Lo que sí está previsto por Sanidad son contrataciones para cubrir las bajas por vacaciones. Aun así, la Primaria en la Comunitat está enfrentada con la Consejería por la decisión de abrir el servicio las tardes de agosto sin tener, dicen, recursos humanos para ofrecer una atención de calidad. Las asociaciones médicas y los sindicatos firmaron un comunicado de queja con el título “hasta aquí hemos llegado”. Llamaban “despropósito” al plan de la Generalitat.
“La carga de trabajo ha aumentado. Se han acumulado pacientes de otras patologías con los del COVID-19, a los que hay que seguir haciendo seguimiento”, explica José Julio Benito, médico y asesor sanitario del sindicato CSIF en Castilla y León. En esta comunidad, la Junta de aprobó este jueves una inversión de 200.000 euros para Atención Primaria, pero no para aumentar el personal, una de las quejas de los sanitarios.
Aquí se ha primado la atención telefónica en la nueva normalidad. Eso significa que el médico hace primero una consulta telemática y, si tiene dudas, vuelve a citar al paciente de forma presencial. “En ese sentido el trabajo también se ha duplicado”, sentencia el médico abulense. Hay temor de que este modelo acabe por imponerse aprovechando la pandemia. Más teniendo en cuenta la dispersión territorial de Castilla y León.
Los consultorios rurales, una suerte de minicentros de salud, están cerrados para evitar contagios, así que los médicos exclusivamente atienden por teléfono y solo abren cuando hay varios pacientes, a los que tienen que citar de forma escalonada. Por el envejecimiento de la población, muchos pacientes no pueden trasladarse hasta los centros, así que los médicos se trasladan a sus domicilios. “Eso hace que las jornadas sean todavía más largas, porque después de las consultas por teléfono tienen que coger el coche e ir a atender pacientes”, sentencia Benito
En Andalucía, las enfermeras de Sevilla aseguraron el mes pasado que los planes de refuerzo de la Junta no dan para cubrirles durante sus descansos o bajas. Para cuadrar los horarios reducen las vacaciones, explican. Los sindicatos SATSE y CCOO consideran que los 20.000 contratos calculados para toda la comunidad autónoma por el Ejecutivo “no garantizan la recuperación y normalización de la actividad de los centros que se han ido demorando durante la crisis de la COVID-19”.
La coordinación con Salud Pública
El 19 de abril, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, encomendó a la Atención Primaria gran parte de la responsabilidad sanitaria en la nueva normalidad. Fue un encargo crucial, ya que son la primera línea de defensa para que los brotes de COVID-19 no se descontrolen. Brotes que se están sucediendo, como demuestran las intervenciones del director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón donde da cuenta de ellos.
La Atención Primaria está encargándose, en la práctica, de la detención de casos, rastreo de contactos y, en muchas ocasiones, también del seguimiento, cuentan desde Catalunya. La Generalitat se dotó de un servicio telefónico para contactar e informar a los contactos de positivos de COVID-19, que fue polémico porque se externalizó la labor a través de una concesión a Ferrovial. Además, se queja Meritxell Sánchez Amat, en realidad este servicio “se limita a hacer las veces de call-center”, desde donde se llama a los contactos previamente rastreados por la Atención Primaria.
En Madrid la preocupación está en la débil coordinación entre los médicos y los técnicos que hacen el rastreo una vez que los sanitarios han comprobado un positivo. “Hubo una declaración de intenciones para coordinar Primaria y Salud Pública, pero ni ellos pueden ver lo que hacemos ni nosotros ver cuál es el resultado de su rastreo; falta comunicación”, explican los implicados. “Suponemos que Salud Pública hace su trabajo, pero no lo podemos asegurar”, resume otro director de centro de Primaria.
El doctor Abenza, desde la Región de Murcia, relata una circunstancia similar que resume el escenario más general: “La coordinación con Salud Pública debe ser plena, rápida y eficaz porque si se nos pide que atendamos a nuestros pacientes y a los de los compañeros que no están, así como a los turistas que llegan, y que sigamos haciendo detección y seguimiento diario de los posibles casos, los casos confirmados y sus contactos, me temo que fracasaremos. No podemos hacer más con lo mismo, y menos aún si somos menos”.
Reportaje elaborado con información de Carlos Navarro, Erena Calvo, Arturo Puente y Ángel Villaescusa
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