COVID-19: Esto es lo que sabemos sobre la inmunidad de las vacunas

Carmen Álvarez Domínguez

Bioquímica y bióloga molecular, inmunológa, experta en vacunas y profesora de investigación en Procesos Sanitarios en la Facultad de Educación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja —

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Estos días, miles de personas están recibiendo la dosis de recuerdo de la vacuna. ¿Por qué es necesaria? ¿Cuándo se hace efectiva la inmunización? ¿Cuánto dura? ¿Es inmune un vacunado a cualquier cepa? ¿Es más efectiva la inmunidad según el tipo de persona que recibe la vacuna? Esto es lo que sabemos hasta el momento.

¿Por qué se necesita doble dosis de las vacunas actuales contra COVID-19?

Para explicarlo, empecemos por el principio. La respuesta inmunológica frente a las vacunas COVID-19 empieza cuando nos inoculan el antígeno del patógeno. Es decir, una pequeña parte del virus que no es peligrosa, y que se ha comprobado que logra inducir una respuesta inmunológica similar a la que producía el agente infeccioso, pero sin causar la enfermedad.

Tras la inyección, las células de la primera línea de defensa inmunológica responden produciendo anticuerpos y células T de memoria. Si en el futuro se vuelven a encontrar con el patógeno, los anticuerpos podrán bloquearlo, mientras que las células T destruirán las células de nuestro cuerpo a las que haya infectado.

Esta respuesta inicial se desarrolla entre 7 y 14 días después de recibir la primera dosis de la vacuna frente a COVID-19. Transcurrido ese tiempo, vuelve a su punto inicial. Y es entonces cuando se puede volver a inocular una segunda dosis del antígeno y generar otra oleada de células de memoria que amplifiquen la primera respuesta.

¿Cuándo se hace efectiva la inmunización?

No todas las vacunas necesitan doble dosis para generar una respuesta inmunológica potente y de gran amplitud. Solo le ocurre a las vacunas basadas en pequeños antígenos, pero no a aquellas diseñadas a partir de patógenos completos inactivados. Es el caso de las vacunas de Pfizer y Moderna, basadas en ARN, que es una molécula bastante diminuta.

Teniendo en cuenta el tiempo de espera entre la primera y la segunda dosis, hará falta que transcurra casi un mes y medio antes de considerar a alguien correctamente vacunado frente a COVID-19.

¿Cuánto dura la inmunización con una vacuna? ¿Sirve para todas las cepas?

Aunque es variable y depende de cada antígeno, lo que se ha observado en los ensayos clínicos con las vacunas de COVID-19 es que la respuesta inmunológica dura entre cuatro y seis meses. Incluso es posible que dure bastante más.

Una vez vacunados, ¿nuestro sistema inmunológico va a reconocer cualquier variante o cepa del virus SARS-CoV-2 si nos infectamos? Puesto que la respuesta memoria se compone de dos tipos de células, y estas células reconocen al antígeno del virus de forma algo diferente, no es fácil que una variante nueva afecte a ambos tipos celulares a la vez. Es decir, que si una variante afectara a la capacidad de reconocerla de alguna célula T de memoria, todavía tendríamos un amplio repertorio de anticuerpos que podrían neutralizar al virus. Y lo mismo si es al revés.

Además, afortunadamente la tecnología de las vacunas ARN permite modificarlas rápidamente y adaptarlas con facilidad a las nuevas variantes. En definitiva, parece que siempre tendremos vacunas que sean eficaces frente a las nuevas cepas.

¿Qué factores influyen en la respuesta inmunológica a las vacunas?

Para empezar, depende de la edad. La respuesta inmunológica también envejece, y eso implica que tanto las células T como las células B productoras de anticuerpos responden peor en las personas mayores. Es lo que en la jerga se denomina senescencia inmunológica.

La genética tampoco le es indiferente. La respuesta a las vacunas puede verse perjudicada por deficiencias genéticas que afecten a las células del sistema inmunológico o bien a la producción de sustancias que regulan la respuesta inflamatoria y la función del sistema inmune, entre ellas las citoquinas.

En cuanto al género, diversos estudios apuntan a que las vacunas son más eficaces protegiendo a las mujeres del tétanos, la gripe y otras enfermedades infecciosas.

A esto hay que sumarle otros factores, como infecciones silenciosas que podemos tener sin saberlo a la hora de vacunarnos. O estar sometidos a tratamientos con antibióticos y otros fármacos cuando vamos a inocularnos.

Incluso hay evidencias de que nuestra dieta, el consumo de alcohol, el ejercicio físico que practicamos o el estrés condicionan la respuesta a la vacunación.

Por último, cualquier condición física que disminuya nuestro estado inmunológico, ya sea una enfermedad o una condición no patológica como el embarazo, podrían reducir la respuesta a las vacunas.

¿Qué pasa una vez que nos hemos vacunado? ¿Podemos relajarnos frente al virus?

La respuesta es un rotundo no. Una vacuna no es ni mucho menos un medicamento que mate al virus. Únicamente previene la infección o reduce la gravedad de la enfermedad. No hay que olvidar que la vacunación individual no va a hacer desaparecer al virus. Solo cuando un amplio porcentaje de la población esté vacunado tendremos una buena inmunidad global frente a COVID-19.

Además, aún es pronto para saber si la vacunación tiene efecto en la transmisión del virus. Habrá que esperar a que un número alto de la población esté vacunado para poderlo determinar. Hasta entonces, el mejor apoyo que podemos dar a la campaña de vacunación es seguir aplicando las medidas de mascarillas, distancia social y evitar situaciones de riesgo.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leerlo aquí.