Pedro Sánchez ha vuelto a dar positivo en covid-19. Ha sido noticia porque ha modificado su agenda, pero en realidad hace mucho que la pandemia y los contagios dejaron de captar el interés de la mayoría de la población. Sin embargo, la incidencia del coronavirus sigue al alza en España: si atendemos al último informe de vigilancia de infecciones respiratorias Sivira, la tasa estimada en Atención Primaria no solo supera al pequeño pico de la pasada primavera, sino también al de invierno de 2022. Pero, ¿no se suponía que el SARS-CoV-2 se iba a convertir en un virus estacional asociado a las épocas más frías del año, como sucede con la gripe?
En realidad, el crecimiento actual no es una sorpresa: en el verano de 2022 ya se produjo una ola de infecciones que vino acompañada por un elevado exceso de fallecimientos —no todos atribuibles al coronavirus— que, este año y de momento, no se ha observado. “Hasta ahora la covid-19 se ha presentado en ondas epidémicas que corresponden a la emergencia de nuevas variantes y hemos visto picos de incidencia con hasta tres máximos por temporada”, explica a elDiario.es la responsable del Grupo de vigilancia de gripe y otros virus respiratorios del Centro Nacional de Epidemiología, Amparo Larrauri.
La mayoría de pronósticos iniciales señalaban que el SARS-CoV-2 había venido para quedarse —aunque más adelante surgieran “ideas de bombero” que prometían su eliminación—. “El consenso emergente entre los epidemiólogos es que el resultado más probable de este brote es una nueva enfermedad estacional, un quinto coronavirus endémico”, profetizaba un artículo publicado en The Atlantic el 24 de febrero de 2020 que avisaba desde el titular: “Es probable que contraigas el coronavirus”. Más de tres años después, los investigadores consideran que todavía no se ha alcanzado esa estacionalidad asociada al otoño y el invierno.
“Creo que todavía es pronto para saber la estacionalidad concreta del SARS-CoV-2”, remarca la directora de la Unidad de Virus Respiratorios y Gripe del Centro Nacional de Microbiología, Inmaculada Casas. Considera que, “como con todos los coronavirus”, sí se alcanzará ese punto en algún momento futuro, pero que todavía “no se sabe cuándo”. Dicho de otra forma: “En este momento no se puede hablar de estacionalidad” para la covid-19.
El juego de las variantes
Aun así, Larrauri aclara que la situación actual “tampoco se debe considerar una anomalía”, sino que es el resultado de la circulación de nuevas variantes que “se hacen un hueco entre el resto de virus respiratorios”. Este es uno de los retos a los que se enfrenta el SARS-CoV-2, que debe encajarse en un calendario ya repleto de patógenos que luchan por ocupar el mismo nicho como son la gripe, el virus sincitial respiratorio (VRS) y el resto de coronavirus humanos, entre otros.
Casas achaca parte de lo observado a que el SARS-CoV-2 “no se está enfrentando a un sistema natural” porque “hemos intervenido con las vacunas”. Esto hace difícil establecer una estacionalidad porque está inmerso en “una guerra de guerrillas” en la que vamos creando inmunidad frente a las nuevas variantes y reinfectándonos y “el virus se estresa porque tiene que crear otra para ir sobreviviendo y seguir haciendo pequeñas incursiones”. Es por eso que “los últimos sublinajes de ómicron tienen la capacidad de unirse mejor todavía al receptor, sin que eso signifique que vaya a aumentar la gravedad de la enfermedad”. Las vacunas contra las nuevas variantes que se utilizarán este año “se lo ponen todavía más difícil al virus”, que “va a seguir evolucionando porque nuestros anticuerpos están cada vez más adaptados”.
En cualquier caso, el coordinador de la Sección de Salud Pública de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, Adrián Aginagalde, señala la importancia de analizar el impacto que tienen estas ondas sobre las hospitalizaciones. “En el 2021 se alcanzaron tasas de hospitalización por COVID-19 que superaron los 25 hospitalizados por 100.000 habitantes por semana y actualmente apenas se superan los 3”.
Aginagalde comenta que eso es importante porque, aunque el SARS-CoV-2 “amplíe” el periodo de infecciones respiratorias agudas de otoño e invierno con la introducción de otras fase epidémica, “no parece que exija las adaptaciones de la capacidad asistencial que suelen tener que aplicarse en invierno, visto el impacto de esta última ola”.
El misterio de los otros coronavirus
Aunque a menudo se compare con el virus de la gripe, el SARS-CoV-2 está más cerca de otros coronavirus humanos causantes de resfriados que, por su levedad, nunca han sido estudiados con tanto detalle. Esta falta de datos dificulta pronosticar cómo se comportará un nuevo virus de esta familia, pero Casas cree que es un error extrapolar un virus tan “especial” como la gripe “como si todo fuera igual”.
“No sabemos la estacionalidad de los otros coronavirus”, afirma Casas. “Los cuatro coronavirus tradicionales tienen un periodo de aparición, sobre todo en niños, que no coincide con la gripe, pero tampoco me atrevo a decir qué diferencia hay entre ellos y si está suficientemente estudiado”. A fin de cuentas, no vamos al médico cuando nos resfriamos en verano, ni tampoco hay un test para diagnosticar qué virus nos ha fastidiado las vacaciones.
Aginagalde dice que en los coronavirus “la estacionalidad no era excesivamente distinta” a la de otras infecciones respiratorias agudas virales, por lo general con un único pico anual. Sin embargo, no descarta que el SARS-CoV-2 esté aprovechando “oportunidades que otros coronavirus también utilizaban pero que no detectábamos porque no los buscábamos”, mientras que “los pocos que se detectaban no permitían hablar de una onda”.
En ese sentido, un estudio publicado por Casas y su equipo en 2020 en el que se analizó durante 14 años la presencia de virus respiratorios en niños hospitalizados mostró que los coronavirus se detectaban a lo largo de todo el año. De hecho, su prevalencia era superior en verano que la de otros competidores como el VRS y la gripe. ¿Es posible que al SARS-CoV-2 le pase algo similar a largo plazo? De momento es una pregunta sin respuesta.
“Nosotros sabemos muy bien cuándo empieza la temporada gripal, que arranca en el norte de Europa”, aclara Casas. Algo similar sucede con el VRS. En ambos casos, existen sistemas de vigilancia establecidos hace muchos años en todo el mundo que han permitido conocer su estacionalidad. No es el caso de los coronavirus: “Tendríamos que ver en cada país cómo se registran los datos y que todos fueran homogéneos para compararlos en Europa, algo que ahora mismo no pasa”, y así ver su circulación y hablar o no de estacionalidad.
¿Qué pasará a partir de otoño?
La irrupción del SARS-CoV-2 como un elefante en una cacharrería no solo dificulta pronosticar su circulación, sino también la de otros virus respiratorios. “La gripe solía presentarse con un pico epidémico estacional, pero en la temporada 2021-22 hubo dos ondas”, comenta Larrauri, algo que se repitió en la temporada 2022-23. “La coexistencia de gripe y SARS-CoV-2 puede influir en su capacidad de expansión en la población”.
Larrauri no piensa que esto, con las evidencias disponibles, cambie los pronósticos respecto a las campañas de vacunación de la covid-19 y la gripe: “De cara a la prevención de la enfermedad se está viendo que una estrategia de vacunación estacional podría ser muy convincente”.
“La pregunta para esta temporada es si volverá a empezar con covid-19, seguir con VRS, luego con gripe y otra vez covid-19” como sucedió el año pasado, comenta Aginagalde. De ser así, “apuntalaría la hipótesis de que los tres virus compiten por el mismo nicho ecológico y que en cada momento predomina uno u otro según los grupos de edad por los que tienen más afinidad, tienen más interacciones en cada momento del año y más contactos intergeneracionales”.
¿Cuándo sabremos los horarios de la covid-19? “Es posible que tengan que pasar varias temporadas para que la evolución en los niveles de inmunidad poblacional y la transmisibilidad de los virus nos acerquen a una circulación estacional algo más estable”, dice Larrauri. En cualquier caso, recuerda que el comportamiento de los virus respiratorios como la gripe y el SARS-CoV-2 “siempre ha sido impredecible”. Conforme se acerca el cuarto aniversario de la pandemia, las bolas de cristal siguen sin existir.