El gasto intensivo y constante de agua mantiene a la cuenca del Guadalquivir –la tercera más extensa de España– tan al límite que ha bastado un mes de octubre seco para que el sistema se desplome. La Confederación Hidrográfica va a declararse en “sequía extraordinaria”, a pesar de que lleva 23 meses consecutivos sin que ninguno de sus informes mensuales registre sequía meteorológica.
En el Guadalquivir no ha habido sequía porque, aunque algo menos que la media, el último año hidrológico sí ha llovido. Las precipitaciones han supuesto un 78% sobre el promedio, según el Boletín Hidrológico de Transición Ecológica.
“Lo que hay es mucha escasez porque, durante varios años, hemos gastado agua cuando sabíamos que las lluvias eran algo menores”, explica Jesús Vargas, investigador sobre gobernanza del agua de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. “Hemos gastado sin prudencia, sin guardar. Y hemos llevado la cuenca al límite”, resume.
Vargas explica que, en esta cuenca, hay capacidad para aguantar algunos años más secos, pero no es algo que pueda prolongarse sine die. “No basta con hacer análisis año a año, deberían ser plurianuales, mirar con años de previsión”.
¿Sequía o escasez?
La sequía se produce si hay “disminución de la precipitación”, según recoge la documentación de la Confederación del Guadalquivir. Se trata de un “fenómeno natural que da lugar a un descenso temporal significativo en los recursos hídricos”, abunda. Las lluvias de los últimos cinco años en esta zona han supuesto desde un 76% de la media en el curso 2018/2019 hasta un 115% en el 2017/18 o más del 85% en 2019/20 y 2016/17, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología.
La escasez, por su parte, supone “problemas temporales de falta de recurso” para satisfacer los “usos socioeconómicos”. El consumo elevado y sostenido se refleja en que la demarcación ha estado en situación de “alerta” o lo que es lo mismo “escasez severa” casi todos los meses entre octubre de 2020 y septiembre de 2021. Esto no significa que no haya precipitaciones sino que existen “problemas significativos para atender las demandas”. El agua que hay guardada no da para el consumo que se le pide.
“Como se vive al día con el agua, llega un mes malo y te pone en crisis”, explica el ingeniero agrónomo y miembro de Ecologistas en Acción Santiago Martín Barajas. Ese “mes malo” ha sido octubre, que sí está resultando muy seco: apenas ha llovido un 15% de lo normal. Y este mes es crucial para recuperar la reserva hídrica ya que es, estadísticamente, el tercero más húmedo del año hidrológico español. Sin sus aportaciones, los embalses muy vaciados no han recibido casi nada.
Martín Barajas insiste en que “esto no debería ocurrir porque para eso están los embalses: para tener reservas, pero eso exige no gastar el agua según llega”. Sin embargo, “los embalses, en lugar de almacenar, son estaciones de transferencia. No les dejan llenarse”, remata.
Jesús Vargas añade que “además también está lloviendo de manera diferente. Si las lluvias se desplazan a otros meses distintos a los del régimen más natural no es igual de efectivo para que los embalses se llenen” como cuando no hay campañas de riego.
Casi 900.000 hectáreas en riego
Porque, al fin y al cabo, el 85% del consumo anual de agua en la cuenca del Guadalquivir se va a riegos agrícolas, según indica la Confederación. Son más de 3.000 hm3 cada año. El regadío ha ido ganando espacio en esta zona hasta llegar a las actuales 892.000 hectáreas de las se riegan 875.000, según reflejan los planes hidrológicos.
El 45% de esa superficie se dedica al olivar, más otro 11% de olivar intensivo. Es decir, más de la mitad para este cultivo. El nuevo plan hidrológico, todavía en elaboración, recoge que en 2027 haya 911.000 hectáreas de superficie regable.
Y, sin embargo, lo que recoge la legislación es que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir se declare en estado de “sequía extraordinaria”. La normativa permite tomar esa decisión si alguna zona de la cuenca en alerta por escasez entra al mismo tiempo en sequía meteorológica o ante estados de emergencia. Con todo, el presidente de la Confederación puede aplicar este estatus “a toda la demarcación cuando se identifique y pueda justificarse un riesgo de avance del problema”.
Este paso, que la Confederación ha confirmado que se dará el 2 de octubre, permitirá al organismo solicitar al Gobierno medidas especiales que precisan de un decreto aprobado por el Consejo de Ministros.
¿Qué medidas? “Dependerá de lo que se haya incluido en la declaración”, explica Martín Barajas. “Y menos mal que toman esta medida porque, si no, sería peor”, prosigue. “No es ir a la causa del problema, pero menos es nada y si viene el otoño seco la circunstancia sería peor”. Este ingeniero ecologista advierte: “En otras demarcaciones están igual y tendrían que tomar las medidas ya”. La cuenca del Guadiana es el ejemplo más claro.
Para Jesús Vargas este paso es necesario “si las medidas concretas van a garantizar el abastecimiento de poblaciones y controlar los riegos”. En este sentido, considera que solo deberían mantenerse “los riegos de emergencia, sobre todo de cultivos leñosos como los olivos para que no mueran las plantas”. Y también “proteger los ecosistemas acuáticos que luego son tan difíciles de recuperar cuando se deterioran”.