Reino Unido ha sido para muchos el espejo en el que mirarse en esta última fase de la pandemia. La severidad de sus restricciones y su ágil ritmo de vacunación provocaron en marzo el mayor descenso de contagios de todo el continente europeo. Pero fijarse demasiado en otro país y apresurarse en las conclusiones también conlleva sus riesgos. Así ha pasado con la variante Delta del SARS-CoV-2, procedente de la India y predominante en las islas británicas, y su impacto en la evolución de la crisis sanitaria.
Es cierto que este linaje ha provocado un aumento inesperado de casos en el Reino Unido. Este junio se han registrado cifras que no se veían desde marzo, llegando a 11.000 positivos al día tras haber tocado suelo en mayo con menos de 3.000. Esto ha obligado al Gobierno de Boris Johnson a retrasar la desescalada hasta el 19 de julio –prometida para el 21 de junio– mientras que esa curva en ascenso ha ido creciendo y haciéndose viral. Pero ¿hasta qué punto es grave y puede preocupar a otros países vecinos como España?
Partiendo de la base de que ningún aumento en la transmisión es baladí, lo más importante es observar su impacto en la presión asistencial. La variante Delta se ha demostrado un 64% más contagiosa que la británica (o Alfa) y ya supone el 99% de los casos identificados en Reino Unido. Eso explicaría la subida de contagios, pero no es lo único. Delta no ha repercutido de manera proporcional en las hospitalizaciones ni en las muertes, como sugieren algunos rumores.
La devastación se ha anunciado con la llegada de todas las variantes –británica, sudafricana, brasileña e india– y no ha llegado con ninguna de ellas.
El sistema de salud británico ha registrado en las últimas 24 horas más de 15.000 casos y 204 ingresos nuevos. Pero hace justo un mes, cuando comenzó el pico, se registraron 3.300 casos y 134 hospitalizaciones en un día. Es decir, hace un mes las nuevas hospitalizaciones representaban el 4% de los casos recién diagnosticados, y ahora el 1,36%. La cifra de fallecimientos por COVID-19, por su parte, también se mantiene estable. Pero esto podría cambiar, puesto que la letalidad es un indicador rezagado.
“Hay que tener en cuenta que siempre existe un decalaje entre los contagios, los ingresos y las muertes”, recuerda Rafael Toledo, catedrático de Inmunoparasitología de la Universidad de Valencia. Con la cautela por delante, el experto acude al último informe de COVID del sistema británico, que muestra que “los decesos son muy inferiores a los que producía la variante Alfa”. Desde el 1 de febrero hasta el 14 de junio, de las 1.700 muertes registradas en Reino Unido, 1.614 estaban vinculadas a la variante Alfa y 73 a la Delta.
Aún así, Toledo prefiere poner el ejemplo de Escocia, “donde los contagios llevan seis semanas subiendo, y no se ha visto un impacto en los hospitales”. “La tendencia evolutiva es que predominen las variantes más transmisibles, pero menos patógenas; es decir, las que provocan enfermedades menos graves”, tranquiliza. Respecto al alarmismo actual, el parasitólogo recuerda que ha ocurrido previamente con todas las variantes anteriores a esta –Alfa, Beta o Gamma–. “La devastación se anunció con todas ellas y en ningún caso ha llegado”.
Además, las vacunas funcionan frente a la variante Delta. Los últimos datos publicados por el Gobierno de Boris Johnson revelan que hay razones para el optimismo. El primer estudio realizado por la Agencia de Salud Pública británica (PHE, Public Health England) mostró que la efectividad se reducía al 31% con la primera vacuna de Pfizer o AstraZeneca, mientras que contra la variante Alfa la protección con una sola dosis es del 49%. Con la pauta completa, los resultados mejoran: un 88% de protección contra la enfermedad sintomática provocada por Alfa y un 80% por Delta. Sin embargo, otra investigación orientada a medir su impacto en la presión asistencial arrojó nuevos y alentadores porcentajes.
Las hospitalizaciones por la variante Delta se redujeron un 94% con la primera dosis de Pfizer y un 71% con la primera de AstraZeneca. Con ambas dosis, un 96% y un 92%. Otro estudio del servicio sanitario de Escocia, publicado en The Lancet, muestra que el riesgo de ingreso aumenta respecto a la mutación Alfa, pero afecta en su mayoría a la población joven todavía sin vacunar. “Es extremadamente alentador ver que las vacunas rompen el vínculo entre las hospitalizaciones y la variante Delta”, declaró el secretario de Estado para la vacunación del Reino Unido, Nadhim Zahawi.
De hecho, si se observa la pirámide de edad de los contagiados por esta mutación, en su mayoría ocupan los rangos de edad más jóvenes, sobre todo entre los 20 y los 29 años. Es un grupo menos vulnerable, pero más expuesto al virus debido a su cultura social, su alta movilidad y a que en muchos casos aún no ha recibido la vacuna (o por lo menos no la pauta completa). Todo esto, inevitablemente, va a tener su efecto en la curva de contagios.
“Cuando la incidencia es muy baja, las subidas son más abruptas. Es más sencillo duplicar una IA de 30 que una de 150. Lo importante es que en Inglaterra, el ascenso de la curva de hospitalizados y de fallecidos es muy leve. Si lo viésemos aquí, no lo llamaríamos ni ola”, precisa Javier Álvarez, asesor de la Consejería de Sanidad asturiana y divulgador científico.
De hecho, siguiendo la teoría del nicho ecológico, la Delta predominará en pocas semanas también en España. “Lo que hacen estas variantes es competir entre ellas y seleccionar a la mejor. Es decir, la que se transmite más”, explica Roger Paredes, virólogo clínico e investigador en el Hospital Germans Trias i Pujol, en Badalona. “Que los linajes se sustituyan es algo normal que ocurre con cualquier virus, y después de Delta, vendrá otra”, añade Rafael Toledo. Asumiendo su predominancia, lo importante es saber cómo van a repercutir en los datos asistenciales.
¿Qué podemos esperar en España?
Después de dos días consecutivos con la incidencia en leve ascenso, cabe preguntarse si a España le espera un futuro similar al del Reino Unido. La respuesta de los expertos es que no. “La incidencia ya no tiene ningún sentido, sino que hay que mirar los indicadores asistenciales y los de fallecidos”, recomienda Javier Álvarez. También hay que tener en cuenta que “hemos aumentado muchísimo la movilidad, incluso más que hace un año, que estábamos saliendo del estado de alarma con pies de plomo. Eso va a ir asociado a más casos entre la gente joven, que es la que está sin vacunar y la que más se mueve, pero no necesariamente a una nueva variante”, explica el divulgador.
La Delta ni siquiera está catalogada como "variante preocupante" por el Ministerio de Sanidad, sino "de interés", ya que se ha detectado en un 1% de los casos secuenciados.
Por otra parte, la Delta ni siquiera está catalogada como “variante preocupante” por el Ministerio de Sanidad, sino “de interés”, ya que se ha detectado en un 1% de los casos secuenciados en España. E incluso aunque estos aumentasen, el patrón de hospitalizaciones y decesos puede ser distinto y más alentador que el del Reino Unido. La razón es simple: la estrategia de vacunación es distinta. “Allí incrementaron la cobertura vacunal a base de poner una primera dosis y alargar la segunda. Por eso hay un nivel altísimo de vacunación entre la población, pero casi toda (alrededor del 80%) con primeras dosis”, explica el parasitólogo valenciano. Al contrario, aquí la prioridad ha sido la de completar la pauta en los más vulnerables, una estrategia avalada por la ciencia.
En lo que coinciden ambos expertos es en que “no se puede legislar en base a incidencias y contagios, porque por suerte no se están traduciendo en la presión asistencial ni en casos graves”, arguye Toledo. “Lo que hay que hacer es gestionar las expectativas”, recomienda Álvarez. “Mucha gente pensaba que con la vacunación se eliminaba por completo la enfermedad, pero vamos a seguir teniendo contagios a diario de aquí a diciembre”, apuesta.
Aunque la incidencia acumulada haya repuntado levemente a 93 casos por cada 100.000 habitantes, las camas hospitalarias están a un 2% de ocupación y las de UCI a un 7%. “Tenemos el mismo control de la transmisión que hace un año, pero con mucho menos daño tanto a nivel asistencial como económico”, reconoce el asesor asturiano. “No veo la necesidad de abordar la pandemia de forma diferente, sobre todo por el coste social que podría tener y que está teniendo”, concluye Toledo.