La pandemia de COVID-19 ha hecho saltar por los aires el proyecto del Ejecutivo de lanzar en 100 días el plan para conseguir anular las emisiones de gases de efecto invernadero en España. La declaración de emergencia climática del 21 de enero se ha convertido en un pasado muy lejano. Pero la encargada de ese proyecto, la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, entiende que, ahora, una vez se ataje la urgencia sanitaria, una salida verde para reactivar la economía se hace más evidente que nunca.
Ribera cuenta a eldiario.es que estas semanas se centra en “ayudar desde distintos ámbitos a la autoridad delegada en esta crisis que es el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Vamos viendo y estructurando una respuesta que es compleja. Es complicada”, dice.
En medio de esa complejidad, y ante la nueva normalidad que se avecina, la vicepresidenta cuarta del Gobierno no oculta que, una vez comprobado cómo la destrucción ecológica a base de actividades humanas está detrás del surgimiento de enfermedades infecciosas como la COVID-19, habrá que replantearse la fórmula para que la economía “respete los límites ambientales”.
¿Cómo prevé que se retomará la actividad en España?
Poco a poco, con prudencia. Hay algo obvio: debemos tener garantizada la capacidad de nuestro sistema sanitario y la información que nos permita analizar bien la situación para actuar bajo la máxima seguridad. Iremos aprendiendo a proteger más y mejor; a recuperar una normalidad económica y social que no será la misma que conocíamos hace apenas unos meses.
El mensaje más importante es darnos cuenta de que este es un hito singular donde nadie ha acabado el proceso completamente. Donde las incertidumbres son muy grandes. Se trata de ir reduciendo esas incertidumbres para ir tomando decisiones sobre una base segura.
Esta semana, en la que han vuelto a la actividad algunos sectores, es un aprendizaje para identificar en cada sector, para cada centro de trabajo, cuáles son las mejores prácticas en términos de seguridad, siendo mucho más flexibles en la ordenación horaria, en las jornadas semanales... Este es un recorrido largo. No se trata de cruzar una puerta y salir, sino de entender que tenemos por delante un trayecto.
Pero ¿cómo se va a relanzar la economía sin volver al modo de producción y consumo que están detrás de la destrucción ecológica, origen de patógenos que saltan a los humanos como el de la COVID-19?destrucción ecológica, origen de patógenos que saltan a los humanos como el de la COVID-19
Es una oportunidad para consolidar un cambio que se había apuntado ya en Europa: el equilibrio de los ecosistemas es enormemente delicado y, al destruirlos, incurrimos en riesgos que no somos capaces de medir a priori y que se materializan de forma dramática como con este virus. Son hechos que siempre tienen consecuencias que pueden ser muy graves.
Por otro lado, nuestro modelo económico, nuestro modelo de desarrollo generan efectos secundarios no deseados, tanto para la salud como para el medio ambiente; y unos desequilibrios sociales que acaban generando más daño para colectivos vulnerables. Ya sabíamos que necesitamos ir construyendo una economía más compatible con la protección del clima. En esta crisis estamos viendo cómo los precios de la energía y la seguridad del suministro están funcionando bien, entre otras cosas, por la presencia de energías renovables en nuestro sistema. Así que hay de nuevo una oportunidad para acelerar transformaciones que estaban en marcha.
La crisis del coronavirus nos ha puesto delante de nuestra propia vulnerabilidad...
Esta crisis ha supuesto un shock para el mundo. Estamos todavía digiriendo con incredulidad lo que estamos viviendo: que la seguridad es mucho más que el concepto de defensa o de los ejércitos. La seguridad del medio ambiente, del entorno, frente a catástrofes naturales. La seguridad frente a nuevos patógenos y los factores de transmisión de enfermedades. La seguridad colectiva... De repente nos fijamos en la seguridad sanitaria, de prestaciones sociales, en la seguridad de los servicios públicos como referentes fundamentales para poder encontrar apoyo cuando lo necesitamos. La recuperación pasa por construir una realidad económica compatible con todo eso.
¿Hará la crisis de la COVID-19 que el freno de la destrucción de la naturaleza y la biodiversidad se convierta en una política prioritaria?
Creo que forma parte de los elementos más claramente defendidos por una buena parte de los actores económicos, políticos y sociales. Cualquier programa en Europa debe conciliar la capacidad de recuperarnos de esta gran sacudida con el mantenimiento y la apuesta por un acuerdo verde [el llamado Green Deal].
A mí sí me parece que el entendimiento de los límites y los perjuicios que genera la destrucción de la biodiversidad es algo que ha calado de una manera muy dramática en el imaginario colectivo. Así que la salida y la reconstrucción han de ser compatibles y congruentes con esto y no con la alternativa inversa.
¿Alternativa inversa?
Tenemos ejemplos dramáticos de los errores y el coste que supone confundirse en el diagnóstico. En este sentido, me preocupa la reacción de la Junta de Andalucía de remover de un plumazo una serie de cautelas ambientales, alegando que, de esta manera, se genera actividad económica cuando estamos viendo, por ejemplo, los enormes impactos de las tormentas en nuestro litoral.
Mientras estamos viendo cómo enfrentamos los efectos del cambio climático, de repente, sin haber contado con el sosiego correspondiente, parece que se da la señal de una apuesta por el retorno a un urbanismo basado en el ladrillo y en el aprovechamiento con poca limitación.
¿Ve usted ahí una utilización política del shock?shock
Creo que es un error pensar que es una buena idea reducir las cautelas ambientales o considerar que el urbanismo no debe tener ningún tipo de informe o de análisis sino, al contrario, considerar que las cautelas son trabas burocráticas que frenan la actividad económica. Suena a viejo y a muy peligroso porque los errores se acaban pagando y a veces son nuestros hijos en lugar de nosotros mismos los que pagan.
Las ganas de reactivación económica van a extender esa manera de pensar...
Hay que estar muy atentos porque evidentemente es una situación muy dura donde habrá mucha gente que sienta la presión de lo inmediato y pueda pensar que es la solución. La solución más fácil.
Pero creo que el nivel de madurez social al respecto ha avanzado mucho, tanto en ámbitos industriales, que entienden que su viabilidad y su ganancia están en una apuesta mucho más compatible con la sostenibilidad y con los límites ambientales, como los ciudadanos que tenemos cada vez más capacidad crítica y, por tanto, no nos resulta tan fácil aceptar lo que nos pongan por delante.
¿Y cómo planea poner coto a ese peligro?
La mejor herramienta es construir alternativas. Estar preparados para que haya otras alternativas que puedan convencer y resultar atractivas. En ese sentido, la recuperación verde es fundamental. Una recuperación orientada al futuro, al bienestar de las personas y al respeto por los límites ambientales es clave.
La pandemia es un tsunami que se lo lleva todo por delante. ¿Peligran las políticas de lucha contra la crisis climática?
Yo formo parte de un gobierno cuyo presidente ha entendido desde el principio la trascendencia que tienen, desde el punto de vista de modernización industrial y de incidencia social, esas políticas. Por tanto, forma parte de sus prioridades a la hora de plantear una reconstrucción del país.
Mi impresión es que una muy buena parte de la sociedad española respalda y entiende que esa es una apuesta fundamental. Hay un terreno abonado para que las cosas funcionen bien. Siempre puede haber algún actor o alguna persona que, por razones culturales, económicas o de inversiones previas en las que se sienta atrapado, conspira contra el cambio y por mantenerse en la situación en la que está, o por conservadurismo o por miedo.
Suena optimista...
Razonablemente. Sin caer en la ingenuidad de pensar que esto es obvio y está ganado porque siempre puede haber detractores y porque es complicado. La transformación que requiere plantea desafíos que hay que ir resolviendo. Este shock hace que nuestra apertura a plantearnos cosas nuevas sea mucho más alta de la que era hace seis meses o un año.
¿Considera que la crisis va a hacer que la población esté más dispuesta a la transición verde?
Si está preparada, sí. Si hay alternativas encima de la mesa, creo que sí. Nos vamos a encontrar con un porcentaje muy alto de personas que lo estén pasando muy mal, que sientan una amenaza real en sus puestos de trabajo. Además, tienen miedo a comprar bienes de consumo duraderos o a plantearse decisiones tan cotidianas, tan importantes para todos, como qué vamos a hacer en vacaciones o dónde voy a vivir o dónde voy a trabajar. Eso es un factor limitador para todos y para estas personas en concreto. Eso va a exigir una capacidad de estímulo de actividades que puedan generar empleo.
La principal preocupación de las personas es qué empleo voy a tener y de qué manera salimos de esta. Y la segunda es cómo evitamos que este tipo de cosas vuelvan a ocurrir. Y ahí se incluyen grandes pandemias, pero también grandes amenazas que hasta hace poco aparecían retratadas en un libro y ahora sabemos que son amenazas ciertas para las que nos conviene estar preparados.
Pero una crisis económica, como vimos en la anterior, tiende a reforzar postulados poco ambientalistas.
Ahora, por comparación con 2008, hay una convicción mucho más cercana, mucho más próxima de los costos que tiene no hacer las cosas bien. La instalación de nueva potencia energética renovable, más barata que la convencional, y las alternativas tecnológicas de cara a la movilidad, la demanda de producción de bienes que sean ecológicos, con poca incidencia en el medio ambiente... las señales están mucho más claras.
Tras lo que costó celebrar y sacar algo de la COP de Madrid, ¿cuánto daño va a hacer que no haya Cumbre del Clima en 2020, la COP26?
Quiero pensar que de esta crisis debemos salir entendiendo la trascendencia que tiene la cooperación multilateral y la cooperación regional en los grandes desafíos globales. La realidad de los hechos demuestra lo trascendente que es la cooperación multilateral. Somos un mundo mucho más pequeñito de lo que nos creíamos, muchísimo más interdependiente y vulnerable de lo que creíamos.