Libros al suelo. “Aquí lo más importante no es que saquéis buenas notas, sino que aprendáis a ser buenas personas”. Fue el primer contacto del maestro César Bona con su grupo de cuarto de Primaria del colegio público de Muel (Zaragoza). O así al menos lo recuerda Mónica, una de sus alumnas. También se acuerda de la escena su madre, que reconoce que aquello no le hizo mucha gracia. “¿Y qué iban a hacer si no era con libros?”.
César forma parte de esa lista de profes atípicos, vocacionales, apasionados. Su labor se cuece en el aula, aunque últimamente se ha extendido por todas partes. Es uno de los 50 candidatos al Premio Global del Profesorado (Global Teacher Prize), otorgado por la Varkey GEMS Foundation y dotado con un millón de dólares. Algo así como el 'nobel' de la enseñanza. Un reconocimiento internacional a la innovación educativa que, al menos en España, sigue en la sombra, poco soportada por las administraciones.
Lo que sigue siendo el 'abc' en el aula (libro, guía docente y exámenes) va unos cuantos pasos por detrás de su modo de enseñar y aprender, porque, asegura, el intercambio de conocimiento fluye siempre en dos direcciones. “Muchos docentes siguen alimentando la figura del docente como el ente que todo lo sabe. Eso crea un escalón con los chavales, una barrera”.
Reconoce que las programaciones y la propia organización por asignaturas encorsetan, a él y a los niños y niñas. “Las competencias están metidas con cuña y es raro que se sientan libres en la escuela. Los libros de texto ya no son la ventana al mundo, son una mochila”. Una carga que pesa y se lleva por el camino la curiosidad, la creatividad, las ganas de descubrir. “Muchos chicos y chicas tienen muchas cosas que contar y nunca las conoceremos si no les damos la oportunidad de expresarse, de salir del molde”.
César era tímido de pequeño. “Tenía vergüenza hasta de levantar la mano, fíjate”. Quizá por eso insiste tanto en lo importante de aprender a hablar en público, a argumentar, a tener un pensamiento crítico. Y lo hace tratando de acercar lo más posible a los alumnos y alumnas con el mundo que les rodea. Porque el aula, dice, no es un oasis, sino “ese lugar en el que todas las puertas y ventanas tienen que estar abiertas”.
De Muel al mundo
El respeto por los animales fue el motor de 'El cuarto hocico', una protectora virtual que ha llegado hasta las manos de la mismísima Jane Godall. Nació en Muel, entre las paredes de una clase de cuarto de Primaria. “Toda la historia empezó porque vino al pueblo un circo. Les pedí que investigaran sobre cómo están los animales allí y descubrieron por ellos mismos muchas cosas tapadas. Fue como la ventana que abrieron para darse cuenta de cómo cosificamos a los animales desde la escuela. En Infantil ya preguntamos a los niños: ¿Dónde viven el elefante y la jirafa? Y la respuesta es en el zoo, como si ese fuera su hábitat”, apunta Bona.
No se atreve a quedarse con ninguno de todos los proyectos que, casi siempre en solitario, ha emprendido en las aulas: obras de teatro, cortos, películas de cine mudo... “En todos tanto los chicos y chicas como yo hemos crecido”, reconoce. Y se acuerda de Mónica, que lloraba cada vez que se hablaba de emociones porque no tenía herramientas para canalizarlas. O de Iván, un niño con dificultades para pronunciar la erre que terminó hablando delante de 400 personas en el Precongreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia celebrado en Santa Coloma de Gramanet (Barcelona).
Ha pasado por muchos centros –“soy un culo inquieto”–, desde una escuela rural con seis alumnos a un colegio de difícil desempeño. Ahora lleva tres meses en el CEIP Puerta de Sancho de Zaragoza, donde es tutor de quinto de Primaria. Estudió Filología Inglesa, pero la vocación siempre tira y después se apuntó a Magisterio con Especialidad en Inglés. En ese camino ha encontrado “personas que te ponen piedras y otras que te inspiran”. Ante las primeras, asegura, “es importante estar muy convencido de lo que haces porque te encuentras con familias con dudas, compañeros que no entienden...”.
“Esto no es abrir el libro, mandar ejercicios y cobrar”
Las condiciones del profesorado y el descrédito social de la profesión tampoco ayudan. “Es verdad que en estos últimos años a veces te dan ganas de tirar la toalla. Si no lo hacemos es por los niños. Porque son los niños quienes ganan. Cada vez somos menos profesores y las ratios no dejan de aumentar. La formación ya no existe y en ocasiones me da la impresión de que paso más tiempo rellenando papeles que interactuando con mi clase”, se queja.
Los maestros están en el punto de mira. También se siente desde dentro. “Opinar es gratis y resulta sencillo criticar. Tenemos que defender la dignidad de nuestra profesión. Esto no es llegar a clase, abrir el libro, mandar ejercicios y cobrar. Creo que las cosas cambiarían si tuviéramos apoyo desde arriba. Si de una vez se entendiera que la educación no es meter con cuña datos y contenidos, sino aprender a respetar lo que tenemos a nuestro alrededor y a aceptarnos a nosotros mismos. A partir de ahí, el mundo se abre, la curiosidad brota. Los maestros somos seres privilegiados porque trabajamos con fuentes infinitas de imaginación”.
No sabe si ganará o no el premio. “Eso es lo de menos, ya solo el camino ha merecido la pena”. Aunque al principio se resistió a presentar su candidatura, terminó preparando un vídeo, “un tesoro”, que recopila momentos importantes de su vida como maestro. Es la huella de su paso por las aulas, donde sigue aprendiendo mientras encaja minutos entre entrevista y entrevista. “No me da tiempo a ver nada. Llego a casa y necesito desconectar”. En marzo se resuelven las dudas.