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Se avecina una semana de lluvias intensas en el desierto del Sáhara: ¿se ha vuelto loca la atmósfera?

La predicción del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF, por sus siglas en inglés) para las dos primeras semanas de septiembre en el norte de África tiene muy pendientes a los meteorólogos. El modelo predice un periodo de lluvias intensas en el desierto del Sáhara, con precipitaciones de hasta 50 litros por metro cuadrado en zonas interiores en las que apenas llueve. “Muchas regiones recibirán el equivalente a varios años de lluvia en el lapso de dos semanas”, afirma Andrej Flis, uno de los primeros especialistas en advertir de la situación

En las zonas limítrofes del desierto el modelo prevé que la lluvia aumente un 500% por encima de la media de este mes y algunas regiones centrales recibirán más del 1.000% de la precipitación normal en los próximos días y semanas. “Lo que vemos es totalmente excepcional”, admite José Luis Camacho, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). “La predicción muestra un sistema que no muere, que se queda ahí, reforzándose. Va a caer agua por un tubo, y es previsible que haya daños en una zona donde las casas son de barro”. 

“Se prevé que caigan hasta 30 litros el viernes y el sábado de la semana que viene en el este de Marruecos y el oeste de Argelia”, asegura Ricardo García Herrera, catedrático de Física de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Si esto ocurre, va a ser brutal. El arrastre de agua que va a haber ahí cambiará hasta las dunas en alguna zona”. Aun así, advierte el experto, hay un cierto nivel de incertidumbre, porque aunque el modelo es bastante fiable, “estamos hablando de una predicción a diez días, en el límite de la predictibilidad”.

“Hay que tener en cuenta que son precipitaciones eminentemente convectivas, no de frentes, y eso implica siempre un mayor grado de incertidumbre”, advierte Francisco Martín León, meteorólogo y coordinador de RAM (Revista del Aficionado de la Meteorología). En sus 38 años de experiencia en AEMET, explica, ante estas entradas de aire húmedo que atraviesan el desierto el modelo sobreestima estas predicciones a tantos días. “Por eso no me puedo creer el modelo al cien por cien, pero la posibilidad de que tengamos una irrupción histórica está ahí”, afirma. “Hay mapas que dan una probabilidad de entre un 20 y un 30% —que es bastante alta — de que en diez días se superen esos 50 litros por metro cuadrado en zonas del desierto, y eso sí que tiene un valor intrínseco”.

El trópico desplazado hacia el norte

Sobre los factores que han conducido a esta anomalía, aún hace falta un examen más detallado, pero todo indica que la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT), una franja de nubes, lluvias, tormentas y precipitaciones que se extiende por todo el ecuador, se ha desplazado mucho más al norte de lo habitual. Además de provocar estas raras precipitaciones en el interior del desierto del Sáhara, esto puede explicar un cambio drástico en los patrones climáticos en la región y afectar a la temporada de huracanes en el Atlántico, reduciendo su formación.

El flujo atmosférico está perturbado y las precipitaciones se extienden hacia el Sáhara. Todo está corrido hacia el norte, esto no es normal

“Hay que fijarse en la temperatura superficial del océano”, explica Camacho. “Tenemos el fenómeno de La Niña en el Pacífico tropical, que produce un enfriamiento, pero resulta que en el Atlántico también hay una extensión de aguas frías que van hacia el golfo de Guinea, más frías de lo normal, como una Niña atlántica”. A finales de agosto y principios de septiembre es normal que llueva en esta zona al sur del desierto, recuerda el portavoz de AEMET. “Hay un monzón del oeste de África, que lleva la humedad del golfo de Guinea hasta el Sahel, pero ahora ese flujo atmosférico está perturbado y las precipitaciones se extienden hacia el Sáhara. Todo está corrido hacia el norte, esto no es normal”. 

Martín León observa que además se da una circunstancia muy especial, y es que la situación es fruto de la conjunción de tres elementos: una irrupción de aire polar al nornoroeste de la península ibérica, una dana al noroeste de Canarias y una zona de bajas presiones sobre Mauritania. “Estos tres elementos propician que haya una lengua de humedad que entra en el desierto y se proyecta hacia nuestras latitudes, de tal manera que al final del episodio puede que esas lluvias lleguen hasta la península”, asevera.

¿Atribuible al cambio climático?

Para el veterano meteorólogo Ángel Rivera, experto en dinámicas atmosféricas, el hecho de que vaya a haber una anomalía de precipitaciones en el desierto no puede tomarse como una consecuencia del cambio climático y podría quedar dentro de la variabilidad natural atmosférica de esta época del año. “Es algo que tendrán que estudiar los expertos en atribución”, advierte. “Si interviene el cambio climático, los investigadores lo verán”, coincide Camacho. “En esa zona hay mucha variabilidad mutidecadal”, apunta García Herrera, quien publicó un estudio del monzón del oeste de África con datos recogidos por los barcos desde 1800. “Nuestros datos muestran que en la segunda mitad del siglo XIX en el Sahel había precipitaciones intensas y que desde 1970 la zona está en sequía”, asegura. 

Un fenómeno meteorológico extremo no se puede asimilar directamente al cambio climático, pero estamos en una situación en la que nunca hemos estado en la época moderna: mares muy cálidos y una atmósfera dopada con exceso de calor y humedad

Para el especialista, no cabe duda de que es un año un poco extraño, porque se dan las condiciones para que fuera un año de bastantes huracanes en el Atlántico y todavía no ha habido más que uno. “El problema es que no hay registro histórico con el que comparar las precipitaciones, no sabes hasta qué punto son casualidad o causalidad, aunque sin duda es muy raro”, admite García Herrera. “El origen está en que la vaguada monzónica ha llegado muy arriba, pero tomarlo como un anticipo del cambio climático no tiene base”, sentencia. “Habrá que ver, pero como casi siempre será por una combinación de cosas”. 

Una inestabilidad recurrente

Pase lo que pase, no hay que olvidar que esta anomalía se produce en un contexto en el que se prevé que las lluvias tropicales se desplacen cada vez más al norte, como consecuencia de la crisis climática. “Por supuesto, un fenómeno meteorológico extremo no se puede asimilar directamente al cambio climático, habrá que hacer estudios de atribución”, asegura Martín León. “Pero hay que tener en cuenta que estamos en una situación en la que nunca hemos estado en la época moderna, con los mares muy cálidos, con un Atlántico desaforado, con un Mediterráneo con temperaturas extremadamente altas, con una atmósfera dopada con más calor y más vapor de agua, y todo esto son indicios de que el cambio climático podría estar detrás”.

“Cada vez hay más evidencias de cambios en los patrones meteorológicos y en la dinámica atmosférica que se pueden relacionar con el acelerado calentamiento que está ocurriendo en el planeta”, apunta José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored. 

Cada vez hay más evidencias de cambios en los patrones meteorológicos y en la dinámica atmosférica que se pueden relacionar con el acelerado calentamiento

Si se cumple el pronóstico, será al menos el segundo año más húmedo de las últimas décadas y la mayor anomalía desde 1994, cuyos valores puede superar ampliamente. Ahora preocupan los daños que pueden producir las precipitaciones en una región del planeta en la que las casas son de barro y no están preparados para el agua. “Si pasan años y años en que casi no llueve y te caen 50 litros por metro cuadrado en un día hay daños en las casas”, asegura Camacho. “Es probable que en el Níger produzca el desplome de viviendas, porque son de barro. Y otro de los aspectos a tener en cuenta serán las plagas de langostas posteriores, que se producen siempre que cae mucha agua en la región”.

“El fenómeno actual podría ubicarse en un lugar destacado de los libros de historia, si no entre los años más húmedos”, concluye Andrej Flis. “Una cosa es segura: anomalías meteorológicas tan fuertes y poco frecuentes pueden indicar una gran inestabilidad del sistema meteorológico global”.