La cuarta ola evoluciona con grandes diferencias entre comunidades autónomas

Belén Remacha

11 de abril de 2021 21:01 h

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El coronavirus nunca ha avanzado de manera homogénea por España. En marzo de 2020 ya fue incluso a cuatro velocidades: en lo considerado lo peor de la pandemia hubo comunidades que detectaron muy pronto transmisión comunitaria y otras que, debido al cierre general, apenas contaban casos. Madrid ha encabezado siempre, en las tres olas, algunos de los peores datos, pero en verano fueron Aragón y Catalunya la avanzadilla de la segunda. En las últimas semanas no todas han seguido el mismo ritmo, y, por tanto, no todas comienzan la incipiente cuarta partiendo de la misma posición. 

La Comunitat Valenciana ha logrado el objetivo marcado por el Ministerio de Sanidad para todas: estar por debajo de los 50 casos de COVID-19 por 100.000 habitantes cada 14 días. Desde hace días contabiliza en torno a 34. Murcia, Galicia y Baleares se han quedado cerca, con incidencias de 67, 67 y 64 respectivamente. En el otro extremo está Navarra, con unos 380; Madrid, 315; Euskadi, 290; y las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, 433 y 482. Todas estas por encima de riesgo extremo que marca el semáforo del Ministerio de Sanidad. Todas las demás comunidades comienzan la cuarta ola notificando entre 100 y 200 casos cada 100.000 habitantes, riesgo entre medio-alto y alto.

¿Por qué tanta diversidad? Responde en primer lugar Pere Godoy, ex presidente de la Sociedad Española de Epidemiología: “Seguimos analizando muchas cosas del virus, pero otras están cada vez más claras. Y no hay grandes secretos. En Portugal han logrado estar tan bajos después de 2 ó 3 meses de una reducción de contactos sociales muy drástica. Eso, y seguir con todas las medidas de distancias, mascarillas e higiene, es la única clave”. Godoy añade sobre el caso más exitoso, el de Valencia, que ahí ha habido “restricciones altísimas”; con hostelería cerrada durante buena parte del invierno, comercios clausurando a las 18:00, toque de queda a las 22:00, y ni siquiera se permitió la apertura a familiares durante las navidades. “Y ahora están desescalando de forma bastante prudente, sin abrir alegremente”, sigue Godoy, jefe de vigilancia en Lleida. “Nos tenemos todavía que mentalizar: hay un porcentaje de transmisión muy alto a partir de casos sobre todo presintomáticos. Solo se corta reduciendo el contacto social”.

Mario Fontán, ex presidente de la plataforma MIR de Medicina Preventiva, sostiene algo parecido. “Las medidas son un factor relevante, pero todavía no se pueda discernir el impacto de cada factor”, explica. Es decir, en primer lugar hay que tener en cuenta “la intensidad de las restricciones: adelantar el toque de queda o limitar los lugares donde se puedan dar contactos, también favorecer el teletrabajo. Extremadura y Valencia tuvieron niveles muy altos pero bajaron relativamente rápido; Madrid, no tan restrictiva, ha ido más despacio”. 

Pero además de eso, hay “factores estructurales”. Entre ellos, “cómo funciona el sistema de rastreo, cómo está organizado”, enumera Fontán. También “cuándo se han implementado las medidas”. Y sentencia: “cuanto antes mejor”. También la “organización social, porque hay comunidades que reciben, por trabajo, más gente de fuera que otras; y otras, como Madrid, en las que hay mucha densidad de gente y mucha más desigualdad y hacinamiento, un motor de contagio”.

Y claro, “factores que aun desconocemos que pueden afectar a la onda epidémica”. Al final, resume Fontán: “La pregunta no es cómo se salió de una manera u otra de la tercera ola, sino que la pregunta abarca a toda la pandemia”, en el futuro habrá que estudiar “los factores estructurales y del sistema que tuvieron peso a la hora de llevar la pandemia a un sitio y a otro”.

El ejemplo de la Comunitat Valenciana y de Euskadi

Fontán y Godoy coinciden en que algunos territorios han podido entrar en una especie de bucle. Nunca han llegado a bajar la incidencia hasta los niveles deseados, y por tanto siempre han partido de una mala incidencia cuando ha comenzado una nueva ola, y vuelta a empezar. Es exactamente el riesgo, siguen, de una desescalada rápida. Los beneficios de conseguir un suelo muy bajo se ven en la Comunitat Valenciana. Los resalta Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y director del área en la Universidad Miguel Hernández, de Elche: “Me consta que aquí, desde hace semanas, se pueden seguir las cadenas de transmisión. Se puede hacer el rastreo del que tanto se hablaba durante la desescalada. Hacerlo hacia atrás, detectar quién ha contagiado a quién e incluso hacer cribados de brotes en el ámbito de la salud laboral, con asintomáticos. Con baja prevalencia es como se pueden manejar”. En la Sociedad Española de Epidemiología también sitúan aproximadamente en 50 casos por cada 100.000 habitantes la barrera a partir de la cual ese mecanismo se complica mucho.

Euskadi es el ejemplo opuesto y donde confluyen varios de los factores que los expertos han enumerado. Llega a la cuarta ola con alrededor de 290 de incidencia, casi como Madrid, donde en ningún momento se han cerrado bares. En Euskadi sí, por municipios según incidencia y durante un corto periodo de tiempo como medida general que un juez tumbó, pero “se han aplicado actuaciones de respuesta con umbrales altos. El interior de la hostelería se cerró durante muchos meses a partir de 500 de incidencia, actualmente está en 400”, explica Adrián Aginagalde, director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria e investigador en el Museo Vasco de Historia de la Medicina y Ciencia. En otras comunidades, y como establece actualmente el semáforo de Sanidad, es a partir de 150.

Pero no es solo eso sino que entran en juego factores sociodemográficos, como expresaban los demás expertos. “En primer lugar, hay una macrocefalia demográfica en las grandes ciudades”, sigue Aginagalde. Pero sobre todo “Gipuzkoa es un continuum de transmisión del País Vasco francés. Lo que ocurra ahí, se traslada; aunque políticamente no lo sea, sociodemográficamente sí están conectadas y la incidencia de un sitio ha influido en el otro”. Pasa lo mismo en la extensión con Navarra y La Rioja, la primera también con muy alta tasa y la segunda resistiendo mejor a la cuarta ola, pero mal en muchos momentos de la pandemia. “Es esperable y también ocurre con la gripe: todo empieza en Gipuzkoa y va bajando a Bizkaia, Álava y Navarra. Un patrón habitual para las enfermedades respiratorias”.