Las altas temperaturas provocadas por esta última ola de calor han tenido efectos en la salud de las personas. Más de 500 muertes son atribuibles al calor extremo, según calcula Sanidad. Pero este impacto no se reparte igual en la población: los pobres padecen más.
“El riesgo [de mortalidad] se explica primordialmente por el nivel de ingresos de un hogar. El impacto del cambio climático está más acentuado en los grupos sociales desfavorecidos”, evidencia un trabajo sobre los factores socioeconómicos que intervienen en el impacto de las olas de calor realizado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
A la luz de los datos, una de sus autoras, la investigadora Cristina Linares, ha sido clara: “La pobreza es el factor decisivo a la hora de explicar la mayor mortalidad asociada a las temperaturas extremas. El nivel de renta es el que mayor asociación presenta con el impacto del calor sobre la mortalidad diaria”.
Para sacar estas conclusiones, lo que hicieron fue observar el impacto de las olas de calor en los distintos distritos de una gran ciudad, en este caso Madrid, y cruzarlo con los factores socioeconómicos de cada zona. Observaron que las peor paradas fueron tres áreas cuya renta por hogar está por debajo de la media.
Entre el 10 y el 18 de julio de 2022, la España peninsular ha experimentado una ola de calor que se ha colocado ente las tres primeras en cuanto a intensidad, extensión y duración. En las útimas 24 horas del episodio, 49 provincias han soportado una temperatura máxima superior a la habitual. En las ciudades de Oviedo, Zamora, Burgos, Soria o Pamplona se ha batido el récord de temperatura máxima absoluta, según los datos de la Aemet. En Zaragoza y Madrid se ha medido la mínima nocturna más elevada en un solo día de su historia con más de 26ºC.
Tras el vendaval, en vidas, que supuso la ola de calor en 2003, la población española ha conseguido adaptarse al exceso térmico. En estas décadas, las temperaturas a partir de la cuales se dispara la mortalidad se han elevado. Así se ha compensado la escalada en el termómetro que ha impuesto el calentamiento global. “El reto es saber si podremos mantener ese ritmo de adaptación y más teniendo en cuenta que se avecina más calor”, contaba a elDiario.es Julio Díaz, investigador de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del ISCIII.
Aire acondicionado inaccesible
La oficina estadística de la Unión Europea, Eurostat, utiliza un índice para reflejar cómo avanza el calor severo a lo largo del tiempo: la necesidad de utilizar refrigeración en los edificios para mantener una temperatura de confort. A mayor temperatura, hay que poner más el aire acondicionado para amortiguarla.
En España, este índice casi se ha duplicado en los últimos cuarenta años. Hace falta más aire acondicionado si se quiere paliar el creciente calor. Se trata de una ilustración de las consecuencias del recalentamiento por el efecto invernadero que han generado los gases emitidos a la atmósfera por los humanos.
Pero ¿y si el aire acondicionado es algo inaccesible? El trabajo del ISCIII indica que “incluso aunque las casas tengan un aparato de aire acondicionado [primer elemento para poder combatir el calor extremo], la población con bajos ingresos tiende a no usarlo aunque sufran”. Y añade que “la incapacidad para utilizar el aparato aunque se disponga de él, aún poco explorada, es, potencialmente, una faceta muy relevante de la pobreza energética”.
Además de disponer de hogares mejor preparados, otro factor que ayuda a aliviar los efectos de las olas de calor, y que está asociado al nivel de renta, es el porcentaje de zonas verdes en los barrios. “Las zonas verdes juegan un papel importante en la mitigación del efecto isla de calor por el que las temperaturas, sobre todo de noche, pueden ser varios grados superiores en el interior de las ciudades”, explica la investigación del instituto.
El riesgo de impacto por calor disminuye a medida que aumenta el porcentaje de hectáreas verdes. “Aunque no son el factor principal, no deja de ser importante”, concluye el estudio.
También en el mundo
Este patrón de desigualdad que se da dentro de las ciudades españolas se repite a escala global. La exposición a olas de calor en los últimos 40 años ha sido un 40% superior en los países de bajos ingresos, según detectaron los investigadores de la Universidad Estatal de Boise en Idaho (EEUU), en un estudio publicado en enero de este año.
“Hemos demostrado que la exposición es desproporcionadamente mayor en estos estados y destacamos la creciente desigualdad en las últimas cuatro décadas”, añaden.
Las conclusiones son parecidas a las obtenidas a escala local: “La población más pobre soporta una mayor carga a medida que las temperaturas suben”. Padecen una combinación letal de localización en el globo terráqueo y “menor acceso a adaptación ante el calor, como el aire acondicionado”.