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Crear una élite de estudiantes en la escuela pública, un proyecto que no despega tras una década de experimentos

La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una visita al IES San Mateo en 2022. / Comunidad de Madrid

Sofía Pérez Mendoza

19 de noviembre de 2023 22:38 h

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La idea de crear un cuerpo de élite de estudiantes en la escuela pública ha tenido pico y valles desde que la presidenta madrileña Esperanza Aguirre (PP) la soñó por primera vez hace más de una década. El ensayo de agrupar a los estudiantes con las notas más altas se implantó en la Comunidad de Madrid bajo un manto de críticas y en los años siguientes intentó replicarse en varias comunidades. Castilla y León y Murcia son las únicas, junto con la cuna ideológica del proyecto, que lo mantienen en pie tras diez años de experimentos. Entre los tres territorios suman alrededor de 3.000 estudiantes. Castilla-La Mancha y la Comunitat Valenciana probaron el modelo pero lo abandonaron.

“Creemos en la igualdad de oportunidades, pero no en la igualdad de resultados. Igualar a la baja es lo más perjudicial que hay en la vida”. Isabel Díaz Ayuso, la actual presidente autonómica, pronunció estas palabras en el acto del décimo aniversario del Bachillerato de Excelencia. En él habló también el director del IES San Mateo, el único instituto público de España dedicado exclusivamente a enseñar a estudiantes con más de un ocho de nota media. “No obligamos a venir nadie [...] No segregamos, sino que congregamos a un grupo de gente: mayores que quieren enseñar y chicos que quieren aprender”, defendió Horacio Silvestre, un catedrático de Latín elegido para el puesto por Aguirre y su entonces consejera de Educación, Lucía Figar, en 2012.

Actualmente hay 1.000 alumnos y alumnas en este tipo de bachillerato en Madrid, un 0,9% de los estudiantes que cursan esta etapa. El crecimiento ha sido a cuentagotas pero constante: el programa empezó en 2011 con 136 estudiantes. En los dos últimos años, el Gobierno regional ha sacado 100 nuevas plazas –42 en 2022 y 68 en 2023– y la modalidad está implantada en 43 aulas de 18 centros educativos (uno de ellos, el San Mateo, es exclusivo para este alumnado). Siguen el mismo currículo que sus compañeros pero “con un mayor grado de profundización en las materias ordinarias” y “una hora más a la semana de inglés”, según el último informe de la Consejería de Educación sobre la situación en las aulas. Todos los estudiantes deben hacer un proyecto de investigación que puede subir su nota media.

“Tener ocho alumnos con hambre de aprender es una 'perita'”

Ricardo Cordero fue profesor del programa durante nueve años en el instituto IES Pintor Antonio López (Tres Cantos). “Tenía ocho alumnos de Dibujo Técnico con un hambre de aprender increíble. Para un docente es una perita, un lujazo”, explica tras dejar el centro para trasladarse a un otro de difícil desempeño de Vallecas. En cuestión de años, ha transitado de un extremo a otro de la educación pública madrileña.

Su paso por el Bachillerato de Excelencia acabó con un balance positivo, admite, aunque no estuvo exento de contradicciones personales. Entre el claustro había reticencias de otros profesores, que consideraban que una sola aula, con menos alumnos que el resto, retenía recursos de todos. “Eran conversaciones de café, discretas, pero había algunas quejas y las entiendo”, asegura en conversación con elDiario.es. El perfil del alumnado era el más homogéneo que había visto hasta el momento en su carrera: chicos y chicas muy motivados, estudiosos y de familias de la élite socioeconómica. Se notaba –reparaba– en los viajes, las actividades extraescolares y en la ropa.

“El proyecto puede no parecer negativo, pero cuando se pone en marcha se detectan los fallos y el aumento de las desigualdades”, sostiene Teresa Jusdado, secretaria de Educación de UGT Madrid. A nivel individual, analiza Jesús Rogero, profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, “es fácil estar de acuerdo con el modelo, comprar el discurso, pero a los excelentes se les puede cuidar en el Bachillerato ordinario atendiendo a la diversidad”.

Detrás de ese modelo, en opinión de Cynthia Martínez-Garrido, profesora de Métodos de Investigación Educativa de la Universidad Autónoma de Madrid, “hay una perversión de la idea de que la educación te permite ascender socialmente”: “Es querer ascender más que el resto y, sobre todo, potenciarlo desde edades tempranas”.

El proyecto puede no parecer negativo, pero cuando se pone en marcha se detectan los fallos y el aumento de las desigualdades

Teresa Jusdado, UGT

Tras la estela de Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha y la Comunitat Valenciana, todas gobernadas por el Partido Popular, abrieron aulas de excelencia en la educación post obligatoria. “Castilla-La Mancha contará por primera con un bachillerato que potenciará la cultura del esfuerzo”, anunció el Gobierno de María Dolores de Cospedal en 2013. “Cheste albergará el bachillerato para alumnos superdotados”, tituló la prensa regional valenciana.

La experiencia duró tres cursos. Desapareció de la política educativa de las dos comunidades coincidiendo con un cambio de signo político en los gobiernos. Los valencianos lo sustituyeron por un proyecto del Ministerio de Educación llamado Profundiza, basado en actividades extraescolares para ampliar conocimientos. Los programas requerían una nota que fuera superior a ocho en la Comunitat Valenciana y a siete en Castilla-La Mancha.

Castilla y León se agarró más tarde al modelo pero ha resultado más estable, entre otras cosas porque el PP lleva gobernando desde 1987. Hoy existen 27 centros operativos (seis en Valladolid y uno al menos en el resto de provincias) que suman 666 estudiantes, según datos facilitados por la Consejería de Educación. El Gobierno regional autoriza que el número de alumnos y alumnas por clase sea inferior a las demás, entre 15 y 25. Lo mismo pasa en Madrid: la última instrucción para el curso 2023-2024 dicta que la ratio será igual –hasta 30 alumnos– aunque “excepcionalmente” se puede abrir un aula con menos estudiantes.

La excelencia es solo de ciencias

Este hecho, el referido a las ratios, motiva algunas de las críticas al programa, junto a los pluses de salario que recibe el profesorado. En el caso de Madrid, los incentivos salariales también se reciben en la modalidad bilingüe, ampliamente implantada en colegios e institutos de la región, y en el bachillerato internacional. Los extras oscilan entre los 61 y los 240 euros mensuales, según las últimas tablas salariales de la Consejería de Educación madrileña.

Otra crítica recurrente es el enfoque hacia las ciencias. El 90% de los bachilleres de excelencia en Madrid están en esta rama, lo que indica, para UGT, que “hay una desigualdad de enfoque también por estar dirigidos sobre todo a alumnado que curse luego ingenierías”, dice Jusdado. Para el curso 2023-2024, existen cuatro aulas para impartir la modalidad de Ciencias Sociales y Humanidades y ninguna de Artes.

La mayoría de los alumnos y alumnas de Cordero, confirma el profesor, tenían intención de estudiar ingenierías superiores o arquitectura. La Consejería de Educación, a preguntas de elDiario.es, responde: “Estamos estudiando introducir nuevas modalidades y vías”. En Castilla y León, 13 de las 27 aulas abiertas son de Ciencias, seis de Humanidades, seis específicas de Idiomas y dos de Artes.

El Defensor del Pueblo dio en 2018 un tirón de orejas al Gobierno madrileño por la selección del profesorado para el programa. Una gran parte de la plantilla del IES San Mateo estaba en comisión de servicio. Hace cuatro años, el Ejecutivo anunció que haría un concurso de méritos para dejar de nombrar a dedo –dentro del cuerpo de funcionarios– a los docentes de esta modalidad, pero la Consejería de Educación no aclara a este medio si ha llevado ese cambio a término.

La segregación por arriba no mejora el rendimiento de los mejores, sino que perjudica a los que están en grupos menos aventajados

Jesús Rogero, profesor de Sociología de la UAM

En el mapa nacional merece atención la Región de Murcia. Fue pionera en una modalidad de educación post obligatoria que tiene otro nombre pero, a efectos, es muy asimilable al de excelencia. Se llama Bachillerato de Investigación y empezó a rodar en 2007 en cinco institutos de manera experimental. Se imparte en 24 centros y tiene más alumnos que la Comunidad de Madrid (1.176 en 2021).

El discreto avance en las comunidades que continúan con este modelo, ¿es consustancial a la exclusividad o habla de una pérdida de interés? “No es tan fácil reunir en un centro a alumnos con buenas notas” en una etapa como Bachillerato en la que cada puntuación cuenta para la nota media y marca el lugar, más o menos prioritario, desde el que solicitar el acceso a la universidad, sostiene Cordero, que considera que no todos los chavales y chavalas quieren cambiarse de centro para cursarlo. Y tampoco todo el mundo quiere someterse a una presión extra. Una vez dentro, ocurre a veces que los estudiantes abandonan. En la experiencia de Ricardo Cordero pasó dos veces en nueve años. “Colapsaron y se cambiaron al ordinario”, cuenta.

“El bachillerato ya es bastante complicado por el modelo teaching to the test –enseñar para el examen–”, reflexiona el sociólogo Jesús Rogero. Considera, como también la profesora Martínez-Garrido, que el modelo segrega “por arriba”. “Eso no mejora –argumenta– el rendimiento de los mejores, sino que perjudica a los que están en grupos menos aventajados”. A los estudiantes que quieren ingresar al programa se les pide “especial motivación”.

Con información de Alba Camazón, Elisa Reche y Alicia Avilés.

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