El corazón de Malasaña homenajea -por el momento- al encargado de elaborar la propaganda de Franco. 40 años después de la muerte del dictador, el ayuntamiento de Manuela Carmena ha aprobado este martes un acuerdo para cambiar los nombres de 30 calles con referencias franquistas, entre ellas, la plaza Juan Pujol, en el céntrico barrio de Malasaña.
“¿Éste era un malo?”, pregunta Miguel, trabajador de uno de los bares ubicados en la plaza a dos de sus compañeros. “Es que la gente lo conoce más como plaza del rastro Maravillas”, explica. Pero el nombre oficial, Juan Pujol, es un homenaje al encargado de la Prensa y Propaganda del bando franquista durante la Guerra Civil.
Pujol, de quien cabe destacar que fue el redactor del discurso que el General Sanjurjo durante el Golpe de Estado, como muchas otras personalidades del franquismo, serán eliminados del callejero madrileño en los próximos seis meses como consecuencia de la primera fase de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica en la capital. Un cambio de nombre que -como dicen algunos vecinos- “va más allá de subirse a una escalera y cambiar una placa”.
“No es la primera vez que se reivindica el cambio de nombre por homenajear a un franquista”, explica María, que junto a su madre regenta la farmacia de la plaza. “Hace unos años vino Sánchez Dragó y montó un espectáculo que acabó tapando la placa del nombre por otra”, añade Carmen, la madre de María.
“Dragó sostiene que este señor participó en una batalla de la Guerra Civil en la que murió su padre”, explica Carmen, que asegura que a ella le “da exactamente igual el cambio de nomenclatura”, en parte porque aunque su farmacia esté en el centro de la plaza, no tiene esta dirección oficial sino la de la calle que ocupa.
Solo un edificio afectado
María, Javier y Miguel, los trabajadores del único bar de la plaza que realmente tiene como dirección postal la Plaza Juan Pujol, ya que el resto de edificios pertenecen oficialmente a las calles colindantes, defienden que las consecuencias del cambio serán mínimas para su negocio.
“Yo creo que es una buena medida”, explica Javier, dueño del bar. “A lo mucho tendremos que hacer tarjetas nuevas, avisar a los proveedores o un pequeño problema con que la gente se confunda con el nombre de Google Maps”, añade el gerente, que concluye que “no es nada que no se pueda asumir”, defendiendo la medida que aplicará el ayuntamiento de Manuela Carmena.
“La gente sabe dónde está la plaza, no importa que le cambien el nombre”, expone María, que trabaja también en el bar de Javier. “Nadie sabe que esta plaza se llama así, la mayoría de la gente dice que es la plaza de la calle Espíritu Santo o conoce su nombre popular ”plaza rastro Maravillas“, añade.
El cambio de registro
Carmen y María, las farmacéuticas, no apoyan el cambio de nombre. “Nosotras agradecemos que no nos afecte porque la numeración de las calles es antigua y aunque la farmacia esté en la plaza, pertenece a la calle del Tesoro”, cuenta María, que asegura que se solidariza con las farmacias que se vean afectadas por el cambio en las primeras 30 calles que van a cambiar de nombre.
“Si tienes una farmacia y te cambian la calle es un fastidio”, explica Carmen, que cuenta que están obligados a tener tres sellos para firmar las recetas. “Cada uno vale 100 euros y ese coste lo tienen que asumir los establecimientos”, apunta su hija María.
“No es un cambio mínimo”, explica la dueña de la farmacia, que asegura que para un establecimiento de este tipo el cambio resultaría un verdadero problema. “Habría que llamar a los laboratorios, cambiar los recetarios y hasta las bolsas de la farmacia”, añade María, la más joven de las farmacéuticas que asegura que tendría que avisar hasta al colegio de farmacéuticos para cambiar su registro.
“Siempre habrá víctimas a las que recordar”, explica Carlos, un jubilado que pasea por la plaza. “Ahora son las del franquismo, y dentro de un tiempo serán las de la burbuja inmobiliaria”, se queja, como también lo hace Óscar, otro vecino que asegura que esto lo que hace es “reabrir heridas”.
El cambio de la nomenclatura está estipulado por ley vigente desde 2007. Hasta el momento, y desde el fin de la Segunda República, Madrid cuenta con calles que homenajean a los caídos por la División Azúl, al General Yägue, responsable de un genocidio durante la guerra o personajes influyentes del franquismo como el General Mola o Varela.
El Consistorio de Ahora Madrid, que iniciará la primera fase de la aplicación de esta ley en 30 calles a partir del segundo trimestre de 2016, se comprometió durante la campaña a eliminar 150 elementos de simología franquista de la ciudad, entre los que se cuentan tanto nombres de calles, plazas y parques, como monumentos en honor a cómplices de la dictadura.