En el extremo noroccidental del desierto del Kalahari se extiende un área, conocida como Twyfelfontein, que parece un museo arqueológico al aire libre. Hace entre 6.000 y 3.000 años, los habitantes de esta región de Namibia dejaron miles de figuras de animales grabadas en la roca, junto con algunos dibujos y herramientas que hoy salpican el paisaje. En una pequeña depresión en forma de cráter situada al oeste hay un lugar especial, una ladera empinada en la que estos primeros pobladores grabaron hasta 513 huellas de humanos y animales para componer un panel de grandes dimensiones. Y su significado sigue siendo un misterio. “Se pueden encontrar huellas grabadas en muchos otros lugares, pero en ningún otro sitio se puede encontrar tal densidad y cantidad”, asegura Tilman Lenssen-Erz, investigador de la Universidad de Colonia, en Alemania.
Lenssen-Erz y su equipo han trabajado durante años en este panel y han documentado por primera vez minuciosamente esta especie de “capilla sixtina” de las huellas animales en la Edad de Piedra. En un trabajo publicado este jueves en la revista PLOS ONE, los investigadores han contado con la ayuda de varios rastreadores indígenas del Kalahari para reconocer a qué especies pertenecen las huellas y hacer recuento de los animales que aparecen. “De las 513 huellas analizadas –escriben– los expertos identificaron 345 de cuadrúpedos y 62 de aves”. El conjunto incluye un total de 39 especies, que van desde herbívoros a felinos, pájaros y primates. Y mientras que entre las huellas animales predominan las de adultos y machos, en las huellas de personas (106, que componen un 20% del total) la gran mayoría (88) pertenecen a niños.
Erráticas cebras, esquivos guepardos
Los investigadores no solo han contabilizado el número de huellas e identificado cada especie, sino que las han clasificado en función de la dirección en la que se movería cada animal en esta escena de conjunto, con resultados muy intrigantes. Como ejemplo ilustrativo, los autores citan el “estatus atípico” de la cebra, debido a que son el único animal cuyas huellas presentan una “distribución errática”, a diferencia del resto, que suelen aparecer con preferencias ascendentes o descendentes dentro del panel. “Nuestros datos demuestran que solo las cebras tienen las direcciones de sus huellas representadas aparentemente al azar, mientras que todos los demás animales muestran sesgos claros, aunque diferentes, en las direcciones representadas”, escriben.
El análisis permite establecer dos grupos de especies en función de la dirección predominante de sus huellas: las que caminan hacia arriba con mayor frecuencia son jirafas, gallinas de guinea, leopardos, orix, avestruces y rinocerontes blancos y negros, mientras que los cefalofinos, kudus y gacelas muestran una preponderancia de huellas que apuntan hacia abajo. El cerdo salvaje y el jabalí se encuentran entre las dos categorías porque tienen una preponderancia de huellas que apuntan hacia arriba, pero además aparecen en otras muchas huellas que apuntan hacia abajo.
Los datos proporcionan evidencia de que los grabadores no incorporaron características en sus representaciones de huellas al azar
El trabajo también clasifica las especies por el número de huellas o dibujos que aparecen. Las más frecuentes son las jirafas, los kudus, las gacelas saltarinas, las gallinas de Guinea, los rinocerontes blancos y negros y las avestruces. Con menos frecuencia aparecen los gatos salvajes africanos, los babuinos y los ñus, y entre las rarezas se encuentran el cerdo hormiguero, la hiena de tierra y los guepardos. Otro aspecto interesante es que muchas de estas especies ya no viven en esta región porque requieren un clima y un ambiente más húmedos, como el búfalo, los bosboks o los potamoqueros de río.
“En nuestra opinión, los datos proporcionan evidencia de que los grabadores no incorporaron características en sus representaciones de huellas al azar”, señalan los autores. “Expresaron su conocimiento especializado en cada representación”. Un resultado algo sorprendente de esta investigación, añade Lenssen-Erz, es que la variedad de las especies animales representadas por huellas es mucho más rica que la variedad de animales que se representaron al completo. En cualquier caso, explica el primer autor del estudio a elDiario.es, “los resultados confirman la hipótesis de trabajo de que los creadores del panel pretendían enfatizar el ‘carácter’ concreto para cada animal, aunque el significado más profundo de todo esto probablemente nunca será revelado”, reconoce.
Posibles interpretaciones
Los autores del nuevo trabajo enumeran una serie de posibles interpretaciones de este panel de huellas, aunque encuentran argumentos en contra de todas en general. No creen que representen las especies que preferían cazar por su cantidad de grasa, ni que sea una especie de mapa para saber dónde encontrarlos, ni que tenga propósitos mágicos ni chamanísticos (aunque la alta frecuencia de jirafas podría ser un elemento a favor, apuntan). También descartan la interpretación hecha por los indígenas del Kalahari que colaboraron en el estudio, que se tratara de una especie de pizarra para enseñar a otros a distinguir las huellas de los animales que vivían en la región, como una ‘wikipedia’ tallada en piedra.
“Esta hipótesis no me convence, ya que este tipo de 'aprendizaje en el aula' sería atípico para los cazadores-recolectores y también porque los animales están representados principalmente por un pie en particular y no por los cuatro”, comenta Lenssen-Erz. Además, añade, estos pueblos cazadores tienen muy buena memoria, nunca necesitan anotar nada. “Si ven la huella del pie de elefante con sus típicas grietas y fisuras, la recordarán y reconocerán ese marca particular más tarde, incluso si está mezclada con muchas otras huellas de elefantes”. Así que, a su juicio, un muro así “es menos una Wikipedia y más un lugar de celebrar el conocimiento”. Al no haber hallado ningún patrón que apunte en una hipótesis determinada, se inclina por pensar que se trata de “signos con varias funciones, sin una explicación única para todo el catálogo de huellas”.
Un muro así es menos una Wikipedia y más un lugar de celebrar el conocimiento
La investigadora española Lucía Cobo-Sánchez, que trabaja ahora en el Centro de Arqueología y Evolución del Comportamiento Humano (ICArEHB), no ha participado en este estudio, pero investigó estas huellas sobre el terreno hace unos años. Para ella, lo más valioso de este nuevo estudio es haber recurrido al conocimiento indígena para intentar profundizar en el conocimiento de estas representaciones. “Lo que hace es recurrir a grupos que tienen un modo de vida lo más parecido a lo que conocemos para preguntarles cómo ven ellos esas huellas, cómo las entienden ellos”, explica. Ella misma acompañó a los San en algunas partidas de caza para entender mejor su forma de ver el mundo. “Es importante valorar este conocimiento indígena para usarlo en reconstrucciones arqueológicas, porque nos permitirá una comprensión mucho mayor”, asegura.
La doctora en Prehistoria de la Universidad de Toulouse Camille Bourdier, especialista en el estudio de este tipo de huellas paleolíticas, cree que se trata de un trabajo novedoso e inspirador. “El enfoque elegido es innovador: recurre al conocimiento de los rastreadores San para leer la iconografía de las rocas”, subraya. Este artículo, opina, es una continuación de la investigación llevada a cabo sobre huellas humanas en cuevas paleolíticas europeas y aplica esta colaboración decididamente interdisciplinar a otro tema y campo. “Esto demuestra el potencial científico de este tipo de colaboraciones y abre nuevas perspectivas en la comprensión e interpretación de esta iconografía multimilenaria, tradicionalmente asignada a creencias y prácticas chamánicas. Cuando es probable que en ella deba buscarse una polisemia, según el lugar y el tiempo”, concluye.