Los bosques españoles se recuperan cada vez peor de las sequías más extremas y repetidas que provoca el cambio climático
Los bosques españoles tienen cada vez más difícil reponerse del deterioro que les causan las sequías “más extremas, recurrentes y prolongadas” provocadas por la crisis climática. En 2020, un 20% del arbolado analizado estaba dañado, mientras que la media de los últimos cinco años es de un 20,7%: “La recuperación es, pues, bastante lenta”, concluye el último Inventario de Daños Forestales del Ministerio de Transición Ecológica.
El año pasado el estado de las masas forestales mejoraron respecto a 2019, que fue un curso nefasto. En este sentido, la defoliación media del arbolado –la caída prematura de hojas– en 2020 fue del 22,8% de las copas de los ejemplares evaluados lo que muestra “una ligera recuperación comparado con los valores promedio de los últimos cinco años”. El Inventario considera un ejemplar “dañado” cuando la defoliación supera el 25% de la copa. Los grupos con peor estado son los encinares, los bosques mixtos de frondosas mediterráneas, los eucaliptales y los pinares de pino negro que rebasan ese umbral.
Lo que concluye el análisis anual del Ministerio es que, a la luz del porcentaje de árboles dañados y del estado general del arbolado, las sequías, cada vez más extremas, repetidas y duraderas están “afectando a la capacidad de recuperación de las masas forestales tras este tipo de eventos”. Los bosques de España soportan estas sequías y, después de padecerlas, les cuesta más aprovechar las treguas climáticas para reponerse antes de que se produzca la siguiente escasez.
La sequía meteorológica (una falta continuada de las precipitaciones) más reciente se produjo en 2017. Ese año fue calificado por la Agencia Estatal de Meteorología como “muy seco en el conjunto de España”. Fue el segundo más seco desde 1965 solo superado por 2005. En aquel curso se marcó el pico de árboles dañados con más del 24% –sin contar los ejemplares muertos–. Al año siguiente el panorama viró y fue “muy húmedo” lo que aparejó un alivio en la curva de deterioro.
Seguidamente, 2019 y 2020 han sido años “normales” en cuanto a precipitaciones. Una tregua que ha tenido efectos positivos muy limitados, según el análisis del Inventario
Resistencia disminuida
La cuestión es que, en España, como detalla el Informe 2021 de impactos y riesgos derivados del cambio climático de Transición Ecológica, “se espera un aumento generalizado en la intensidad y magnitud de las sequías meteorológicas e hidrológicas bajo escenarios de cambio climático, debido principalmente al aumento de la evapotranspiración y, secundariamente, a la reducción de las precipitaciones”. De hecho, ya se ha constatado un descenso de caudal de los principales ríos de la península ibérica durante la segunda mitad del siglo XX.
Con este panorama, y aunque en el sur de la península existen bosques secos como los de pino rodeno que han mostrado resistencia a la falta de agua, el aumento en la frecuencia de las sequías augura un nivel de agresión superior: “Es muy probable que la resiliencia de nuestros bosques pueda verse reducida en el futuro si se producen sequías recurrentes. Ya se han identificado complejos fenómenos de decaimiento, en los que el cambio climático puede estar jugando un papel”, explica el análisis de impactos de la crisis climática publicado este año.
Entre los efectos negativos que ya se han observado por la escasez de agua, el informe ministerial recopila: la defoliación y reducción del crecimiento en los abetos de los Pirineos y los pinos laricios del sur, el aumento de la mortandad en pinsapares, un peor crecimiento en las repoblaciones de pinares en el sureste, una mortandad masiva de pinos jóvenes en Sierra Nevada (Granada), defoliación y más muertes de pinos silvestres en Catalunya, la falta de regeneración y desplazamiento por otras especies en los pinares mediterráneos más continentales y la mortandad de encinas.
¿Por qué la referencia a la sequía?
Los árboles se ven dañados por diversos agentes: la falta de agua, los insectos, los hongos, los incendios, la acción humana, las actividades de caza y ganadería… Sin embargo, la sequía está detrás del 45% de los daños analizados de ahí la referencia a que estos eventos no solo menoscaban la salud de los bosques, sino que restan la capacidad de reverdecer. “Los impactos ya observados en los ecosistemas españoles, en particular en los bosques, son suficientes para considerar que el cambio climático está afectando de forma negativa nuestros ecosistemas”, analizan en Transición Ecológica.
La segunda causa más habitual de deterioro son los insectos. Especialmente las especies de defoliadores (como es la famosa procesionaria) que son responsables del 25% de los daños. Además, la sequía y las plagas se interrelacionan. Unos árboles estresados por la falta de humedad son más vulnerables al ataque de organismos. Además las nuevas condiciones climatológicas, con aumento de temperaturas y menos precipitaciones, en España están favoreciendo la expansión de agresores letales como la avispilla del castaño o el nemátodo del pino.
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