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Cuatro claves sobre el contagio por coronavirus que aún desconocemos

El 7 de enero de 2020, las autoridades chinas comunican al mundo que han identificado un nuevo coronavirus que está provocando neumonías graves en ciudadanos de Wuhan: el virus SARS-CoV-2. En estos más de cinco meses desde su descubrimiento, multitud de investigadores a lo largo del planeta se han unido para un objetivo común: averiguar lo máximo posible de este agente patógeno y de potenciales tratamientos curativos y preventivos contra la COVID-19 en el menor tiempo posible. Los frutos de este trabajo inundan los repositorios y revistas biomédicas: decenas de miles de artículos científicos se han publicado o prepublicado y cada día se suman cientos de artículos más.

Este maremágnum de conocimiento científico nos ha permitido saber más sobre infinidad de facetas del coronavirus: cómo se expande por el mundo, cómo muta, qué efectos tiene sobre el cuerpo humano, cuánto tiempo sobrevive en diversas superficies... Sin embargo, a pesar de esta gigantesca labor científica colectiva, aún hay mucho que desconocemos sobre el SARS-CoV-2. Entre las incógnitas destacan factores importantes y decisivos para el control de la pandemia, como los que influyen sobre el contagio. Estas son las principales claves sobre cómo se transmite el coronavirus que aún están bajo investigación y sujetas a discusión científica.

¿Es suficiente la distancia de seguridad de 2 metros?

Según la OMS y otras autoridades sanitarias, no hay pruebas científicas de que el coronavirus se transmita por el aire en aerosoles (gotitas respiratorias con un diámetro inferior a 5 micras) más allá de situaciones muy concretas como en el ámbito sanitario. En la absoluta mayoría de los casos, serían las gotitas de mayor diámetro (gotas de Flügge) las que provocarían los contagios al liberarse cerca de la persona infectada. Estas gotitas, más grandes, no suelen ir más allá de 1 o 2 metros tras su liberación, ya que su peso hace que se depositen rápidamente en el suelo o en superficies. La realidad, sin embargo, es que están acumulándose estudios científicos que han observado contagios entre personas alejadas más allá de 2 metros en situaciones cotidianas y que sugieren con fuerza que los aerosoles sí podrían tener algún papel en los contagios bajo ciertas circunstancias no tan infrecuentes como se pensaba.

Uno de los aspectos científicos más controvertidos en esta pandemia ha sido la capacidad de los aerosoles para infectar a personas por coronavirus. Estas gotitas diminutas son capaces de flotar en el aire durante horas y también pueden ser arrastradas por corrientes de aire, lo que hace que la distancia de seguridad de 2 metros no sea suficiente para evitar su exposición. No obstante, los aerosoles, por su tamaño, contienen un número reducido de partículas virales, y además, al difundirse más allá de varios metros se “diluyen” en el aire, haciendo, en principio, que sea improbable que las personas alejadas puedan recibir una dosis vírica suficiente como para contagiarse. De hecho, no contamos con evidencias científicas directas de que, al margen de pruebas médicas que producen aerosoles en abundancia, los aerosoles tengan capacidad para contagiar más allá de varios metros.

Sí que contamos con evidencias indirectas de brotes ocurridos a lo largo de estos meses con personas que se infectaron, a pesar de estar alejadas varios metros de la persona con coronavirus. Estos brotes sugieren con fuerza la implicación de los aerosoles y suelen compartir varias condiciones: se dan en lugares cerrados, mal ventilados o con recirculación del aire, y con personas que estuvieron una o más horas en el mismo recinto que la persona infectada. Es posible que, en estas circunstancias, la acumulación de aerosoles en el aire sí pueda desencadenar contagios. Ante estos hallazgos, diversos grupos de investigación han solicitado a instituciones sanitarias como la OMS que revisen sus declaraciones sobre la transmisión del coronavirus por el aire.

¿Qué capacidad de contagio tienen los asintomáticos?

Los casos asintomáticos de coronavirus han sido y siguen siendo uno de los principales quebraderos de cabeza de esta pandemia. Que las personas infectadas por el virus SARS-CoV-2 puedan transmitir el virus antes de mostrar síntomas (presintomáticos) o transmitirlo cuando nunca tienen síntomas (asintomáticos) ha sido una de las claves para la expansión mundial de la COVID-19.

A principios de febrero, la OMS explicaba que la infección sin síntomas por el virus SARS-CoV-2 podría ser rara y que la transmisión desde una persona asintomática era muy rara con otros coronavirus, como se había visto con el MERS. En aquel entonces esta organización explicaba que el contagio por casos asintomáticos parecía no tener peso en la epidemia.

Más recientemente, el 8 de junio, la doctora de la OMS Maria Van Kerkhove declaró en una rueda de prensa en directo que la transmisión del virus por personas asintomáticas parecía ser muy rara. Dos días más tarde, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, matizó estas declaraciones: “Desde principios de febrero hemos dicho que las personas asintomáticas pueden transmitir la COVID-19, pero se necesita más investigación para establecer la extensión de la transmisión asintomática”.

¿Qué sabemos, hasta ahora, sobre los asintomáticos y su capacidad para transmitir el coronavirus? Se estima que entre un 25% y un 50% de las personas que se infectan por el coronavirus no llegan a desarrollar síntomas o estos son tan leves que pasan desapercibidos. Los asintomáticos son la parte sumergida del iceberg pandémico del coronavirus, oculta en su mayor parte, pero de grandes dimensiones.

Sabemos, por múltiples estudios, que los asintomáticos y presintomáticos pueden contagiar y contagian. En su tracto respiratorio superior pueden tener una carga viral equivalente a la de aquellas personas con síntomas. Además, también se ha observado que ciertos brotes comenzaron a partir de personas infectadas sin síntomas. Sin embargo, ¿todos los casos asintomáticos y presintomáticos son capaces de transmitir el virus? ¿En qué medida contagian? ¿Pueden contagiar con tanta facilidad como las personas que muestran síntomas de COVID-19? Las respuestas a estas preguntas aún se desconocen y están, en estos momentos, investigándose.

¿Es posible el contagio a través de las heces o el semen?

Una de las pocas certezas que tenemos sobre el coronavirus es que este se transmite principalmente por la liberación de gotitas respiratorias a las personas de alrededor. Sin embargo, ¿qué papel tienen otros elementos biológicos como las heces o el semen? ¿Es posible el contagio a través de ellos? Varios estudios han detectado la presencia de ARN del virus SARS-CoV-2 tanto en heces como en semen de algunos pacientes. No obstante, es importante tener en cuenta que la detección de material genético del virus no implica que existan virus funcionales capaces de infectar a otras personas. Para ello, es imprescindible realizar estudios de laboratorio para saber si los coronavirus presentes en estos restos biológicos son capaces de atacar las células humanas y multiplicarse.

A finales de marzo, la OMS informaba de que existía alguna evidencia de que la infección por COVID-19 podría provocar infección intestinal y estar presente en las heces de algunos pacientes durante semanas. Las células intestinales poseen receptores ACE2, proteínas que el coronavirus utiliza para infectar a diversos tipos de células del cuerpo humano. Una revisión científica sobre el asunto, publicada el 11 de junio en la revista JAMA, observó que las heces del 41% de los pacientes presentaban ARN de coronavirus. Estos hallazgos, según sugieren los autores, indican que los pacientes infectados por este virus pueden presentar síntomas gastrointestinales con posible transmisión por vía fecal-oral.

La realidad, sin embargo, es que no tenemos pruebas hasta ahora de que esta forma de transmisión se haya dado durante la pandemia, aunque algunos contagios ocurridos en unidades de endoscopia digestiva podrían explicarse por esta vía. En un estudio publicado el 1 de abril en la revista Nature, se explica que no fue posible aislar coronavirus infecciosos a partir de muestras de heces, aun existiendo elevadas concentraciones de ARN del virus.

Sin embargo, otros estudios, como uno publicado en mayo en la revista Emerging Infectious Diseases, sí que logró aislar coronavirus con capacidad infectiva a partir de heces de pacientes. Como explica una revisión sobre la potencial transmisión fecal, aunque aún no puede confirmarse ni descartarse la posibilidad de esta vía de contagio, sí que es cierto que la evidencia científica que la apoya se está acumulando.

En cuanto a la presencia de material genético del coronavirus en semen, por el momento no se ha observado que tenga capacidad para infectar, aunque se están llevando a cabo estudios para averiguar si podría ser posible la transmisión sexual del coronavirus.

¿Qué papel tienen los niños en el contagio?

Una de las medidas más precoces que tomaron multitud de países para frenar al coronavirus fue el cierre de colegios al comienzo de la pandemia. Se temía que los niños fueran supercontagiadores y tuvieran una gran capacidad para difundir el virus SARS-CoV-2, como suelen hacer con otros virus respiratorios como los de la gripe. Hace unos meses, apenas se sabía de qué manera influían los más jóvenes en las epidemias de COVID-19.

Hoy sabemos que los niños pueden contagiarse y presentar cargas virales similares a los adultos. Sin embargo, la característica fundamental de la infección por coronavirus en los infantes es que no se suelen tener síntomas o, si se muestran, estos son leves, por lo que gran parte de las infecciones en niños han quedado fuera del radar de las autoridades sanitarias. Según un estudio del hospital Sant Joan de Déu, el 50% de los niños infectados eran asintomáticos y un 49% tenía síntomas leves. Aun así, se han identificado casos graves (en el estudio de dicho hospital se tuvo que ingresar a una niña) e incluso muertes en niños por COVID-19, aunque son casos extremadamente raros.

A pesar de estos datos, todavía no está clara la capacidad de los niños para transmitir el coronavirus. Como explica el pediatra Alberto García-Salido: “se los ha sacado del terreno de juego muy rápido” y, por ello, no se han dado muchas situaciones en el mundo real para investigar qué pasa con los niños en las epidemias. Los pocos estudios que hay al respecto han encontrado indicios contradictorios. Una comunicación científica publicada en mayo no observó evidencia de transmisión de COVID-19 a partir de niños que fueron a la escuela en Irlanda antes de que se produjeran los cierres. Por otro lado, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) publicó en abril una revisión sobre el tema y concluía: “Los pacientes pediátricos de COVID-19 podrían no tener fiebre o tos. El distanciamiento social y los comportamientos preventivos de cada día siguen siendo importantes para todos los grupos de edad porque los pacientes con enfermedades menos graves y aquellos sin síntomas probablemente desempeñan un papel importante en la transmisión de la enfermedad”.

En conclusión, como explicaba el director de la OMS, “se necesita una comprensión clara sobre la actual transmisión de la COVID-19 y la gravedad del virus en niños”. La reapertura de los colegios en diferentes países como España quizás arroje luz en este asunto.

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