La Estrategia de Atención al Parto Normal, que se aprobó en España en 2006 después de un proceso de debate entre profesionales, asociaciones, sociedades científicas y expertas, consiguió reducir la tasa de cesáreas en España dos puntos porcentuales entre 2007 y 2011, según un estudio publicado en la revista científica Health Policy . La Estrategia rompió una tendencia al alza: desde entonces, el número de cesáreas practicadas en la sanidad púbica cae. No obstante, la tasa en España sigue por encima de lo recomendado. En 2019 fue del 21,9% en los hospitales públicos (del 35,5% en los privados) frente al 15% como tope señalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La Estrategia incluía varias recomendaciones sobre las cesáreas, entre ellas, implementar programas para su racionalización y disminuir “la variabilidad no justificada”, y también “investigar las causas del incremento de las tasas” de estas intervenciones. Los hallazgos del estudio muestran que, durante los años inmediatamente posteriores a la aprobación del documento, España redujo en dos puntos porcentuales su tasa de cesáreas. El cálculo sale de un modelo basado en la técnica de evaluación de impacto, que aísla el efecto de otras variables, elaborado por Adela Recio, matemática e investigadora del Instituto de Estudios Fiscales, y de José M. Arranz, profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Alcalá. Dicho de otro modo, explican, si entre 2007 y 2011 no hubiera existido la Estrategia, España hubiera tenido dos puntos porcentuales más de cesáreas
“Lo que vimos es que las cesáreas se reducen gracias a la Estrategia y que además esa mejora va acompañada de un descenso en la mortalidad perinatal”, explica Recio. Es decir, la disminución de este tipo de intervenciones no solo no incrementó el número de fallecimientos de fetos entre la semana 28 de gestación y bebes a término, sino que los datos de mortalidad perinatal mejoraron. El estudio arroja otros resultados relevantes. Por ejemplo, a mayor gasto en sanidad, menos cesáreas. Pero no solo: cuántas más matronas hay en un hospital, la tasa de cesáreas tiende a descender, mientras que la presencia de ginecólogos tiene el efecto contrario, es decir, un incremento de esa tasa. El número de paritorios disponibles que tiene un hospital también influye, cuantos más tiene un centro, menos cesáreas practica.
Para la investigadora, estos resultados muestran que hay un “componente logístico” en el desenlace de los partos. “Por eso es importante invertir en personal, en infraestructuras y en formación para los profesionales. Cuantos menos medios tienes, más difícil es aplicar recomendaciones. Por ejemplo, sabemos que muchas cesáreas se hacen justo antes de que empiece el turno de noche. Las guardias o los turnos influyen. No se puede apuntar solo a los profesionales, es que hay un sistema detrás que está reforzando que esto sea así porque los medios son los que son. Aunque invertir en su formación es también prioritario”, señala.
Si atendemos a los datos del Ministerio de Sanidad, observamos que la tasa de cesáreas en 2006 era de 22,9% en los hospitales públicos. Cinco años después era del 21,8%, es decir, se había reducido un punto porcentual (la estimación del estudio se basa en su propio modelo matemático). En 2019 se mantenía en el 21,9%. La evolución muestra una curva claramente ascendente desde 1997, cuando la cifra estaba en el 17,8%. El descenso no se produjo hasta justo 2006. En los últimos años, la evolución a la baja se estanca, algo que para Adela Recio muestra la necesidad de ir más allá en la Estrategia.
También para la ginecóloga y obstetra Rosario Quintana, que formó parte del comité técnico que discutió y elaboró el documento. “Un cambio de tal naturaleza, que supone modificar toda una constelación de creencias, de ideas, de valores, de prácticas compartidas por muchos profesionales y por gran parte de la ciudadanía; que supone adoptar una mirada diferente sobre los procesos fisiológicos del embarazo, parto, postparto y lactancia, sobre el papel de los profesionales en el acompañamiento del parto normal y en la atención al parto de riesgo, sobre la capacidad fisiológica de las mujeres de afrontar estos procesos y sobre su derecho inalienable a protagonizarlos y a tomar las decisiones que consideren sobre su cuerpo y su sexualidad, requiere de importantes políticas públicas”, asegura. Las “tímidas mejoras” en las tasas de cesáreas y episiotomías y la implantación de otras prácticas requiere de una “voluntad política” y de un “liderazgo institucional” que, considera, ha estado abandonado durante mucho tiempo.
La mayoría de los hallazgos de este estudio son similares a los de otros países: “Cuando se ponen en marcha políticas de este tipo para reducir intervenciones, en general se ve que han sido efectivas”. Y, ¿qué pasa con la sanidad privada? La Estrategia se centra en los hospitales públicos, pero los números indican que la tasa de cesáreas en los privados es mucho más elevada. En 2019 fue del 35,5%. Según el análisis hecho por elDiario.es, la probabilidad de tener un parto por cesárea por la sanidad privada es un 67% superior a un hospital público.
“Sería deseable que la Estrategia se extendiera a la sanidad privada, porque es donde más intervenciones se hacen. El Ministerio de Sanidad tiene que garantizar la calidad asistencial, también en la privada, ¿o puede hacer lo que quiera?”, se pregunta Adela Recio, que participó en la elaboración de la Estrategia como parte de El parto es nuestro. En general, estos resultados, apunta, deberían servir para continuar en la misma línea de trabajo y reforzar el documento. Esas recomendaciones, sugiere, deberían plasmarse obligatoriamente en los protocolos de los hospitales y en los planes de salud de las comunidades para que lleguen a la práctica. Actualmente, no siempre es así.
Esta disminución de la tasa de cesáreas implica, además, ahorro económico. La investigación estima que esta reducción de dos puntos implica un ahorro directo de entre 24 y 44 millones de euros anuales, debido a que las cesáreas aumentan los días de ingreso hospitalario de las mujeres y al coste de la propia intervención. El ahorro indirecto sería más elevado, pero es difícil de calcular por las diversidad de variables que influyen y que tienen que ver, por ejemplo, con el impacto en la salud de las madres a medio y largo plazo o con la mayor probabilidad de que si vuelven a parir lo hagan también por cesárea.
“Necesitamos una nueva versión de la Estrategia de Atención al Parto, de toda la actividad que se desarrolló en torno a ella, de un verdadero compromiso político e institucional con las madres y recién nacidos, con la maternidad y su imprescindible función social. Un impulso que alcance a los contenidos formativos de los obstetras, matronas, anestesistas y pediatras para cambiar su mirada, su cultura, su estilo profesional, que dedique recursos estructurales para cambiar los espacios dedicados a los partos y para que sean suficientes para poder respetar los tiempos que requiere el parto, con incremento de la dotación de matronas, con habitaciones de puerperio individuales, suficientes también para no forzar altas precipitadas, con quirófanos y salas de reanimación que permitan el acompañamiento familiar en las cesáreas y la no separación de la madre y el recién nacido”, concluye Quintana.