Estos son los eventos meteorológicos extremos de 2017 que fueron acelerados por el cambio climático

El verano de 2017 se recordará en muchos países de Europa por las intensas olas de calor. Tras un mes de junio excepcionalmente caluroso en varios países occidentales, el calor llegó a España en julio batiendo récords históricos de temperatura y contribuyendo a la aparición de importantes incendios forestales. Entrado el mes de agosto, se produjo otra ola de calor especialmente intensa en todo el Mediterráneo, donde se batieron récords en el sur de Francia, Italia, Córcega y Croacia. Según un estudio publicado esta semana, el cambio climático ha provocado que la probabilidad de sufrir estas olas de calor se haya multiplicado por tres desde 1950. A día de hoy, aseguran los científicos, “en toda la región euromediterránea, la probabilidad de que se produzca una ola de calor como la del verano de 2017 es ahora del 10%”.

El estudio es uno de los 18 que se han publicado esta semana en un número especial de la revista de la Sociedad Americana de Meteorología (SAM) dedicado a analizar eventos meteorológicos extremos y su relación con el cambio climático. Más de 120 investigadores de todo el mundo han analizado 16 eventos meteorológicos extremos que han tenido lugar en todos los continentes, de los que 15 han estado influidos por el calentamiento global.

“Las sequías en las llanuras septentrionales de Estados Unidos y en África oriental, las inundaciones en América del Sur, China y Bangladesh o las olas de calor en China y el Mediterráneo son eventos más probables debido al cambio climático causado por el hombre”, aseguran desde la SAM. Tan solo en un caso, la ola de incendios de Australia, no se encontraron evidencias de que el cambio climático hubiera podido tener algún efecto.

La ola de calor marina del mar de Tasmania

Los investigadores aclaran que no en todos los casos es posible hacer una atribución directa al cambio climático antropogénico, es decir, que no pueden afirmar que estos eventos no hubieran sido posibles sin el calentamiento global. Sin embargo, este es el segundo año que los científicos han identificado un evento que sí se puede atribuir de forma directa a la acción del ser humano, la ola de calor marina que sufrieron las costas australianas en noviembre de 2017 y que se extendió desde el oeste de Tasmania hasta el este de Nueva Zelanda.

Esta ola de calor fue la más intensa desde que se tienen registros, elevando la temperatura de la superficie marina unos 2,5 ºC, y la segunda más larga, con una duración de 221 días. Según los autores del estudio, a pesar de que “la variabilidad natural fue importante en la iniciación atmosférica del evento”, su desarrollo habría sido “virtualmente imposible sin la influencia antropogénica”.

Sequías históricas de EEUU a África oriental

Entre los eventos analizados también destacan las importantes sequías sufridas en distintas partes del mundo, como la que se extendió por los estados de Montana y las dos Dakotas (Sur y Norte) entre mayo y agosto de 2017. A pesar de que esta zona es susceptible a este tipo de fenómenos, los investigadores aseguran que la región sufrió “condiciones de sequía extremas y excepcionales”, recibiendo un 60% de la precipitación normal para esa época, lo que convirtió 2017 en el segundo año más seco desde que comenzaron los registros en 1901.

Esta sequía ha sido clasificada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica como uno de los 238 desastres meteorológicos en los que se han superado los 1.000 millones de dólares en pérdidas desde 1980. Según esta agencia, el promedio de este tipo de eventos se ha doblado durante los últimos 5 años, pasando de los 6 anuales que se dieron en promedio entre 1980 y 2017, hasta los casi 12 que se han registrado cada año desde 2012.

Los investigadores reconocen que “la causa principal de esta sequía fueron las bajas precipitaciones” y que estas “ocurrieron con la misma frecuencia en los climas actuales y pasados simulados”. Sin embargo, sus simulaciones revelan que “el cambio climático hizo que las sequías con una intensidad similar a la observada en mayo-julio de 2017 fueran hasta 1,5 veces más probables”.

Apenas unos meses antes, otra brutal sequía también afectó a varios países de África, como Tanzania, Etiopía, Kenia y Somalia. Las situación fue especialmente dura en este último, donde casi la mitad de los habitantes, algo más de 6 millones de personas, sufren de inseguridad alimentaria grave o necesitan apoyo para subsistir. Según datos de UNICEF, cerca de un millón de niños sufrieron desnutrición aguda en 2017 y 185.000 cayeron enfermos.

Los investigadores han concluido que sus simulaciones climáticas indican que el fenómeno de El Niño puede provocar un calentamiento excepcional en el Pacífico occidental, lo que crea la posibilidad de que se produzcan sequías en el noreste de Etiopía y Somalia. Sin embargo, también señalan que el impacto de los humanos en el medio ambiente ha tenido un papel importante en este calentamiento del océano, lo que ha doblado las posibilidades de que se produzcan sequías de este tipo en la región.

Olas de calor e inundaciones golpean China

También el verano de 2017 será recordado en China por las olas de calor, que dejaron récords históricos de temperatura. En la estación de Xujiahui en Shanghai se llegaron a registrar 41 ºC, la temperatura más alta jamás observada en la ciudad desde que se iniciaron los registros en 1873. La situación fue especialmente grave durante los cinco días entre el 21 y el 25 de julio, cuando las autoridades chinas lanzaron hasta 10 alertas a la población por las altas temperaturas.

Según los autores del estudio, las olas de calor en esta región de China eran “raras” y “la probabilidad de que ocurrieran sería muy pequeña en un mundo sin contribución humana”. Sin embargo, “ahora, forzado por el calentamiento antropogénico, una ola de calor de 5 días como esta se ha vuelto 10 veces más probable”.

El gigante asiático tampoco se ha librado de los eventos meteorológicos de signo opuesto, sufriendo intensas lluvias e inundaciones en otras regiones del país. Apenas un mes antes de que comenzaran las olas de calor en el centro, en el sudeste se registraron las precipitaciones más intensas desde 1961, aproximadamente un 60% mayores que el promedio de junio entre 1961 y 1990. 

El impacto de las lluvias fue especialmente importante en la provincia de Hunan, donde afectaron a más de 7,8 millones de personas, provocando 34 víctimas mortales y cerca de 800.000 desplazados. Además, se perdieron más de 600.000 hectáreas de cultivos y 32.000 casas se derrumbaron, con lo que las pérdidas económicas directas ascendieron a más de 3.000 millones de euros.

Según los investigadores, la influencia del ser humano “ha doblado la probabilidad de un evento de precipitaciones extremas en el sudeste de China, pasando de una probabilidad del 0,6% a una del 1,2%”. Además, los científicos aseguran que se producirá un “aumento de las precipitaciones regionales” y “las probabilidades de que se produzca un evento similar aumentarán progresivamente con el futuro calentamiento antropogénico”.

A la misma conclusión ha llegado el equipo de investigadores que ha analizado las lluvias que afectaron al noreste de Bangladesh en marzo de ese mismo año. Las lluvias afectaron a más de 800.000 hogares y cerca de 220.000 hectáreas de cultivo de arroz fueron dañadas, lo que contribuyó a un aumento récord del 30% del precio del arroz en comparación con el año anterior.

Más inundaciones en Perú y Uruguay

También las lluvias de 2017 fueron especialmente duras en Perú, donde en marzo dejaron a la mitad del país en estado de emergencia. Las inundaciones y los deslizamientos de tierra generalizados afectaron a 1,7 millones de personas, provocando daños por valor de más de 2.500 millones de euros y dejando 177 fallecidos.

Aunque este tipo de eventos pueden suceder naturalmente debido al fenómeno conocido como El Niño costero, tal y como sucedió en 1998, en este caso las intensas lluvias cayeron en períodos de tiempo muchos más cortos. Según los investigadores, este hecho puede haber sido provocado por el cambio climático, que según sus simulaciones ha aumentado en un 50% la probabilidad de este tipo de eventos catastróficos.

El cambio climático también ha provocado un aumento de las probabilidades de lluvia extrema en Urugay, donde las fuertes lluvias que se produjeron entre abril y mayo provocaron inundaciones generalizadas a lo largo del río Uruguay, lo que causó el desplazamiento forzoso de más de 3.500 personas en el país y generó pérdidas económicas en Brasil por valor de 90 millones de euros.

Otros eventos de 2017 analizados por los investigadores y que están relacionados con el cambio climático son la escasez de lluvias que sufrieron varios países de Europa, la subida del nivel medio del mar o la temporada de huracanes en EEUU. También el adelantamiento del verano en Corea del Sur, con un mes de mayo especialmente caluroso, o la escasez de sol en el norte de Japón durante el mes de agosto, debido a la excepcional cantidad de días con el cielo cubierto de nubes, han sido relacionados con el calentamiento global.