La ciudadanía no identifica al violencia machista como uno de los principales problemas de la sociedad. Según el último Barómetro del CIS, el de diciembre de 2015, un 1,2% de la población lo ubica entre uno de los tres problemas actuales más significativos en España. Se sitúa muy por debajo de otros como el paro, la corrupción, los problemas de índole económica o la política, que son las cuatro cuestiones que más inquietan. Pero también preocupa menos que los nacionalismos, la inseguridad ciudadana o el terrorismo internacional, al que un 9% de los ciudadanos sitúa en la lista de los tres problemas más importantes.
¿Por qué existe esa baja percepción de la violencia machista como problema? Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género diferencia entre dos tipos de violencia. La estructural, dice, es la que se produce “en el marco de convivencia que existe en la sociedad para mantener el orden”. Así, engloba en ella la de género al entender que surge “de la normalidad de creer que un hombre puede recurrir a la violencia para castigar a una mujer”. El terrorismo internacional, por el contrario, lo coloca en un tipo de violencia externa, caracterizada por la ruptura con el orden, los valores o las normas establecidas.
Entre las especificidades de la primera, sostiene, se encuentra la normalización y naturalización. “Hay una construcción cultural que entiende que la violencia de género forma parte de la normalidad social”, afirma Lorente. De hecho, la mayor parte de las víctimas no denuncia y, de ellas, un 44% admite no hacerlo porque no considera la violencia que sufre lo suficientemente grave, tal y como indica la macroencuesta publicada el pasado mes de marzo.
El papel de los medios
Otro de los factores que pueden influir en la poca preocupación que genera la violencia de género en la sociedad es la percepción social del nivel de riesgo. Para Andrea Momoitio, experta en género y comunicación y coordinadora de la revista Pikara, la clave está en cómo abordan el tema los medios de comunicación. “Si no lo trataran como casos aislados y explicaran que es un problema estructural, nos daríamos cuenta de que la víctima podemos ser cualquiera”, resume.
En la misma línea se expresa Lorente, que hace hincapié en que la sociedad “sigue responsabilizando a la mujer de la violencia que sufre” y pone el ejemplo del articulista Miguel Dalmau, que el pasado 10 de enero publicó un artículo en Diario de Mallorca en el que vinculaba las agresiones sexuales con la actitud o la forma de vestir de algunas jóvenes. Este tipo de discursos “lanzan el mensaje de que si tu como mujer no haces nada malo, no te va a pasar nada”, es decir, puntualiza, “la violencia de género no se ve como una amenaza para la sociedad, a diferencia del terrorismo, que provoca que cualquier persona sienta miedo”.
Momoitio hace autocrítica y vincula esta realidad con la falta de reconocimiento de la violencia de género como algo colectivo. Con ello se refiere a que la ley integral de 2004 sí logró desvincular el problema del ámbito privado y convertirlo en algo público, pero “el feminismo no ha conseguido dar el salto de lo individual a lo colectivo, asumimos que al asesinar a una mujer debemos reivindicarlo públicamente, pero no asumimos que esa víctima podríamos ser cualquiera de nosotras”, explica.
Para ambos expertos el papel que juegan los medios de comunicación es fundamental y uno de los aspectos que critican es que los asesinatos “se reflejan en ellos de forma aislada o se tratan como un suceso”, concreta la periodista. En palabras de Lorente, “en violencia de género todo se fragmenta”. De esta forma, añade, “la sociedad percibe que no tiene nada que ver el hombre que mata a su mujer en Almería con el que la mata en Pontevedra y no es consciente de que hay una base común, que es el machismo”.
Una fragmentación que contribuye a que la violencia machista sea uno de los asuntos por los que pregunta el CIS que más varían a lo largo del tiempo. La preocupación que genera entre los ciudadanos no es estable. El pico máximo se registró en marzo de 2004, cuando un 11,7% de la ciudadanía lo identificó como una de sus principales preocupaciones. Fue el año de mayor porcentaje y también el de la aprobación de la Ley Integral contra la Violencia de Género.
En los meses de marzo y noviembre, cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (día 8) y el Día Internacional contra la Violencia de Género (día 25) también suelen darse cifras más altas porque hay un mayor grado de movilización social y los medios de comunicación tratan el tema. “Los picos dependen de si se habla o no de violencia, de si hay acumulación de casos o de si alguno de ellos ha generado un profundo impacto”, analiza Lorente, “lo que demuestra que el discurso no está basado en transmitir que el problema es estructural, si fuera así no habría tanta variación”.
A diferencia de ello, las circunstancias personales o sociales del agresor suelen tener cierto peso en la percepción que tiene la sociedad. Según el último estudio específico del CIS sobre la percepción social de la violencia de género, elaborado en 2012, un alto porcentaje de la población considera algunos factores externos como causa de la violencia contra las mujeres. Un 93,2% cree que el abuso del alcohol lo es; un 94%, el consumo de drogas; un 61%, el desempleo; un 83%, los problemas mentales y en torno al 50% piensa que la pobreza o el bajo nivel formativo es una causa.