Las agresiones a médicos alcanzan el máximo de los últimos años con un sistema de salud saturado

“Cuando estás en primera línea, recibes”, apunta Juan González Armengol, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES). Las agresiones a profesionales sanitarios son una realidad y las cifras de la Organización Médica Colegial (OMC) son claras. Los médicos de atención primaria, los que deciden si derivan o no a un paciente en un centro de salud, los encargados de realizar el primer filtro en la asistencia sanitaria, son los que reciben el mayor número de agresiones, según cifras del observatorio nacional de agresiones de la OMC.

En 2016, registraron el 73% de las 495 que contabilizó esta corporación (55% en consulta y 18% en urgencias). Esas cifras suponen el mayor número de agresiones registradas desde el 2010. Aunque, según Armengol, la “saturación [de hospitales y centros de salud] no ayuda” a prevenir las agresiones a profesionales sanitarios, tanto los pacientes como sus familiares deberían “tener claras las expectativas” al acudir a un emplazamiento sanitario.

Desde la OMC consideran que la Administración es culpable“in vigilando” porque no “pone los medios” para evitar estas agresiones. El coordinador del observatorio, José Alberto Becerra, entiende que los profesionales pagan la saturación del sistema “porque son la parte visible”.

Centro de salud: la “oficina de reclamación”

“El paciente lo entiende como una oficina de reclamación. Si un familiar se enfada porque no operan a su madre o tardan en citarle, pega al que tiene accesible y no al que decide retrasar esa revisión”, incide este portavoz de la OMC.

Según los últimos datos emitidos por este observatorio, el 42% de estas agresiones fueron motivadas por “discrepancias con la atención médica”, el 15% por el “tiempo en ser atendido”, el 11% por “no recetar lo propuesto por el paciente” y “discrepancias personales” y un 4,5% por el “mal funcionamiento del centro”.

Estos profesionales aclaran que la medicina de familia es el foco de estos ataques porque en este tipo de atención se registran más consultas, 241 millones anuales frente a los 80 millones que se realizan en el hospital y 20 millones en las urgencias hospitalarias. Las agresiones en hospitales suponen el 17% del total y el 10% en el caso de las de urgencias hospitalarias. El global de estos ataques se distribuye entre amenazas (40,9%), insultos (45,7%) y lesiones (13,4%).

Denuncia por amenaza de muerte

El 1 de agosto a Pablo Simón le agredieron en las urgencias de un centro de salud en un municipio de Granada. Asegura que uno de los pacientes le amenazó de muerte esa madrugada, algo que no le había pasado nunca, lo que denunció porque considera que se “cruzó una línea” que no podía tolerar.

“Este tipo de comportamientos no son habituales. Aunque ha aumentado la frecuencia durante estos años, sigue siendo algo excepcional”, explica Simón.

Por un lado, este médico de familia apunta a un aumento del “estrés social” entre la población debido al deterioro de la situación económica. Por otro, señala el “abandono de la atención primaria”. “No hay apoyo, no se invierte en el sistema. Hay una situación de falta de suplentes y consultas sobrecargadas porque no se cubren las bajas”, asegura.

“La Administración debe entender que tiene que poner más personal. ¿Qué hacen cuando empieza la operación verano en la carretera? Ponen a más guardias civiles, más servicios de atestados, más controles. Sin embargo, aquí se da una situación inversa. En los meses estivales, cuando hay más presión asistencial en lugares de vacaciones, ponen menos médicos y no sustituyen las bajas”, responde el coordinador del observatorio nacional de agresiones, que considera que la prevención debería conllevar un aumento de inversión para “mejorar los servicios asistenciales”.

El presidente de SEMES explica que en los hospitales estas agresiones están relacionadas con pacientes, que una vez vistos en urgencias “están a la espera de cama”. “Cuando se alarga en el tiempo [de espera], aumenta el nivel de insatisfacción de los pacientes y sus familias, que también es lógico”, incide Armengol, que considera relevante saber manejar “umbrales de nerviosismo” de los pacientes y sus allegados

Endurecimiento de las penas en el Código Penal

Desde que se reformó en 2015 el Código Penal la agresión a un funcionario sanitario es considerada un atentado a la autoridad. El artículo 550 recoge penas máximas de prisión para este delito de cuatro años. Establece tres si el atacado es un funcionario público sanitario o educativo. Los profesionales consultados por eldiario.es consideran que los pacientes desconocen que se ha endurecido el castigo por pegar o insultar a estos profesionales. “El Código Penal lo conocen los penalistas”, sentencia Armengol.

El año pasado se registró el mayor número de agresiones desde el 2010. Con los 495 ataques contabilizados se ha alterado una tendencia que hasta entonces había marcado su máximo en 2011 con 493 agresiones, 416 en 2012, 354 en 2013, 344 en 2014 y 361 en 2015. La OMC considera que ahora no se producen más ataques, sino que se denuncian más.

“Creo que los médicos se sienten más respaldados por sus colegios, la asesoría jurídica está más pendiente y se personan como acusación hacia el agresor”, incide Becerra. Este médico de atención primaria explica que en su provincia, en Badajoz, son “contundentes” con este tipo de actuaciones. “Vamos contra los agresores. Hemos conseguido que el médico no facilite su domicilio cuando presenta su denuncia, facilitamos la localización del colegio de médicos de Badajoz para evitar amenazas”, incide Becerra.

A su vez, este profesional considera que la prevención se debería centrar en medidas formativas. “Es un problema de educación de la sociedad. Tendría que empezar en las escuelas, concienciar de que esto no puede ocurrir, pero no por ser médicos, tampoco le debería suceder a los docentes” [también se endureció la pena por agredirles en el Código Penal], asegura.

Simón coincide en destacar la necesidad de implementar programas centrados en educación para la salud, aunque reincide en destacar que actualmente los médicos de familia no tienen tiempo para poder hacer formaciones: “Que me digan cuándo. Si yo todo lo que hago es ver gente y no tenemos capacidad real”, responde. Además, pide a los pacientes que condenen y den una respuesta social cuando presencien este tipo de agresiones.

La OMC está desarrollando formaciones entre los médicos que han sufrido varios ataques, pero también con los residentes que acaban de terminar el MIR y se incorporan a las plantillas de los centros sanitarios. En estos cursos tratan de ayudarles con su capacidad de asertividad e intruirles en cómo hacer frente a situaciones conflictivas.