Dice la leyenda que el 'caffé sospeso' surgió en Nápoles en el siglo XVII, tiempo en que este reino, perteneciente a la corona de Aragón, estaba inmerso en una crisis como consecuencia de la demanda de fondos que la metrópoli exigía para costear sus guerras religiosas. Durante este siglo, el pueblo napolitano se rebeló contra sus acreedores, para perder, y sucumbió ante la peste, que redujo su número a tres cuartas partes.
La ciudad de Nápoles, que hasta el momento atravesaba una de sus épocas boyantes como puerto clave del Mediterráneo y lugar de regocijo para clérigos de la contrarreforma, nobles y aristócratas, quedó inabarcable para los supervivientes, testigos de su grandeza en descomposición.
En este escenario pudo surgir el germen del caffé sospeso, que consiste en dejar pagado un café para que alguien necesitado se lo tome sin coste para él. “Cuando alguien estaba feliz después de que algo bueno ocurriese, en lugar de pagar un café pagaba dos, dejando sobre la mesa el dinero para el próximo cliente”. Así lo cuenta Luciano De Crescenzo, polifacético escritor y ensayista italiano, en una colección de artículos costumbristas. Y este mismo texto, o parecido, sirvió de inspiración a los gerentes del Café Comercial, ubicado en la madrileña Glorieta de Bilbao, en Madrid, para instaurar esta tradición en España.
El 22 de octubre de 2012 se contabilizó el primer café sospeso, y desde entonces han ofrecido unos 500. “La gente está encantada y colabora”, explica Andrés Jiménez, gerente de cuarta generación del Café Comercial. “El ritmo es irregular, porque una semana no hay nadie que deje un café sospeso, y otra de repente tenemos cuatro o cinco, como aquella vez en que una mesa de actores dejó siete en total. Es una iniciativa más propia del invierno, pero no hemos pensado en modificarla por el verano”, subraya.
Preguntado por quiénes consumen los cafés pagados, Jiménez señala que “hay gente que conoce la iniciativa, gente incluso que habitualmente se toma su café”, pero que otras veces son los propios camareros del establecimiento los que se los ofrecen. “A veces llega alguien que más que un café necesita un bocadillo”.
Observa Andrés Jiménez que por la zona sólo pueden encontrarse en el Comercial -varios paseos a establecimientos cercanos así lo atestiguan-, pero que es probable que la iniciativa se extienda. “El problema es que la gente no lo sabe. Hace tiempo teníamos dos pizarras anunciándolo, una en la glorieta y otra en la calle Fuencarral, pero el ayuntamiento se llevó las pizarras porque, decían, ocupaban suelo municipal. Ahora sólo lo anunciamos en Facebook y en nuestra cristalera, pero con la web se está conociendo mucho más”.
La web a la que se refiere Andrés Jiménez es cafespendientes.es, el proyecto de Gonzalo Sapiña que aporta a la iniciativa solidaria la ubicuidad de las redes sociales. “Es muy claro que en las redes sociales la amplificación de un contenido, más si es viral, puede multiplicarse o potenciarse de una manera que en la calle o en métodos offline, no se conseguiría. Facebook nos ha dado un enorme impulso, todavía es el referer [punto de origen del tráfico] número 1 en la página web, así que sin Facebook, esta iniciativa no se conocería tanto, aunque bueno, las gracias las tenemos que dar a los usuarios que han compartido y difundido esta iniciativa con sus amigos”.
Gonzalo Sapiña, joven barcelonés dedicado al marketing digital, conoció por primera vez el caffé sospeso, o su traducción libre como café pendiente, el 10 de diciembre de 2012; recuerda perfectamente la fecha porque estaba buscando efemérides. Esta conmemoración fue instaurada en 2010 por una asociación italiana, la Rete del Caffè Sospeso, que no quería que la tradición recuperada unos años atrás en aquel país se perdiera.
Cafespendientes.es, que cuenta con una red de canales sociales muy activos (Facebook y Twitter), agrupa a más de 100 establecimientos, pero el fenómeno es reciente, al menos su lado más online, y día a día se añaden nuevos establecimientos. “La sensación general es muy positiva. Hemos de trabajar en tener más locales, pero de momento está funcionando realmente bien”. Y añade Gonzalo Sapiña que incluso hay bares que apuestan por repensar el concepto: “Tenemos casos como el Café Luna, en Asturias, que dan bocadillos, desayunos, etc. Y otros que cambian tres cafés por una comida. Todo depende del restaurador, que decide cómo enfocar este tipo de acciones solidarias”.
Aunque la iniciativa no ha hecho más que comenzar, Sapiño ya describe su proyecto como “una especie de caso de estudio donde lo importante es traspasar ideas, movimiento y organización del mundo online a hechos offline. La difusión se hace online pero el beneficio es offline”.