Para entender esta noticia conviene hacerse antes con una cinta métrica para comprobar lo que suponen las dimensiones. No son modelos matemáticos sino bocados reales de cinco a siete metros al año durante, al menos, un lustro. La costa de Arraijanal-San Julián entre Torremolinos y Málaga va a ser declarada en “regresión grave”: ha retrocedido hasta 45 metros entre 2016 y 2022.
Este pequeño tramo de la costa del Sol está ilustrando cómo el cambio climático impacta de manera severa en un litoral español agredido y vulnerable por la acción humana. El urbanismo preparó el camino y ahora que los temporales en esta zona se han cuadruplicado, esta porción del litoral ya ha perdido más de 200.000 metros cuadrados de playa, según el informe de regresión de la costa de la Demarcación Andalucía-Mediterráneo en el que se sostiene el expediente abierto por el Ministerio de Transición Ecológica.
Que la costa española padece “procesos generalizados de regresión litoral” es una realidad admitida por el Gobierno desde hace décadas. El diagnóstico y cómo le golpea la crisis climática tampoco son una incógnita. Casos como el de Málaga ponen cara a una situación ya avisada de antemano.
Para que un tramo de costa sea declarado “en situación de riesgo grave” debe verificarse que hay un retroceso de la orilla de, al menos, cinco metros cada año durante cinco años y que “se estime que no puedan recuperar su estado anterior por procesos naturales”, detalla el Reglamento de Costas. Esta declaración impone limitaciones a la ocupación del espacio.
Lo que se ha comprobado aquí es que, en buena parte del litoral, se da una regresión de entre 1,5 y 4,5 metros al año, pero con amplios segmentos en los que el retroceso se dispara por encima de los cinco metros y llega hasta los 7,26 m en la zona del Arraijanal –precisamente una de las pocas áreas sin urbanizar que quedaban en la costa del Sol en la que ahora se está construyendo una ciudad deportiva–.
Eso ha hecho que en el periodo 2016-2022 haya segmentos donde la playa se haya echado para atrás unos 45 metros, otros que superan los 30 metros de regresión, siete tramos que superan los 20 metros y solo tres de los 27 en los que está dividida la playa presenten retrocesos menores a 10 metros. Si se amplía el foco, en esta parte de la costa hay lugares donde el mar se ha adentrado más de 140 metros desde 1957, primer año de mediciones. Es casi un campo y medio de fútbol.
Hay una densidad de viviendas muy grande, pero en contra de la naturaleza porque, al final, las casas van a formar una isla en el mar. Se ha terminado por generar un problema social: vive mucha gente en esa urbanización
El deterioro del litoral y los estropicios que genera el cambio climático afectan directa y especialmente a España que contabiliza unos 7.900 kilómetros de costa: naturaleza, población y economía se ven involucrados. Los datos generales muestran que la costa española es la casa de buena parte de la ciudadanía: vive el 39% de la población (unos 18,5 millones de personas) con una densidad muy alta: 429 habitantes por kilómetros cuadrado. Eso revela cómo la costa ha sido objetivo de la construcción que deriva en “una alta urbanización para dar cabida a tal densidad de población”, según el informe de Costas.
Además, en la línea litoral se concentra una gran actividad turística con “numerosas actuaciones antrópicas que han generado desequilibrios en la zona que generalmente están relacionados con el retroceso de la línea de costa”, añade. ¿Qué actividades? Los técnicos enumeran de forma genérica: la construcción de puertos, urbanizaciones, campos de golf, encauzamientos, soterramiento e incluso desvíos de cauces fluviales, espigones, diques y escolleras.
Fenómenos costeros sin precedente
Casi todo lo anterior aparece representado en el caso concreto de Arraijanal. Allí se han ido concentrando la urbanización Guadalmar (con residencias y hoteles), el parador de Málaga, el campo de golf del parador, chiringuitos y una depuradora que ya se ve afectada “por el oleaje casi por completo y de forma continua”. También se han construido espigones y escolleras para “la protección del paseo marítimo”.
“Aquí se ha hecho mal desde el principio al construir una urbanización tan cerca de la playa. Y ahora hay una densidad de viviendas muy grande, pero en contra de la naturaleza porque, al final, las casas van a formar una isla en el mar”, cuenta desde Málaga Rafael Yus, de Ecologistas en Acción. “Se ha terminado por generar un problema social ya que, además de los hoteles, es que vive mucha gente en esa urbanización”.
El análisis de la dirección de la Costa y el Mar incide en que sobre el litoral ahora impactan las consecuencias del cambio climático que conllevan “el aumento de la intensidad y frecuencia de los eventos extremos y un aumento de los niveles del mar”.
No se trata de algo teórico. En la parte costera que el Ejecutivo va a declarar en regresión grave no ha dejado de incrementarse la frecuencia de temporales. Para los años 90 ya se registraba el doble que en las décadas anteriores, pero a partir de 2010 “se observan fenómenos costeros que hasta el momento no habían ocurrido”. Más habituales, más fuertes –con olas más altas– y de naturaleza distinta: cada vez hay más temporales de poniente (del oeste).
Para 2022, la frecuencia de los fenómenos costeros extremos ya era “entre tres y cuatro veces superior a lo que se registraba”. La ola más grande ha alcanzado los 5,35 metros y crece el oleaje más allá de los cuatro metros. Todo esto prueba “el incremento de la intensidad”. Y un dato más: “Los temporales de poniente siguen provocando grandes efectos en la configuración de una costa adaptada a los temporales de levante”.
Un problema que chupa millones de euros
El retroceso de la línea de costa –que conlleva la pérdida efectiva de superficie de playa– es un problema para buena parte del litoral español. Y su parcheo se lleva decenas de millones de euros en múltiples operaciones de aporte de arena todos los años, sobre todo para rellenar esas playas con vistas a las temporadas turísticas estivales. Una arena que luego vuelve a ser comida por el empuje del mar y los temporales sobre la costa vulnerable.
El estudio sobre Arraijanal ofrece cifras sobre este círculo: en 2019 se echaron allí alrededor de 6.000 m3. Un año después se aportaron hasta 16.000 m3 más. Aunque frenaron el ritmo “no fueron suficientes para evitar la regresión de la playa”. La crisis climática no perdona.