El relato de abuso sexual de Donald Trump hecho público el pasado sábado por The Wahington Post no ha truncado, de momento, su carrera hacia la Casa Blanca, aunque sí ha desatado la oposición de compañeros de formación. Sigue siendo el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, pero sus palabras destapan una realidad habitualmente invisibilizada y que se encargaron de denunciar miles de mujeres en Twitter relatando episodios de acoso sexual.
Trump pronuncia frases machistas en el vídeo como “fui a por ella como un cabrón, pero no lo conseguí”. Y sigue: “Ya sabes, me siento automáticamente atraído por las mujeres guapas. Lo primero es besarlas, es como un imán. Solo un beso, no espero. Y cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer lo que quieras. Cogerles por el coño. Lo que quieras”, afirma. Sus palabras ayudan a señalar algunas claves que forman parte de la realidad de las agresiones sexuales.
La invisibilidad de lo que no es violación
El Ministerio del Interior ha contabilizado de 2009 a 2015 casi 10.000 violaciones y la organización estadounidense RAINN de atención a víctimas de violencia sexual contabiliza que una de cada seis mujeres norteamericanas han sido víctimas de una violación –o un intento– alguna vez en su vida. Sin embargo, más allá de las agresiones sexuales con penetración, la violencia sexual engloba otros ataques comúnmente llamados “de baja intensidad”.
“El imaginario asocia violencia sexual con violación en la calle a altas horas perpetrada por un desconocido”, asegura Marta Monllor, trabajadora social y socióloga de la fundación Aspacia, pero “muchas otras violencias pasan desapercibidas”. El psicólogo Rubén Sánchez enumera “el acoso callejero, las invasiones de la intimidad, exhibicionismo de genitales, masturbación o tocamientos” [como los relatados por Trump].
Tocamientos en espacios públicos
Una encuesta publicada en 2016 por la ONG ActionAid revelaba que el 79% de las mujeres que viven en India, el 86% en Tailandia, el 89% en Brasil o el 75% de Reino Unido habían sido objeto de acoso o violencia en espacios públicos, donde el 23% de las mujeres han sufrido tocamientos. Según el mismo estudio, el porcentaje se eleva en los primeros países al 41%, 44% y 39% respectivamente.
Sin embargo, los estudios sobre el tema no dejan de ser aproximaciones a una realidad que, en opinión de Monllor, “las instituciones no han mostrado interés por investigar porque no está en la agenda política. El último estudio oficial publicado en el ámbito de la Unión Europea fue elaborado en 2014 por la Agencia de los Derechos Fundamentales. Una de sus conclusiones es que el 29% de las mujeres de la UE han sufrido tocamientos, abrazos o besos contra su voluntad desde los 15 años.
ONU Mujeres también ha elaborado investigaciones al respecto que concluyeron que en Port Moresby (Papúa Nueva Guinea) el 90% de las mujeres y niñas han experimentado violencia sexual en el transporte público. La ONU concluye que la violencia sexual es “un problema universal” que “sucede en las calles, en el transporte público, escuelas y lugares de trabajo, aseos públicos, parques...”.
El refuerzo de la risa de Billy Bush
Trump mantiene la conversación con Billy Bush, ahora presentador de la NBC, que se ríe en varias ocasiones mientras el candidato relata sus abusos. Monllor identifica en su actitud el papel de “reforzador” de lo que está oyendo y señala entre otros posibles roles al presenciar cualquier tipo de violencia el de “espectador” o “colaborador”. La actitud de Bush, dice, “se da porque hay una aceptación social de la violencia hacia las mujeres que lleva al entorno a, mayoritariamente, no oponerse a ella”.
Sánchez vincula además su risa con “la masculinidad dominante” que acepta como típico “el regodeo y el cachondeo cuando varios hombres se dedican a sacar pecho y a hablar de relaciones sexuales”, sostiene.
Las experiencias de un primer acoso
Pocas horas después de haber hecho públicas las declaraciones del político miles de mujeres se dedicaron a compartir en Twitter sus primeras experiencias de acoso sexual alentadas por la periodista del New York Times Kelly Oxford. “Yo primero”, tuiteó. “Hombre viejo en un autobús de línea me agarra el 'coño' y me sonríe. Tengo 12 años”.
La acción recordaba a la iniciada en México el pasado mes de abril bajo el hashtag #MiPrimerAcoso al que se unieron mujeres de otros muchos países.
“Cuando eres una estrella, te dejan hacerlo”
Con estas palabras Trump asegura que ser famoso es un sinónimo de acosar a las mujeres, que “te dejan hacerlo”. Las y los expertos consultados coinciden en asegurar que no hay un perfil de agresor porque “es común a los hombres que la sociedad patriarcal les haya entregado el poder”. Sin embargo, Sánchez desgrana la frase del candidato al afirmar que “una cosa es sentir poder y otra tenerlo”.
En el caso de Trump, asegura, su posición política y económica le lleva a “tener poder para ejercerlo”, aunque “sentirlo –como hombre– es común a un empresario y a un obrero”, asegura. El psicólogo vincula este sentimiento con “la ideología de la cultura de la violación, que nos hace interiorizar que los cuerpos de las mujeres son públicos para el disfrute de los hombres”.
Un poder –el de Trump– que “está relacionado con la impunidad”, asegura Monllor. Que el candidato no haya asumido responsabilidades políticas por sus declaraciones está relacionado, para Sánchez, “con esa imagen de extravagante, con comentarios fuera de lugar que han hecho que digamos 'bueno, está loco'”.
El contraataque del “todos lo hacen”
Poco antes del inicio del debate con la candidata por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, el hombre que había presumido horas antes de abusar de las mujeres, se presentó en una rueda de prensa con varias mujeres que en su día acusaron al expresidente Bill Clinton de acoso sexual y que presenciaron el debate como público. Una de ellas afirmó: “El señor Trump puede haber dicho malas palabras, pero Bill Clinton me violó y Hillary Clinton me amenazó”.
El candidato pidió disculpas pero lejos de asumir responsabilidades políticas justifica sus palabras con un “todos lo hacen”. Monllor insiste en no subestimar a las mujeres que presentó Trump, pero apunta a una “utilización de ellas en su propio beneficio”. Al margen, sostiene, de que ellas buscaran reparación “es una forma de volverlas a cosificar como objetos en defensa del honor”, analiza Sánchez.