Un controvertido estudio afirma que los perros callejeros de Chernóbil son genéticamente diferentes a los demás

Eran las 13:10 del mediodía del domingo 27 de abril de 1986 cuando los habitantes de la ciudad ucraniana de Prípiat, a menos de tres kilómetros de la central de Chernóbil, escucharon en sus transistores la orden de evacuar. No llevaban equipaje. Les habían dicho que volverían a los tres días. La víspera acababa de producirse el mayor accidente nuclear de la historia. A las 17:00 horas todo había quedado desierto. Huyeron 50.000 personas, pero atrás dejaron decenas de perros esperando para siempre a sus dueños. Un estudio pionero ha encontrado ahora supervivientes de aquellos animales de compañía que todavía viven en la zona. “La diferenciación genética con respecto a otros perros de raza pura y de cría libre sugiere que las poblaciones de Chernóbil tienen una firma genómica única”, afirman los investigadores.

Tras la evacuación de las personas de la Zona de Exclusión de Chernóbil (ZEC) –un radio de unos 30 kilómetros alrededor de la central– las autoridades iniciaron el sacrificio de los animales abandonados para evitar la posible propagación de la contaminación radiactiva. Sin embargo, señalan los autores en su artículo, se cree que algunos perros lograron salvarse. Posteriormente habrían sido alimentados y cuidados en los campamentos de trabajadores de la limpieza de Chernóbil y, más recientemente, por los turistas nucleares.

La investigación, que publica este viernes la revista Science, ofrece “información valiosa” sobre la supervivencia de la vida en este entorno hostil, señalan sus autores. Sin embargo, expertos independientes ponen en duda que se puedan vincular las diferencias en la estructura poblacional canina de la región con la radiación presente actualmente en Chernóbil.

“Aislamiento reproductivo”

En total, han sido analizados 302 perros vagabundos que vivían en la ZEC y se han identificado poblaciones caninas cuyos diferentes niveles de exposición a la radiación pueden haberlas hecho genéticamente distintas entre sí y de otros perros de todo el mundo. Las barreras de seguridad erigidas para contener la radiactividad y mantener la seguridad interna dentro de la central habrían contribuido al “aislamiento reproductivo” y actuado como barrera del “flujo genético”, provocando una mayor endogamia en los perros de la central.

Transcurridos varios años después de la catástrofe, algunos residentes volvieron a las inmediaciones de la ZEC, en concreto a la ciudad de Chernóbil, ubicada a 15 kilómetros de la central. Esos pocos regresados –menos de mil, de los 14.000 que llegaron a vivir allí– habrían llevado consigo perros nuevos, que serían los responsables de las recientes aportaciones de razas modernas a la ciudad de Chernóbil.

Los perros de Chernóbil viven mucho menos que los perros domésticos (3-4 años frente a 10-12 años), pero es probable que esto se deba a su hábitat

Los perros analizados no comparten ningún rasgo diferencial externo. En declaraciones a elDiario.es, la autora principal de la investigación, Gabriella Spatola (bióloga de la Universidad de Carolina del Sur, en Estados Unidos), reconoce que no han realizado estudios de expresión genética. Tampoco han detectado enfermedades más prevalentes en estos animales: “Esto no es algo que hayamos investigado en el estudio”.

Su esperanza de vida sí es más corta, pero esto –matiza Spatola– no se debe necesariamente a la radiación: “Sabemos que los perros de Chernóbil viven mucho menos que los perros domésticos (3-4 años frente a 10-12 años), pero es probable que esto se deba a su hábitat. Como perros vagabundos, están expuestos a inviernos duros, depredadores, etcétera”.

Desacuerdo entre los expertos

Germán Orizaola, investigador en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, pone algunas objeciones a este trabajo en declaraciones al SMC España: “El estudio presenta buena calidad en sus análisis genéticos, pero al no incluir ningún dato que refleje la exposición a radiación en los individuos estudiados, sus conclusiones no pueden ir más allá del análisis de las dinámicas de una población de vertebrados asilvestrados. Es importante señalar que el estudio se ha realizado entre 2017 y 2019, cuando los niveles de radiación en la zona se han reducido más de un 90% desde el momento del accidente, y los isótopos más dañinos para los organismos vivos hace décadas que han desaparecido. Un aspecto preocupante es el hecho de que los autores no parezcan distinguir entre los efectos iniciales del accidente y la situación actual”. 

También se muestra escéptico James Smith, profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido): “Este estudio no vincula en modo alguno las diferencias en la estructura de la población canina con la radiación actual en Chernóbil. Solo muestra que hay una mezcla diferente de razas y familias en Chernóbil en comparación con los otros lugares, lo cual no es un hallazgo sorprendente dado que la población actual depende de la mezcla particular de razas que sobrevivieron al sacrificio de animales domésticos en 1986, así como a las introducciones posteriores.

El trabajo está bien realizado y aporta detalles fascinantes sobre poblaciones de perros sometidas a fuertes presiones. [Sin embargo] el diseño del estudio no permite explorar los cambios reales en el genoma debidos a una amplia exposición a la radiación

   

Sin embargo, una opinión más favorable expresa –también al SMC España– Stephen Chanock, director del área de Epidemiología y Genética del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos: “Se trata de un estudio importante y riguroso que sienta las bases para estudiar si la exposición continuada a la radiación podría dejar cicatrices en el genoma, una cuestión acuciante para animales y humanos. El trabajo está bien realizado y aporta detalles fascinantes sobre poblaciones de perros sometidas a fuertes presiones. [Sin embargo] el diseño del estudio no permite explorar los cambios reales en el genoma debidos a una amplia exposición a la radiación. Es de esperar que el próximo estudio aborde esta cuestión”.

Tres zonas distintas, distinta radiación

La llamada Iniciativa de Investigación de Perros de Chernóbil –el proyecto que ha llevado a estudiantes y científicos a la zona a realizar trabajo de campo– ha proporcionado atención veterinaria a estos perros desde 2017 y, simultáneamente, ha recogido muestras de sangre para análisis genéticos. Los perros estudiados vivían en tres zonas distintas, a diferentes distancias de los reactores nucleares: en la propia central, en la ciudad de Chernóbil –a 15 kilómetros de la central– y en la localidad de Slavútich, a 45 kilómetros de la central.

Los investigadores identificaron en total 15 estructuras familiares complejas exclusivas de la población de Chernóbil en comparación con otros perros de todo el mundo. También hallaron amplias variaciones genómicas dentro y entre ubicaciones geográficas de la ZEC, “lo que sugiere que estos perros se desplazan entre emplazamientos, viven cerca unos de otros y se reproducen libremente”, señalan en un comunicado de prensa.

Los perros analizados no comparten ningún rasgo diferencial externo

No obstante, advierten de que aún no está claro hasta qué punto las poblaciones de perros se han expandido desde sus fundadores originales de 1986, cuántas poblaciones distintas quedan, cuán diversas son estas poblaciones o si están limitadas por restricciones geográficas. 

El mayor potencial de esta investigación sobre la población canina de Chernóbil, afirman, reside en “la comprensión de los fundamentos biológicos de la supervivencia animal y humana en regiones donde la agresión ambiental es elevada y continua”.