En algunas de las áreas más empobrecidas de Nairobi, organizaciones locales saben que repartir compresas “puerta por puerta”, y más en tiempos de COVID-19, evita embarazos no deseados entre jóvenes que, de otra forma, mantendrían relaciones sexuales para poder comprarse este artículo de primera necesidad.
“Por lo general, cuando eres estudiante tus padres te dan una pequeña paga, te compran ellos las compresas o bien organizaciones como la nuestra te las llevan a clase”, explica a Efe Everlyne Bowa, al frente de la Fundación Agape para el Empoderamiento de la Mujer y el Niño (AWOCHE) en el suburbio de Kibera, en Nairobi.
“Ahora, muchos padres se han quedado sin trabajo, sus hijas no están yendo al colegio, etc. pero si al final optan por recurrir al 'novio' (para poder comprárselas) se quedarán embarazadas. El hombre les dará el dinero, pero a cambio usará su cuerpo”, sintetiza Bowa.
En 2018, el Gobierno keniano anunció el reparto de compresas gratuitas a 4,2 millones de alumnas del sistema público, con el fin de paliar un absentismo escolar de unas seis semanas al año. Un programa interrumpido a los pocos meses y que nunca incluyó a los colegios informales que inundan los suburbios.
Además, la amenaza de la COVID-19 paralizó las iniciativas sociales que permitían a estas jóvenes adquirir compresas gratuitas en sus centros educativos.
En un intento de suplir esta falta y evitar un repunte de embarazos no deseados, voluntarias de AWOCHE reparten ahora “puerta por puerta” cajas de compresas entre las adolescentes de diversos barrios marginales, guiadas siempre por una joven local que conoce a quienes, como ella, no pueden permitirse los 70 chelines (unos 60 céntimos de euro) que cuesta un paquete.
“¿NO TIENES UN 'SPONSOR'?”
Ante la indiferencia sistemática del Gobierno hacia los barrios pobres nairobitas -perfilada por el desalojo de miles de personas en mayo y una creciente violencia policial que ha causado al menos 17 muertos en Kenia desde finales de marzo-, son las organizaciones comunitarias las que lideran una respuesta efectiva contra la pandemia.
“Sí que hay donaciones de alimentos, pero tienes que conocer a alguien para enterarte de cuándo suceden”, relata a Efe Cynthia Akinyi, madre adolescente de 19 años de complexión menuda y cabeza rapada, que reconoce no mantener ningún contacto con el padre de su hija de dos años.
“Sí, tener relaciones por dinero es algo habitual. La gente te pregunta ¿tú no tienes un 'sponsor'?”, afirma Akinyi, en referencia al anglicismo con el que se denomina en Kenia esta relación desigual de poder en la que un hombre (el llamado “patrocinador”) mantiene económicamente a una mujer, generalmente más joven, a cambio de sexo.
Una relación de posesión, de supervivencia, de encuentros esporádicos o extendidos en el tiempo que diversas voces expertas asocian -entre otras causas, como la pobreza o el matrimonio infantil- con la alta tasa de embarazos no deseados que sacude el país: superior al 15 % y estrechamente ligada al abandono escolar.
Según datos de la Fundación ZanaÁfrica, además de por quedarse embarazadas, al menos un millón de niñas en Kenia pierden clase todos los meses por no disponer de compresas, un “lujo” inalcanzable para el 65 % de las mujeres y adolescentes del país, sobre todo, en las áreas rurales.
UN EURO POR SEMANA
La necesidad fue también la que tiró de la mano a Yasmin Kekengo (nombre ficticio), de 16 años y embarazada de siete meses, a quien su novio Ismail solía dar 100 chelines semanales (menos de un euro) para que lo gastase en sus cosas y ayudase a su familia, dinero que ha desaparecido con la irrupción de la COVID-19.
“Cuando estudiaba, mi padre nunca pudo comprarme compresas porque éramos muchas chicas en casa y no podía permitírselo”, explica Kekengo, la mayor de seis hermanas y quien ahora malvive en un zulo de chapa y goteras en el barrio musulmán de Kambi Muro, también en Kibera.
No muy lejos de allí, Nathasa Omondi, de 15 años, se aferra con esperanza al paquete de compresas que acaba de adquirir gracias a AWOCHE, consciente de que, por el momento y mientras sigan cerrados los colegios, algo tan natural como menstruar no será un problema.
“Muchos padres se despiertan temprano, antes de que lo hagan sus hijas, y regresan cuando ya están dormidas. No les hablan de los riesgos de tener relaciones, de qué puede pasar”, reflexiona Omondi, para quien, quizá, “eso de tener un 'sponsor'” sea algo que una no se planeta mientras no le falte lo más básico.
Patricia Martínez