España puede aún estar orgullosa de su sistema sanitario. En la radiografía que elabora la OCDE de los sistemas de salud, el español destaca por varias razones: es uno de los países con mejor sistema de prevención y con un alto grado de confianza, que se ve, por ejemplo, en el número de personas que se vacunan contra la gripe, y se encuentra por encima de la media en el acceso a la salud. Aunque es de los que menos invierten por habitante, el informe, con datos de 2020, remarca que el sistema sanitario español es más eficiente que otros.
La clave de todo esto es la atención primaria, el gran foco de preocupación en este momento, en el que se multiplican las protestas del personal sanitario en varias comunidades autónomas. En paralelo al estudio de la OCDE, esta semana se publicaba el Barómetro Sanitario del mes de noviembre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que muestra cómo al sistema empiezan a saltársele las costuras, precisamente en la base de su funcionamiento, si se compara con los datos de 2019, más próximos a la elaboración del informe internacional.
La encuesta del CIS pone en evidencia la degradación en la puerta de entrada sanitaria. Siete de cada diez personas que necesitaban ver a un médico tuvieron que aguardar más de dos días para ser atendidos en la atención primaria. Solo el 20% fue atendido en la misma jornada o la siguiente a la que pidió la cita y la mitad sufrió una demora de más de una semana. Un 18,7% estuvo esperando siete días para ser visto por el médico de familia, el 12% se fue hasta los ocho días y uno de cada cuatro, un 23,3%, por encima de los 11 días.
Este dato contrasta con el barómetro de 2019, cuando el 52,9% de la población tuvo acceso a la atención primaria en esas primeras horas. El 31,3% fue visto por un médico entre tres y siete días después de pedir cita y solo el 9% tardó más de una semana, casi tres veces menos que en noviembre de este año.
La pandemia ha puesto la puntilla a un primer escalón asistencial que ya venía desgastado, pero que ahora paga las consecuencias de años de reivindicaciones desatendidas. “Hemos tocado fondo, todo el mundo sabe que existe un punto de ruptura”, señalaba la secretaria técnica de Atención Primaria de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), Ana Giménez, a elDiario.es.
Los datos del CIS contrastan con lo que ocurría hace apenas tres años y van en línea con las reivindicaciones de las plantillas de los centros de salud: agendas sobresaturadas, jubilaciones, bajas y vacaciones que no se cubren y profesionales exhaustos que no llegan a prestar una atención personalizada ni de seguimiento. “La COVID incidió sobre un sistema sanitario muy debilitado y lo llevó prácticamente al borde del colapso. Las administraciones no han hecho los esfuerzos necesarios para reflotarlo y [desde 2019] todos los datos han empeorado”, señala el presidente de la Federación de Asociaciones para la defensa de la Sanidad Pública (Fadsp), Marciano Sánchez.
En cualquier caso, el apoyo de la población a la sanidad pública es contundente: según el CIS, las urgencias y los ingresos hospitalarios son los servicios mejor valorados –con un notable–, seguidos por la atención primaria, que pese a que tiene a todo el sector levantado por las condiciones laborales se mantiene como el servicio ordinario con mejor nota. El apoyo a estos profesionales ya quedó patente hace unas semanas en Madrid, con la masiva manifestación que sacó a la calle a cientos de miles de personas.
En gasto sanitario, España está en la media europea si se toma en cuenta el porcentaje del PIB: 10,7% frente al 10,9%. Sin embargo, si se elabora una clasificación de gasto por habitante, pasa a la parte media de la tabla, con 2.588 euros por persona, lejos de los 3.159 euros de media en la Unión Europea y muy lejos de otros países como Reino Unido, Francia, Alemania o Suiza. Los países que se encuentran por debajo son, en general, aquellos que partían de una situación económica y social más complicada en las últimas décadas.
Por comunidades autónomas, según datos de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, las que menos invirtieron en gasto sanitario en 2021 fueron Madrid, Catalunya, Andalucía, Murcia y la Comunitat Valenciana. Precisamente, son estos algunos de los focos principales de conflicto entre las administraciones y los profesionales sanitarios.
“Lo más preocupante es que teníamos un sistema sanitario que era una envidia a nivel internacional y ese gran activo lo estamos empezando a perder”, apunta Sánchez. Pese a la comparativa de la OCDE, el sistema de atención primaria como el español no está implantado en todos los países europeos. Lo hay en aquellos que tienen una cobertura nacional, como Reino Unido, Portugal, Irlanda, Noruega o Suecia, mientras otros, como Alemania o Bélgica, se vuelcan más hacia la consulta privada.
La espera se dispara con las especialidades
Después de la primera atención, la espera se dispara para quien la necesita. Tres de cada cuatro españoles vieron cómo pasaba más de un mes para ser atendidos por un especialista una vez fueron derivados desde la consulta de su médico de familia, según los datos del CIS. Para uno de cada tres (un 37,9%, en concreto) el plazo se fue por encima de los tres meses.
El informe de la OCDE también deja ver otras debilidades de la sanidad pública española: hay pocas camas hospitalarias por habitante, algo que se nota cuando llegan los picos de gripe y la ocupación roza o supera el 100%. Ha ocurrido estas semanas con los ingresos de los más pequeños por bronquiolitis. Y estamos entre los peores en el acceso a la salud dental. Además, está el tema de los recursos humanos: en 2020 había más médicos que en la media europea, pero menos enfermeras y los profesionales están entre los que peores condiciones laborales tienen respecto del resto de países europeos.
España tiene 4,6 médicos por cada mil habitantes, en la parte alta de la tabla y por encima de los 4 de media. El informe de la OCDE no tiene en cuenta, por ejemplo, la dispersión de la población, ni las especialidades. Y en este punto vuelve a flaquear la atención primaria. En este país hay unos 42.000 profesionales médicos que trabajan en este primer escalón asistencial, según datos del Ministerio de Sanidad. Uno de cada tres tienen más de 60 años, por lo que alrededor de 12.000 habrán superado su edad de jubilación de aquí a 2027.
El Ministerio ha propuesto un “proyecto piloto” para retener a esos médicos en los próximos tres años, mientras trata de atraer a nuevos profesionales a través del incremento de plazas para la formación sanitaria especializada. En cualquier caso, España es un importador de médicos: llegan más extracomunitarios de los nacionales que se van por las malas condiciones laborales frente a otros países europeos.
Donde España baja la media es en enfermeras por cada 1.000 habitantes. Aquí hay 6,1, frente a las 8,3 de media europea, y por debajo de países como Suiza (18,4), Noruega (18) o Islandia (15,6). El informe de la OCDE concede, no obstante, que en España hay auxiliares que prestan apoyo a estas profesionales.
Menor número de ingresos evitables
De acuerdo con la radiografía de la OCDE, tenemos uno de los sistemas sanitarios más eficientes, teniendo en cuenta otros factores importantes. Estamos, de hecho, entre los países con menor número de ingresos hospitalarios evitables: por ejemplo por infarto o diabetes. Lógicamente esto ahorra costes y saturación hospitalaria, además de contribuir al bienestar de los pacientes. Y la clave de esto es la atención primaria, donde los ciudadanos tienen un seguimiento cercano y donde se puede desarrollar la medicina preventiva y el trabajo de enfermería en este flanco.
Por contra, cuando esta atención cercana se resiente aumentan los pacientes en las urgencias hospitalarias por cuadros agravados o por cuestiones que podría resolver el médico de familia, saturando la capacidad de las emergencias. También por cuestiones que no se han tratado a tiempo y que aumentan la mortalidad evitable. De hecho, España era en 2019 uno de los países con menor mortalidad prevenible por dolencias como el cáncer de pulmón, enfermedades del corazón o vinculadas al alcohol, etc. y tratables, como el cáncer de mama o colorrectal, infartos, etc.
Esto se debe, en buena parte, a los sistemas de prevención. Por ejemplo, España es de los países europeos donde más mujeres se hacen una mamografía anual para detectar el cáncer de mama. O donde más confía la gente en el sistema sanitario: antes de la pandemia ya se registraba uno de los mayores porcentaje de población de más de 65 años vacunada contra la gripe. Algo que ha tenido repercusión en el éxito de la campaña de vacunación contra la covid-19, basada en las enseñanzas adquiridas de la atención primaria y los grupos etarios que tan buen resultado dan año a año.
Y también es uno de los países con la sanidad más universalizada: España es donde hay menos necesidades insatisfechas de examen médico debido a razones económicas, geográficas o de tiempo de espera. De nuevo, la OCDE toma datos de 2019. Desde entonces, el número de asegurados ha crecido en dos puntos, el mayor ascenso en dos años en la última década. El 24,4% de la población tiene una póliza privada, en torno a un millón de personas más que antes de la pandemia.
El deterioro en la atención primaria amenaza también esta accesibilidad. “En los barrios donde el nivel sociosanitario de la población es mayor y otros sistemas son accesibles, los médicos de familia están atendiendo una media de 35 pacientes al día o incluso menos. Luego están los barrios periféricos, del sur de las grandes ciudades, donde siempre empiezan las crisis, donde siempre han faltado médicos y donde la población no tiene otro sitio al que ir. En estos centros de salud se están atendiendo a 40, 50, 60 pacientes al día... o incluso 100 en momentos de pico, como las epidemias de gripe o bronquiolitis”, explicaban desde la CESM.
“Cuando aparecen demoras que son inasumibles por parte de los pacientes, la gente se busca la vida. Las salidas naturales son acudir a las urgencias hospitalarias, que se han incrementado mucho mientras disminuye el porcentaje que entra e ingresa, y la otra es el sector privado, al que solo puede recurrir quien tiene una economía que se lo permite. Las familias que tienen que plantearse si comen más o menos carne o ponen más o menos la calefacción no tienen una alterativa de atención sanitaria”, coincide Sánchez.
Las debilidades: salud dental, camas hospitalarias y enfermeras
En salud dental estamos entre los países donde más gente tiene sus necesidades insatisfechas debido a razones económicas. De hecho, España es uno de los pocos países del entorno sin cobertura pública en salud bucodental. En los últimos años esta se ha extendido a los niños, pero deja desatendidos a los adultos, donde la cartera se limita a extracciones y tratamientos de infecciones.
De hecho, en 2019, 150.000 familias se situaron bajo el umbral de la pobreza en España tras tener que asumir “gastos catastróficos”, vinculados con la atención dental y los productos sanitarios, según un informe de la OMS.
Otro de nuestros puntos débiles es el sistema hospitalario. Somos de los países con menor número de camas hospitalarias por habitante que tienen su efecto en la atención: de los países con mayor ocupación de camas y con menor número de altas hospitalarias por habitante.