Malaria, desnutrición, diarrea, cólera, SIDA, tuberculosis... En los países más pobres del mundo se producen millones de muertes por causas que en los países desarrollados no tendrían un desenlace fatal. Las graves carencias de los servicios sanitarios, la falta de salubridad (agua potable, alcantarillado...) y las dificultades para mantener una alimentación sin déficits nutricionales provocan, junto a otros factores, que los países pobres tengan hasta 18 años menos de esperanza de vida que los países ricos. Los efectos de la desigualdad sobre la salud de sus habitantes no terminan ahí. Ante nuevas epidemias, los países con peores condiciones socioeconómicas también son los más vulnerables y los que suelen resultar más afectados por crisis sanitarias, con efectos dañinos no solo sobre la salud de sus habitantes, sino también para su ya maltrecha economía.
La principal razón por la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la emergencia internacional por el coronavirus no fue por la situación en China, sino por el riesgo de que el coronavirus se extendiera a países que no están preparados para hacerle frente. “Tememos que el virus se extienda a países con sistemas sanitarios más débiles” afirmó el director de la OMS Tedros Adhanom el 31 de enero.
El Banco Mundial, consciente de este hecho, publicó una declaración el 3 de febrero que decía: “Mientras el nuevo coronavirus se extiende, el Banco Mundial está revisando sus recursos financieros y técnicos, que pueden movilizarse rápidamente para apoyar a los países afectados y ayudar a los trabajos en marcha para salvar vidas, detener la transmisión y mitigar el impacto de este virus. El Banco Mundial está preparado para apoyar a todos los países, especialmente a aquellos más pobres y vulnerables, para ayudarles a gestionar el creciente impacto de este virus”.
El círculo vicioso de la falta de recursos
Si un país con los recursos de China está teniendo dificultades para contener la epidemia y ha tenido que tomar drásticas medidas entre la población, con evidentes consecuencias económicas, ¿qué podría ocurrir si el virus llega a las fronteras de los países más pobres? Las autoridades sanitarias internacionales son conscientes de que estas naciones presentan una serie de debilidades que las sitúan en una posición muy vulnerable.
Por un lado, muchos de estos países no cuentan con sistemas sanitarios capaces de atender a un número extraordinario de enfermos, ni tampoco con recursos suficientes para detectar los casos de coronavirus y aplicar acciones para evitar su transmisión a otras personas. A menudo, dependen de la ayuda internacional para hacer frente a crisis sanitarias, lo que entorpece el rápido establecimiento de medidas sanitarias para evitar o contener la epidemia y tratar a las personas afectadas.
Por otra parte, el estado de salud general de los habitantes en estos lugares es peor que en los países desarrollados, lo que puede llevar a que el coronavirus, aunque tenga una letalidad muy baja, provoque más enfermedades graves y muertes bajo estas circunstancias. Además, la aplicación de estrictas medidas para contener la epidemia o incluso la posible expansión de la epidemia puede llevar a un perjuicio económico considerable que merme aún más sus sistemas sanitarios y económicos.
Se trata de la pescadilla que se muerde la cola: una economía y un sistema sanitario débiles que se vuelven aún más precarios ante nuevas epidemias por no tener precisamente la capacidad para hacerles frente. Este fenómeno es bien conocido: las crisis médicas globales provocan mayores estragos precisamente en los países más pobres. La crisis del ébola entre los años 2014 y 2016, por ejemplo, provocó un daño estimado para el producto interior bruto de más de 2,8 mil millones de dólares en Guinea, Liberia y Sierra Leona y causó más de 11.000 muertes en el noroeste africano.
La OMS está llevando a cabo múltiples acciones para asegurarse de que se toman medidas frente al coronavirus en diversos países del continente africano. Matshidiso Moeti, director regional de la OMS en África alertó de que: “Es crítico que los países aumenten su preparación y que, en particular, establezcan mecanismos efectivos de screening en los aeropuertos y otros puntos importantes de entrada para asegurar que los primeros casos se detectan rápidamente”.
El principal temor de las autoridades sanitarias es que el virus llegue a los países más desfavorecidos y se expanda hasta un punto en el que se saturen sus sistemas sanitarios y no tengan la capacidad para contener la epidemia, lo que allanaría el camino para el desarrollo de una pandemia global.
Una predicción matemática de su expansión
El temor a que el nuevo coronavirus aparezca en regiones menos desarrolladas ha llevado a tomar drásticas medidas en múltiples países africanos, de América Latina y diferentes islas del Pacífico. En las islas Marshall y Samoa han establecido una prohibición total de entrada para los viajeros sospechosos de estar infectados con el coronavirus. En el Congo han suspendido todas las actividades comerciales con China, mientras en Nigeria han solicitado a todas las personas procedentes de China que se aíslen voluntariamente durante dos semanas, incluso si no están enfermos. En Mozambique, el gobierno ha rechazado visados de ciudadanos chinos y prohibido a sus habitantes que viajen a China.
Son medidas especialmente prudentes que buscan impedir la llegada del virus. Al final, la evolución de la epidemia del coronavirus en el mundo y que ésta se convierta o no en una pandemia va a depender en gran medida de la respuesta de los países más pobres y las organizaciones que los apoyan.
Investigadores del Instituto de Matemática Interdisciplinar de la Universidad Complutense de Madrid han desarrollado una proyección de cómo podría evolucionar la epidemia, basándose en los datos disponibles actualmente. Los resultados del modelo –que ya se ha utilizado con éxito en la epidemia de ébola de 2014-1016– indican que el coronavirus podría afectar a entre 60.000 y 70.000 personas en China, y podría provocar más de 3.000 muertes.
A nivel internacional, la enfermedad podría afectar hasta a 47 países, incluyendo algunos europeos que aún no cuentan con casos. Sin embargo, la proyección señala un número de casos inferior a 200 en todo el continente.
“Los resultados dependen bastante de la calidad de los datos utilizados sobre la enfermedad, y una gran incertidumbre sigue planeando sobre algunos de ellos”, advierte Benjamín Ivorra, uno de los especialistas. Esto podría provocar cambios importantes en los resultados finales, que indican que la epidemia podría extenderse hasta julio de 2020, estabilizándose a finales de abril.
La buena noticia es que, de acuerdo con estas predicciones, grandes áreas con países en desarrollo como Latinoamérica y África registrarían una cantidad mínima de casos. Sí afectaría a países asiáticos, pero sin grandes pérdidas humanas.