Una tercera vía, ni retirarlos del espacio público ni dejarlos como están. Es lo que Daniel Rico (Barcelona, 1969) propone hacer con los vestigios franquistas con los que la dictadura quiso dejar su impronta en casi cada rincón del espacio público y así lo explica en ¿Quién teme a Francisco Franco? (Anagrama). Rico, profesor de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona, despliega en este provocador ensayo recién publicado una tesis contraria a lo propugnado en las leyes de memoria, la de 2007 y la Ley de Memoria Democrática, que aboga por eliminar los monumentos, estatuas, placas, inscripciones o cruces franquistas y sugiere hacer algo con ellas: intervenirlas y explicarlas.
Asegura que no está en contra de la memoria –“La reparación y la justicia con una memoria olvidada es lo mínimo que puede hacer el Estado”–, pero es muy crítico con la ley en este punto, que tilda de “esencialista y maximalista”. A lo que sí se opone es a “legislar sobre monumentos desde la memoria” aunque cree necesario que ésta “entre en la cultura del patrimonio” y apuesta por darle una segunda vida al patrimonio “incómodo” que el pasado ha dejado en pie, por muy fascista que sea.
¿Por qué es crítico con la retirada de los monumentos o símbolos franquistas del espacio público?
De lo que estoy en contra es de la retirada sistemática de todos aduciendo como único eximente un valor artístico que no es relevante porque los monumentos de propaganda fascista y totalitaria no acostumbran a tenerlo. La memoria es una cultura o culto civil de lo más legítimo y necesario pero es reciente en comparación con la cultura del patrimonio histórico. Sin embargo, la Ley de Memoria Democrática manda y ordena esa retirada sin tener en cuenta ese otro mundo. No le niego la mayor a la memoria, pero sería bueno que hubiera un diálogo entre leyes y se tuviera en cuenta la dimensión patrimonial.
Denuncia que la ley es “incongruente” porque dictamina eliminar los monumentos del espacio público, pero no destruirlos.
De alguna manera la ley está reconociendo implícitamente su valor histórico-patrimonial. La ley esconde los monumentos. ¿Por qué no los destruye? Podría hacerlo...pero evidentemente el legislador entiende nuestra sociedad y comprende que esos monumentos tienen un valor histórico y un valor documental, un interés. ¿Entonces por qué no mantenerlos expuestos y explicarlos?
"Con el Valle de los Caídos la ley permite explorar sus posibilidades educativas y formativas y por tanto que en este punto la norma se está traicionando a sí misma
Comentaba que el eximente que establece la ley a la retirada general, el del valor artístico, no es relevante. ¿Cuáles deberían ser las excepciones?
Es que ¿cómo valoras la calidad artística de algo? Es muy relativo y depende de las épocas. El valor y el interés histórico es el más importante, es decir, la relevancia que ha tenido el monumento en un momento determinado y su fuerza testimonial. El valor artístico, por ejemplo, del Valle de los Caídos [ahora Valle de Cuelgamuros] es relativo, lo podríamos discutir entre historiadores del arte, críticos, artistas...pero el valor histórico que tiene es indudable. Es el mausoleo más grande hecho en Occidente a un dictador y al mismo tiempo, puede ser un instrumento pedagógico descomunal.
Precisamente en el libro apunta a que al Valle se le permite “el tipo de vida póstuma que la ley niega a sus hermanos menores”, ya que se propone la “resignificación” del conjunto y convertirlo en un centro de interpretación. ¿Por qué en este caso sí?
Lo primero es que la cosa es tan gigantesca que a ver cómo acabas con ello. Con el Valle se permiten explorar posibilidades educativas y formativas y, por tanto, digamos que en este punto la ley se está traicionando a sí misma. Aún así, si no has construido una política de contextualización y de explicación pública de los monumentos en general, es difícil que se pueda hacer con el Valle. Vamos a estar discutiendo qué hacer con él 40 años sin lugar a dudas. Más en un país que no se ha abierto a este debate.
Defiende que los monumentos franquistas o cualquier patrimonio “incómodo” tengan una segunda vida y sean convertidos en “antimonumentos”, que puedan intervenirse, contextualizarse o ser cuestionados. ¿Por qué es mejor solución que retirarlos?
Quitarlos es esconder las cosas. Cuando uno tiene un trauma, sabemos que ocultarlo no es el mejor camino para resolverlo. La cosa es enfrentarnos a él, solo se puede digerir una cosa si te la comes, si te atreves a mirarla y explicártelo. Creo que es sano a nivel individual y colectivo, lo mismo con el pasado. De hecho, la ley abre los archivos. Yo creo que los monumentos son archivos de piedra.
Interviniendo o contextualizando un monumento le sacas las vergüenzas y las verdades, lo explicas, le quitas autoridad. Estás acusándolo, condenándolo públicamente
Centra el ensayo en los monumentos de la Guerra Civil y el franquismo, pero aborda la relación que las sociedades tenemos con nuestro pasado y los monumentos en general. ¿Se pueden aplicar las mismas reglas a un pasado histórico lejano, de hace siglos, que a uno que acaba de suceder en el que aún hay víctimas no reparadas y crímenes sin juzgar como la dictadura franquista?
No, no es lo mismo. La distancia temporal neutraliza los monumentos, pero no es contradictorio con la propuesta. De hecho, el patrimonio es una forma de distanciamiento; es decir, el monumento histórico mata al monumento. Interviniéndolo o contextualizándolo le sacas las vergüenzas y las verdades, lo explicas, le quitas autoridad. Estás acusándolo, condenándolo públicamente y eso lo convierte en un lugar de debate democrático y de reflexión. Lo que buscan Vox y el PP con sus leyes de concordia es no hacer nada, proponen una conservación conservadora, nunca mejor dicho, que hasta puede entenderse como admirativa o celebrativa. Con una cruz a los caídos sin tocar y sin explicar estás fomentando un espacio público ignorante, pero haciéndola desaparecer también. Yo lo que creo es que se puede hacer una observación crítica y acusatoria y para eso hace falta creatividad.
Pone el ejemplo del pueblo italiano de Bolzano, donde hace unos años y tras un concurso de ideas se intervino un enorme bajorrelieve de 37 metros que cuenta la historia del triunfo del fascismo con el lema de Mussolini 'Creer, Obedecer, Combatir'. Lo que se hizo fue colocar una inscripción luminosa de punta a punta con la frase 'Nadie tiene el derecho a obedecer' de Hannah Arendt. ¿Por qué en España hay pocos ejemplos?
Porque no hay debate y cada vez hay más miedo a hablar y eso es terrible desde un punto de vista democrático. En España tenemos una cultura del patrimonio muy limitada. Lo asociamos con el turismo, el ocio o el homenaje, con todo aquello con lo que nos reconocemos. Sin embargo, el patrimonio no es solo admirativo, si solo conservásemos lo que nos gusta de nuestra historia no conservaríamos casi nada. De hecho, cada vez habrá más patrimonios incómodos, con las políticas de la identidad y todas las reivindicaciones absolutamente legítimas de las minorías y los perdedores de la historia. Por eso el patrimonio es una oportunidad de oro para promover la conciencia ética, crítica e histórica y el conocimiento.
En España recupera el caso del Concello de Amoeiro (Ourense).
Sí, en 2013 instaló en cada una de sus 13 fuentes públicas con el emblema de Falange una pequeña placa que explica que pertenecieron a la dictadura y que permanecen allí como denuncia histórica de aquel régimen opresor. Se hizo a iniciativa de un alcalde socialista, Rafael Rodríguez Villarino, que lo justificó diciendo que esta era la mejor forma de contar la historia, ver cómo fue la realidad y contarla. Actualmente, en Pamplona hay quienes están intentando recuperar una propuesta que se hizo de intervención en el Monumento a los Caídos.
Defiende que estos monumentos ya no responden a una memoria franquista viva y que carecen de destinatarios. En un momento como el actual, de auge de discursos revisionistas incluso por parte de partidos políticos que equiparan República y dictadura, obvian el golpe de Estado o incluso se resisten a condenarlo ¿no es reduccionista pensar que la ultraderecha carece de importancia?
Puede que esté equivocado. Todo cambia a mucha velocidad y el Vox de hace un año y medio quizá no es el de ahora. No descarto que haya fachas o que en privado puedan ser franquistas, pero lo que creo es que en sede parlamentaria no reivindican la figura de Franco. Hay quienes tienen una visión de la Guerra Civil que es básicamente la que defendía el dictador, pero en público tratan de evitar ir con la bandera franquista o cantar el Cara al Sol.
La derecha le tiene mucho miedo al pasado, como si no hubiera existido. La izquierda es un poco extremista y lo mete todo en el mismo saco
Lo preguntaba más por esa idea de que los monumentos franquistas no tienen a quién hablar...
Evidentemente conservar un monumento es arriesgado. Hay casos claros que se convierten en peregrinajes para neofascistas. Por eso fue tan importante sacar a Franco y a Primo de Rivera del Valle de los Caídos. Porque si están los huesos ese culto se contagia a todo el monumento y lo ensombrece. Yo intento hacer una diferencia entre los monumentos que están vivos y los que no. Los primeros tienen misas, se depositan flores... Los otros están, la mayoría, semiabandonados.
No todos... En algunos se convocan anualmente homenajes por parte de grupos de ultraderecha.
Por eso es bueno intervenirlos, contextualizarlos. Que, como digo, puede ser arriesgado porque esos grupos de ultraderecha se lo van a intentar cargar o boicotearlo. La cuestión es que estos grupos están en todos los lados y lo preocupante será que cada vez hay más, pero estoy seguro de que por pequeño que sea el patrimonio, es una herramienta útil para esto precisamente, para difundir valores educativos.
Es crítico tanto con la derecha como a la izquierda. ¿Por qué?
La derecha le tiene mucho miedo al pasado, como si no hubiera existido. La izquierda es un poco extremista y lo mete todo en el mismo saco. Creo que hay que desideologizar este tema. La ley recupera un patrimonio que no era visible (paredones de fusilamiento, cárceles, centros de detención, campos de concentración...) que es necesario, pero en cambio pretende borrar y sacar del espacio público los monumentos de propaganda de la victoria. Suena casi a revancha, a vamos a exhibir solo lo que demuestra que los malos fueron los fachas y no con lo que intentaron humillarnos. Me parece infantil y algo que contribuye a mantener en la ignorancia a los ciudadanos y a que no exista conciencia histórica ni crítica.
¿Puede que la crítica y la propuesta del libro acabe alimentando a las derechas en un momento en el que buscan imponer su visión revisionista sobre el pasado?
Podrán apropiarse de ciertos argumentos o críticas, pero será en base a la descontextualización y manipulación. La ultraderecha es hipernacionalista y su tiene una manera de ver el pasado al estilo heroico. Yo no defiendo la conservación de monumentos para seguir alimentando esa visión falsa de la historia, todo lo contrario, apuesto por proponer una visión crítica del pasado a través de los monumentos históricos más problemáticos o menos digeridos. Es algo que la ultraderecha rechaza. En cuanto a la derecha menos radical, poco le interesa hablar del tema y las típicas frases hechas que utiliza como 'hay que mirar al futuro' implican no querer enfrentarse a nada.