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Por qué los datos no frenan los bulos: nuestra indignación moral es el combustible de las noticias falsas

La reciente crisis por la DANA en Valencia ha vuelto a poner encima de la mesa una realidad preocupante: en las redes sociales las noticias falsas corren como la pólvora y los desmentidos con datos se abren paso a ritmo de tortuga. Un nuevo estudio liderado por el psicólogo de la Universidad de Princeton Killian McLoughlin, y publicado en la revista Science, explica este fenómeno y demuestra que el combustible que alimenta los bulos es la indignación moral: las publicaciones en las redes sociales que contienen información errónea provocan más enfado que las que tienen información fiable y esa respuesta emocional facilita su difusión. 

Para el estudio, los autores han analizado más de un millón de publicaciones en Facebook y varios miles de la red social X (antigua Twitter), además de realizar dos experimentos conductuales con 1.475 participantes. “Mostramos que 1) las fuentes de desinformación provocan más indignación que las fuentes fiables, 2) la indignación facilita el intercambio de información errónea al menos tan fuertemente como el intercambio de noticias fiables; y 3) los usuarios están más dispuestos a compartir información errónea que provoque indignación sin leerla primero”, escriben. 

En otras palabras, estar enfadados y sentir la necesidad de alinearnos moralmente con nuestro grupo nos hace bajar la guardia, y ese es el punto débil que aprovechan los agentes que tratan de difundir noticias falsas. En consecuencia, concluyen los autores, “la desinformación que provoca indignación puede ser difícil de mitigar con intervenciones que supongan que los usuarios quieren compartir información precisa”.

Explotar los bajos instintos

Para los autores, la indignación se define como la mezcla de ira y disgusto desencadenada por transgresiones morales percibidas. “La mayoría de los esfuerzos actuales para combatir la propagación de información errónea en línea se centran en los hechos”, explica McLoughlin a elDiario.es. “Nuestros resultados sugieren que esa suposición no siempre es cierta y que es poco probable que frene el intercambio de contenido indignante. Esto se debe a que compartir la indignación está motivado por factores no relacionados con la veracidad, como señalar la lealtad al grupo o difundir posturas morales”.

Compartir la indignación está motivado por factores no relacionados con la veracidad, como señalar la lealtad al grupo o difundir posturas morales

McLoughlin y su equipo también subrayan que la forma en que las plataformas de redes sociales clasifican el contenido que se muestra a los usuarios probablemente también influya en la propagación de la desinformación.

“Es probable que la desinformación que provoca indignación se propague más en parte debido a la amplificación algorítmica del contenido atractivo”, escriben. “Esto es importante porque los algoritmos pueden mejorar la clasificación de los artículos de noticias asociados con la indignación, incluso si un usuario tenía la intención de expresar indignación hacia el artículo por contener información errónea”.

Sus resultados coinciden con los de estudios como el publicado esta misma semana en la revista Nature Human Behaviour, según el cual alrededor del 75% de las publicaciones en redes se comparten sin que los usuarios hagan clic en el enlace y el contenido más extremo se rebota mucho más que el políticamente neutral.

Una oscura motivación

“Estos resultados muestran que la gente no se para ni a leer una noticia indignante antes de compartirla”, asegura Clara Pretus, experta en desinformación del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) que no ha participado en el estudio. “Nuestra motivación para compartir contenido indignante es superior a nuestra motivación para compartir contenido veraz”.

Nuestra motivación para compartir contenido indignante es superior a nuestra motivación para compartir contenido veraz

Para la especialista, los autores muestran que nuestras reacciones de indignación son un aspecto clave de cómo la desinformación se difunde, y esto es importante para el diseño de estrategias contra la propagación de bulos. “Se está imponiendo un marco racionalista a la hora de diseñar estrategias contra la desinformación”, asegura. “Este marco asume que las personas tenemos la motivación de compartir información veraz, pero aunque esto es importante, no es suficiente y las estrategias contra la desinformación tienen que tener en cuenta estas otras motivaciones”. 

Luis Miller, doctor en Sociología y científico titular del CSIC, destaca que el hecho de que muchas personas compartan noticias falsas para señalizar la pertenencia a un grupo hace que las estrategias habituales de lucha contra la desinformación sean poco efectivas. “Es decir, si uno comparte noticias falsas sin ni siquiera leerlas, y por motivos que nada tienen que ver con la noticia, aportar más información (como en el caso del fact-checking o las notas de comunidad) no parece que vaya a solucionar el problema”, asegura. “Si esto es así de forma masiva, tendremos que pensar en otras fórmulas para combatir la desinformación”.

Nuevas estrategias contra la mentira

“Es verdad que estamos combatiendo de manera muy insuficiente”, reconoce Pretus. Una posible vía de mejora, apunta, es hacer cambios de diseño en las plataformas que permitan a los usuarios verificar información de una forma más rápida y masiva que las notas de comunidad. “Pero habría que obligar a las plataformas”, asevera. “En muchos casos, quizá la mayoría, estamos combatiendo ‘mal’ la desinformación porque lo hacemos dando más información”, recalca Miller. “Pero si alguien comparte algo no para que se conozca esa información, sino para señalizar su identidad, más información no sirve de casi nada”. 

Si alguien comparte algo para señalizar su identidad, más información no sirve de casi nada

Dado que la partida se juega en el terreno de la identidad y las emociones, y no de la información y las razones, quizá habría que basar la estrategia contra las noticias falsas en mecanismos de reputación más efectivos, según Miller. “Es decir, afearle a alguien que haya compartido algo falso”, explica. “Creo que las notas de la comunidad pueden funcionar mejor avergonzando al que las recibe (castigo emocional), que haciéndole caer en la cuenta de la información real”.

Una riada de bulos

Sobre la reciente explosión de bulos alrededor del trágico episodio de las inundaciones en Valencia por la DANA del 29 de octubre, Miller cree que existían incentivos para alinearse fuertemente con los de tu bando. “Ademas, se trata de eventos donde predominan las emociones, vía imágenes y relatos dramáticos, y pocos se paran a verificar la información antes de compartirla”, señala. 

“Creo que lo que ha ocurrido es que se puede ver como una transgresión moral desde la perspectiva que sea, porque atenta contra uno de los pilares fundamentales de la moralidad que es el bienestar de las personas”, añade Pretus. “Con lo cual es susceptible de que se utilice para generar indignación a través del señalamiento de una transgresión moral desde cualquier posición ideológica, es fácil utilizar este caso para generar desinformación”.