El calentamiento global convirtió el huracán Helene en uno de los más destructivos desde el Katrina

Helene, el huracán más mortífero que ha pasado por Norteamérica desde el funesto Katrina de 2005, ha sido cebado por el calentamiento global causado por los humanos. Las temperaturas extremas que provoca el efecto invernadero le ha añadido un 10% de precipitaciones y ha acelerado sus vientos destructivos un 11% para dejar un rastro de al menos 227 fallecidos, según el grupo de científicos agrupados en el World Weather Attribution (WWA).

“La probabilidad de que se forme un huracán tan intenso como Helene se ha multiplicado por 2,5”, resumen los expertos. Si antes podía esperarse un evento de estas características cada 135 años, ahora se ha pasado a uno cada 53.

Estos científicos explican –una vez más– que Helene se ha alimentado de las aguas supercalientes del golfo de México que han estado unos 3,6ºC por encima de su media. “El huracán se intensificó rápidamente al pasar de categoría 2 a categoría 4 en solo unas horas” un poco antes de tocar las costa del estado de Florida. La tormenta atravesó 800 kilómetros.

Ya en abril pasado, la Universidad Estatal de Colorado calculó que, viendo la temperaturas del agua del mar, la temporada de huracanes apuntaba a ser “extremadamente activa”.

Tras el paso de esta tormenta, más de 150.000 hogares han solicitado ayudas gubernamentales. Además, cuando la zona todavía está recuperándose, otro huracán de fuerza extraordinaria llamado Milton está en ruta hacia Florida y México. Ha alcanzado categoría 4 y se prevé que llegue a categoría 5. El estado norteamericano se está preparando para una gran evacuación de personas.

Una vez más, un estudio nos muestra que los huracanes van a seguir empeorando si los humanos no paran de quemar combustibles fósiles y, consecuentemente, recalentar el planeta

El trabajo de atribución ha sido llevado a cabo por 21 investigadores de diferentes agencias nacionales de meteorología y universidades de EEUU, Países Bajos, Suecia y Gran Bretaña. “una vez más, un estudio nos muestra que los huracanes van a seguir empeorando si los humanos no paran de quemar combustibles fósiles y, consecuentemente, recalentar el planeta”, resume Friederike Otto, climatóloga del Imperial College de Londres.

Este huracán tuvo vientos sostenidos de 225 km/h al llegar a tierra. Estos fenómenos han visto como su fuerza, incrementada por el cambio climático, dura más tiempo al alcanzar el continente, el momento en el que se convierten en más destructivos para los humanos, pero en el que, normalmente, deberían perder su pico de intensidad.

Helene ha sido un recordatorio trágico de que ya no son solo las áreas costeras las vulnerable ante estas tormentas. Suponen una amenaza creciente para zonas interiores

Sin embargo, la realidad es que la fase destructiva de los huracanes se está prolongando. Al tocar tierra con más energía acumulada, precisan más tiempo para debilitarse. Dicho de otra manera, aguantan más horas golpeando casas e infraestructuras tierra adentro. En este sentido, el director del Instituto medioambiental High Meadows de la Universidad de Princetown, Gabriel Vecchi, insiste en que Helene “ha sido un recordatorio trágico de que ya no son solo las áreas costeras las vulnerables ante estas tormentas. Suponen una amenaza creciente para zonas interiores”.

Estos científicos han introducido los ingredientes que derivan en tormentas ultraintensas como Helene en sus modelos para averiguar que el cambio climático provocó que los vientos se aceleraran ese 11% extra (unos 21 km/h más) lo que, junto al aumento de las lluvias, derivó en un récord en el nivel de inundación en áreas costeras que alcanzó los 4,5 metros. Muchos residentes tuvieron que abandonar sus casas por la altura del agua.

Al fijarse en el combustible de los huracanes, es decir, el calor extra que absorben las aguas del mar –el calor es energía que luego pasa a las tormentas–, este equipo ha constatado que, al pasar Helene se cargó de esa energía añadida por el efecto invernadero: los gases expulsados por las actividades humanas atrapan el calor, que se queda, sobre todo, en la superficie oceánica. “El calentamiento global hizo que fuera entre 200 y 500 veces más probable tener un mar tan caliente en la ruta del huracán”.