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¿Jornada partida o continua en los colegios? Lo que dicen los datos y la evidencia científica sobre el debate

Dos alumnos vuelven a clase tras las vacaciones en el colegio de un barrio de Sevilla.

Daniel Sánchez Caballero

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Ahora, jornada partida. Sí o sí. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunció este jueves durante el debate del estado de la región que los nuevos colegios públicos de Madrid tendrán clase por la mañana y por la tarde. No es que pueda hablar de giro en las políticas madrileñas, pero sí una decisión que va contra lo que hacen la mayoría de los centros de la comunidad.

Los debates en la comunidad educativa sobre si es mejor la jornada continua o la jornada partida son encarnizados. Parten claustros. Sus defensores –el profesorado sobre todo y algunas familias– sostienen que es mejor para el alumnado y además permite conciliar. Sus detractores –investigadores y familias con otras situaciones vitales– esgrimen que es peor para el rendimiento y que solo beneficia al profesorado. Pese a que no hay evidencia concluyente, las jornadas matinales se han ido imponiendo con los años. A falta de estadística oficial, una encuesta calculó que el 71,4% de los centros tenía jornada continua en 2022.

En Madrid, la presidenta ha explicado que esta apuesta tiene como objetivo “combatir el abandono escolar, mejorar el rendimiento de los alumnos, su descanso o sus hábitos de alimentación, así como luchar contra la soledad, las adicciones o la posible influencia de las bandas juveniles”. ¿Tiene razón la presidenta? ¿Qué sabemos del efecto que provoca una jornada u otra en el aprendizaje del alumnado, en la conciliación, en la economía del país incluso?

Aunque no hay una respuesta definitiva porque no existe investigación, las diferentes aproximaciones que se realizan apuntan a que la jornada partida tiene más beneficios. Más beneficios para el alumnado sobre todo, sujeto principal de la educación, pero también para las familias, para la brecha de género, para el país. También se alinea de esta manera Ayuso con la OCDE, que aboga por eliminar el horario intensivo de mañana en los centros como medida fundamental para reducir el abandono escolar. La organización alude al efecto positivo que produce un mayor “tiempo de permanencia en el centro”, sea lectivo o no, como argumento para alargar las jornadas escolares.

Rendimiento del alumnado

Una recopilación de las investigaciones realizadas hasta el momento hecha por el profesor Mariano Fernández Enguita refiere los trabajos de los franceses François Testu, Hubert Montagner o Devolvé sobre la atención (medida por la proporción de errores cometidos en la realización de pequeñas tareas) y la fatiga (autopercibida). “Los resultados son siempre muy parecidos”, escribe Fernández Enguita, “el patrón inicial de los trabajos de François Testu [consistente en] atención mediana a primera hora de la mañana, máxima a media mañana, fuerte caída al final de esta y mediana de nuevo a primera hora de la tarde se repite” en otros estudios.

Se confirma cuando se mira la inversa, la fatiga. Los estudios registran algo de fatiga a primera hora, mínima al rato y empieza a subir hasta alcanzar la cota máxima hacia las 13.30 para una jornada escolar que empieza a las 9. En el caso de la jornada partida, se evita este último tramo y se añade un rato por la tarde, en el que la atención es media. Cambiar la jornada partida por la continua supone, según estos datos, abandonar el tramo de la tarde (atención y fatiga medias) para ahondar en el último de la mañana (atención baja, fatiga alta) e incluso un ratito extra a primera de la mañana (atención y fatigas medias).

El efecto directo entre el tipo de jornada y el rendimiento no está demostrado, pero sí hay más literatura que evidencia acerca de que “pasar más tiempo en la escuela tiene un efecto positivo sobre el rendimiento académico y el bienestar del alumnado”, como explica un estudio de EsadeEcPol, que cita experiencias en varios países donde “las reformas educativas que promovieron escuelas a tiempo completo (con 7 u 8 horas de presencialidad del centro y con almuerzo en el colegio) estuvieron asociadas a mejoras en el aprendizaje y graduación de los alumnos, así como a otros indicadores socio-emocionales y de comportamiento, tiempo de consumo de TV o embarazos tempranos entre las niñas”. Además, añade, “los efectos se concentraron en hogares de nivel de renta más bajo, por lo que este tipo de reformas tienen un eminente carácter redistributivo sobre los alumnos”.

Mejor acople a los ritmos

Los pediatras también creen que es mejor la jornada partida para los niños. Un informe elaborado por la Sociedad Valenciana de Pediatría (SVP) argumenta que se adecúa mejor a los ritmos biológicos de los alumnos, ya que favorece el sueño y su rendimiento, especialmente en el caso de los adolescentes. Para este grupo, añade Esade, el inicio de las clases a primera hora de la mañana supone a efectos prácticos una privación del sueño en la población escolar adolescente con consecuencias no deseables, como la inatención, los problemas de conducta o un peor rendimiento académico.

Efecto sobre las familias

Desde este enfoque, ampliar la jornada escolar favorece a... las madres. “Una jornada escolar amplia favorece, vía mayor empleo femenino, simultáneamente una mayor igualdad social y una mayor igualdad de género”, explica el estudio de Esade. El razonamiento es el siguiente: si el hijo tiene jornada continua y está en casa a la hora de comer, necesita ser cuidado. Normalmente, en dos de cada tres casos, la madre es la encargada. Y si una está en casa cuidando a su hijo no puede estar trabajando, como es evidente.

“La evidencia internacional muestra que una expansión del tiempo en la escuela (tanto lectivo como no lectivo) favorece de forma decisiva la incorporación de las mujeres en el mercado de trabajo, y a su vez, el número de horas que estas trabajan”, escriben lo obvio los autores. Pero esta vez le ponen cifras. Algunos ejemplos: tras tener un hijo, “la participación laboral de las mujeres cae en torno al 9% en relación a los varones”. Otro: la jornada laboral cae a las 25 o 28 horas semanales. Cruzando datos con la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del Instituto Nacional de Estadística (INE), el estudio también cuantifica la brecha de género: 7.670 euros anuales de diferencia con jornada continua, 7.970 euros con jornada partida.

Siguiendo este hilo, además de las derivadas en la economía de las familias también afecta al país en su conjunto. Se calcula que con esta pérdida de trabajo las familias dejan de ingresar 8.048 millones de euros y el Estado, en consecuencia, 1.200 solo en IRPF.

¿Y el profesorado?

Los docentes prefieren la jornada continua. El 87% de quienes trabajan en un centro con esas características está conforme con ello, dato que baja hasta el 32% cuando hay clases también por la tarde. Además, la jornada matinal (continua) se asocia con menores niveles percibidos de fatiga mental y un mejor estado de ánimo por parte del profesorado, según algunas investigaciones recogidas por Esade, pero no se presentan diferencias según el tipo de jornada en lo que se refiere al estrés laboral.

Pese a ello, el profesorado esgrime los supuestos beneficios para el alumnado como argumento principal para defender la jornada continua. “Un 93,1% esgrime de forma mayoritaria los beneficios para alumnos como razón principal (75,7%) o segunda razón (17,4%) respectivamente, y un 65,5% hace referencia a la conciliación de las familias o bien como razón principal (13,7%) o bien como segunda razón (51,8%). Estos argumentos se sitúan muy por delante de aquellos que mencionan los beneficios que este tipo de jornada tiene para el profesorado, representada en niveles más bajos tanto como primera razón (3,6%) como segunda razón (22,7%)”, explica el informe de Esade.

Además, tener presencialidad en el centro solo por las mañanas (no quiere decir que dejen de trabajar) también favorece la participación de los docentes en actividades formativas por las tardes, lo que acaba redundando en el alumnado.

Por último, hay quien cree que el debate es errado. Que no se trata de jornada continua frente a jornada partida, sino entre educación a tiempo parcial o educación a tiempo completo. Esta aproximación piensa en horas en la escuela –la permanencia en el centro favorece al alumnado, con o sin clase– y en servicios educativos como el comedor o actividades extraescolares, sin que necesariamente tengan que estar ligadas a las horas de clase.

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