A Cristina Mohedano le encontraron un cáncer de mama en 2002. Casi de forma simultánea, una compañera de trabajo recibió la misma noticia. Eran jóvenes, ella rondaba la treintena, aunque prefiere no concretar la edad, y compartían conversaciones de pasillo sobre su evolución. Tras un proceso traumático y doloroso, con mastectomía, reconstrucción y fuertes ciclos de quimioterapia, se recuperaron. Cristina estuvo “limpia” más de una década, hasta que en 2015, tras una revisión de rutina, apareció una inesperada metástasis en grado cuatro en hígado y pulmón. “El peor diagnóstico”, recuerda.
En aquel momento se estaba lanzando en España un ensayo clínico para probar la eficacia de un inhibidor, LEE011, en mujeres con metástasis como la de Cristina, y aceptó participar. “Fue un milagro, si me llegan a diagnosticar seis meses antes, no estaría viva”, explica ahora, mientras recuerda a su colega. “Ella recayó mucho antes que yo, no había esa medicina y hoy ya no está aquí”, lamenta.
Los casos de Cristina y su compañera son la realidad detrás de las curvas que dibujan la evolución del cáncer en España. Desde el año 2012, cuando el Observatorio contra el cáncer comenzó a publicar estimaciones de nuevos casos y de personas que viven con la enfermedad durante cinco años, los diagnósticos no han parado de crecer, mientras las muertes dibujan una línea casi recta, levemente ascendente. Es un gráfico general, que surge de la suma de decenas de líneas, una por cada tipo de cáncer, que no muestran siempre la misma progresión.
Como puede verse en el gráfico, en los últimos 13 años, las muertes anuales pasaron de 111.000 a algo más de 114.000. Una proporción mucho menor que en la que crecieron los nuevos casos –47.000 más al año– y la prevalencia –182.000 personas más–. Las posibilidades de tener un tumor, o de que lo detecten, aumentan, pero las de morir por esta causa han disminuido.
“El éxito de que, en este momento, la supervivencia sea mayor va de la mano de dos puntos esenciales: un diagnóstico más precoz y tratamientos más eficaces”, explica el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), César A. Rodríguez. De fondo, hay un hecho trascendental: saber que el cáncer no es una única enfermedad, sino cientos. “Hace 30 o 40 años era una patología que consistía en la proliferación desordenada de células, sobre las que conocíamos muy poco y tratábamos de manera muy parecida a distintos tipos de tumores, porque no sabíamos que les diferenciaba”, desarrolla el doctor.
La directora científica de la Asociación Española Contra el Cáncer, Marta Puyol, señala que el abordaje de la enfermedad ha sufrido un cambio significativo en los últimos 50 años. “En 1970, una de cada cuatro personas sobrevivía. Ahora, las tasas de supervivencia están en torno al 57%, aunque depende del tipo”, explica. Como muestra el siguiente gráfico, las muertes por tumores por cada millón de habitantes subieron año a año hasta el inicio de este milenio. A partir del año 2000, pese al aumento constante de nuevos diagnósticos, se mantuvieron estables.
“Ha habido mejoras en el diagnóstico temprano de la enfermedad, además de la concienciación de la sociedad y la identificación de algunos factores que son, claramente, precursores, y que aumentan el riesgo de tener un cáncer a medio o largo plazo”. continúa Puyol. Los expertos apuntan a ese encuentro precoz de la enfermedad y a la investigación como las variables claves para reducir su mortalidad. El caso más paradigmático es el de mama. “Se visibiliza a nivel mundial, hay una incidencia altísima, por lo que es fácil hacer grandes estudios, y es relativamente sencillo detectarlo a través de una mamografía y una ecografía”, explica.
Cuando a Cristina Ruiz le detectaron cáncer de mama tenía 37 años. Era mayo de 2004 y hacía seis meses que habían diagnosticado a su hermana. Se quedó paralizada. “Recuerdo salir a la calle y no entender cómo la vida podía seguir como si nada”, cuenta. En un mes la operaron, una doble mastectomía, y recibió quimioterapia de julio a Navidad. Después, las prótesis y la radioterapia. “Al cabo de un año, en una revisión, me comentaron que había una nueva medicación para cánceres con un receptor HER2 positivo, así que solicitamos el uso compasivo y un año y medio después terminé. Ya no he vuelto a tener ningún problema. Estoy aquí gracias a la investigación”, se alegra.
Un 30% menos de muertes entre 1999 y 2016
Según un análisis del profesor de la Universidad de Columbia, Frank R. Lichtenberg, entre 1999 y 2016, “la utilización de nuevos medicamentos oncológicos logró reducir casi un 30% las muertes por cáncer en España, más de 42.000 personas”. En un encuentro organizado por Farmaindustria, la asociación que engloba al sector, este experto indicó que “la esperanza de vida de los pacientes en España aumentó en casi tres años en la última década gracias al uso de medicamentos innovadores”.
Como muestra la siguiente gráfica, el número de defunciones por tumores por cada 1.000 nuevos casos estimados no ha parado de bajar desde el inicio de la serie, aunque hay que tener en cuenta que las personas que fallecen no son, generalmente, las diagnosticadas ese año. En 2012, fallecían 447 personas por cada millar de diagnósticos, el 44,7%. El dato ha caído en once años al 38,6%, seis puntos menos.
En mama, se descubrió que algunos genes eran hereditarios, como BRCA1 y BRCA2, y después se identificó un tipo específico, como el de Cristina Ruiz, que permitió emplear medicina de precisión. “Que haya empezado con este tipo de cáncer no significa que luego no haya bajado al resto de tumores, donde también ha habido muchísimos avances, por ejemplo en inmunoterapia”, indica Puyol. Parte de la preocupación científica se centra ahora en descifrar por qué algunos tipos de cáncer, como el de colon, están empezando a aparecer a edades más tempranas. “Es algo que nos preocupa”, reconoce.
Como muestra el siguiente gráfico, la prevalencia se han multiplicado en poco más de una década. Los casos de supervivencia de próstata y pulmón han aumentado por encima del 40%, los colorrectales y de riñón, un 28%, y los linfomas no-hodgkin, un 24%. Pero el dato más llamativo es la mortalidad por cada 1.000 nuevos casos. Solo aumentan en útero y en los de piel, sin melanoma.
Los hitos que han permitido ir saltando entre avances se remontan décadas atrás. A principios de los años 80, varios grupos, uno de ellos dirigido por el español Mariano Barbacid, dieron con el primer oncogén, el c-Src. La ciencia ha tirado del hilo y desde entonces se ha encontrado sobreactivado en tumores de colon, hígado, pulmón, mama, próstata y páncreas, mientras se trabaja en terapias sobre él. A principios de los 2000, la secuenciación del genoma permitió leer el código genético de los tumores, aunque todavía faltan algunas piezas de ese abecedario.
La pruebas genéticas que les hicieron a las hermanas Ruiz dieron negativo. “No nos trataron como si fuera un cáncer genético, pero los médicos están convencidos de que lo es, aunque nunca lo han encontrado”, señala. El motivo de esta duda puede responder al azar pero que, al menos, una hija de su madre y de cada una de sus tres hermanas haya tenido el mismo tipo de tumor abre la puerta a pensar que puede haber otros genes más allá del BRAC. En cualquier caso, ella se resigna: “Nunca sabremos qué paso, simplemente, me tocó”.
La tasa de supervivencia del cáncer de mama no metastásico supera ya el 80%. Pero, ¿es posible replicar el éxito terapéutico en otros tumores con peor pronóstico? “En pulmón, el ejemplo histórico de ese mal pronóstico, estamos asistiendo a tratamientos muy dirigidos a dianas moleculares que permiten que tengamos ya, dentro de al enfermedad avanzada, a largos supervivientes, que son exquisitos respondedores. Cuando somos capaces de detectar mutaciones muy concretas, empezamos a ver que responden muy bien”, explica el presidente de la SEOM.
Mohedano es una de esas largo supervivientes. No le gusta hablar de cronicidad, porque sabe que lo suyo es darle tiempo a la ciencia. “Llevo 8 años con esta medicación. Me llegaron a echar del ensayo porque me afectaba al sistema inmune, pero como ya estaba comercializada seguí tomándola, aunque me la han espaciado, pero sé que en algún momento dado va a dejar de hacerme efecto. Entonces necesitaré algo sobre lo que se esté investigando ahora”. Cuando le detectaron la enfermedad por segunda vez, en 2015, su esperanza de vida estaba por debajo de los dos años.
“La mayoría de terapias dirigidas han tenido un efecto importante durante un tiempo, pero no curan, porque los tumores acaban desarrollando mecanismos de escape genéticos o epigenéticos”, apunta el investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) Paco Real. No minimiza estos logros. “Hace una década uno de los avances más importantes en melanoma, uno de los más resistentes y agresivos, fue un tratamiento dirigido contra el oncogén BRAF. Los inhibidores de esta proteína mutada han tenido un efecto terapéutico muy importante en este y otros tumores”, explica.
Uno de los horizontes donde está fijada la vista ahora es en el de la inmunoterapia. Los efectos varían según los tumores: en algunos tipos es efectivo y en otro no. E incluso entre los pacientes con un mismo cáncer, hay una gran variabilidad en los efectos. “Está teniendo un impacto importante en vejiga y pulmón, que son dos modelos clásicamente agresivos. Esto no quiere decir que responda en todos, igual lo hace en un 35 o 40% y, en una parte de ellos, con respuestas sostenidas. Sin embargo, hay otros que, por razones que todavía desconocemos, no responden”, continúa Real.
¿Por qué aumenta la incidencia?
Las estimaciones de nuevos casos de cáncer no han parado de crecer y no parece que la tendencia vaya a revertirse, al menos en el corto plazo. Hay varios factores que impulsan este incremento, y no todos ellos son negativos. Los tumores están ligados al envejecimiento y, en la mayoría de los casos, aparecen a edades avanzadas. Además, hay una cuestión de “competición de riesgos”. “Están mejorando los tratamientos de múltiples enfermedades, así que si no falleces de un accidente cardiovascular, tienes más probabilidades de hacerlo de cáncer”, pone como ejemplo el investigador del CNIO.
No es el único factor. “Han mejorado los diagnósticos, lo que hace que haya muchísimos más casos conocidos. Antes muchas personas se morían sin que se hubiera detectado que tenían un tumor”, apunta Puyol. Pero ninguno de los tres expertos niega un hecho evidente: las causas más importantes del desarrollo del cáncer están relacionadas con los estilos de vida. “Que haya habido una disminución notable de fumadores tiene un impacto en cáncer de pulmón, aunque esos efectos no se ven de forma inmediata”, indica Real, que señala que hay factores ambientales más generales que los genéticos.
“Algunos hábitos de vida de una sociedad como la nuestra no son la mejor manera para evitar el riesgo de cáncer: el tabaco, el alcohol, el sedentarismo, la obesidad o una dieta inadecuada son factores que contribuyen a una de cada tres muertes oncológicas”, coincide Rodríguez. Sin obviar la contaminación ambiental. “Hay partículas que están relacionadas con determinador tipos de cáncer, como pulmón, y otras más pequeñas que pueden pasar a la circulación sistémica y se han relacionado como el incremento de riesgo a otros tumores. Además de la exposición a radicación ultravioleta o otros factores ligados al control de infecciones”, indica.
En concreto, el presidente de la SEOM se refiere a la vacunación con el virus del papiloma humana, que ha conseguido reducir la incidencia de cáncer de cuello uterino, “que en unos años será algo anecdótico”. Es otro ejemplo de como la evolución del cáncer se ha convertido en una carrera. En palabras de Paco Real: “Cuanto más tiempo tengamos para investigar y desarrollar nuevos tratamientos, más se podrán beneficiar los pacientes. Es una carrera contra el tiempo, lo único que nos va a permitir reducir la mortalidad y la incidencia es la investigación”.