Desde hace 44 años, el mundo reivindica la igualdad el 8 de marzo, proclamado Día Internacional de la Mujer por la ONU, pero la llama feminista prendió ya en la Antigua Grecia y ha ido prosperando especialmente desde el impulso del movimiento sufragista en el siglo XIX.
Aunque el consenso internacional con respecto al Día Internacional de la Mujer se alcanza en 1975, la primera ola feminista batalló por la igualdad de voto y por los derechos civiles para las mujeres a principios del siglo XIX. Y la discriminación por razón de género se denuncia desde mucho antes.
La ONU recuerda que en “la Antigua Grecia, Lisístrata empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra, y que en la Revolución Francesa, las parisienses marcharon hacia Versalles por el sufragio universal”.
La reivindicación de la mujer en la sociedad no es nueva y el reclamo de la igualdad no es cuestión de moda sino de justicia.
“El derecho al voto, los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a la educación, a tener un puesto de trabajo y un salario digno... Ninguno de los derechos que disfrutamos actualmente nos han sido regalados, todos ha habido que lucharlos. (...) Y esa lucha la han encabezado, defendido y sostenido las feministas”, ha defendido la escritora y experta en feminismo Nuria Varela.
Tras el movimiento sufragista, la segunda ola luchó por el acceso a la educación y por los derechos políticos de la mujer a mediados del siglo XX, que mantuvo la reivindicación sufragista, ya que cuanto mayor acceso tenían las mujeres a la educación menos admitían que se les negara su voto.
Fue precisamente en el siglo pasado cuando la lucha contra la discriminación adquirió una visibilidad notable.
A comienzos del siglo, en 1909, Estados Unidos celebró por primera vez el Día Nacional de la Mujer un 28 de febrero y ya en la segunda mitad de la centuria, el 24 de octubre de 1975, las mujeres de Islandia secundaron la primera huelga feminista de la historia.
Es en la década de los sesenta cuando prende la tercera ola feminista, que se centra en luchar por la igualdad en el ámbito privado, en la libertad sexual y reproductiva de las mujeres.
Se trata, ha detallado Varela, de nombrar el “problema que no tiene nombre” porque hasta entonces la mujer se identificaba como madre y esposa, “lo que cercenaba toda posibilidad de realización personal y culpabilizaba a las mujeres que no se ajustaban a vivir sus vidas dedicadas solamente a los demás”.
Las acciones públicas de protesta de las feministas más radicales -que acuñaron la expresión “lo personal es político”-, su destreza intelectual y su nueva forma de hacer política marcaron esta ola, que reivindicó la autonomía de las mujeres en las relaciones de pareja.
Y tiene que llegar el siglo XXI para que el feminismo vea nacer una nueva ola, la cuarta, que se gesta en el entorno digital y coge cuerpo gracias al movimiento de denuncia #Metoo.
Esta última ola que se caracteriza por la implicación de activistas muy jóvenes, la lucha contra la violencia sexual y otros tipos de violencia que padecen las mujeres tanto en el ámbito íntimo como en el público, por la reivindicación de la igualdad real en todas las esferas, el rechazo del neoliberalismo y la asunción de la ecología.
En este contexto, España vivió el 8 de marzo de 2018 su primera huelga feminista, “la mayor movilización feminista que se recuerda” en este país, según la Federación Estatal de Organizaciones Feministas, de la que se hicieron eco reconocidos medios de comunicación internacionales.
La lucha continúa en 2019: la búsqueda de la igualdad se extiende por varios siglos, pero la discriminación por razón de género o sexo sigue existiendo y por ello el día 8 de marzo volverá a servir para celebrar los logros alcanzados pero, sobre todo, para reflexionar y denunciar los asuntos aún pendientes, el camino que queda por recorrer.
Ana Sánchez