Durante su último viaje a España, Benedicto XVI consagraba la basílica de la Sagrada Familia. En el altar del templo diseñado por el genio de Gaudí, solo había hombres, presididos por el hoy papa emérito. Ninguna mujer. Bueno sí, tres religiosas cuya única función fue limpiar el aceite con el que los celebrantes habían bendecido la mesa sagrada.
El escándalo que se generó hace ahora ocho años continúa multiplicándose en el interior de la Iglesia. Cabe preguntarse qué ocurriría si el próximo 8 de marzo las mujeres hicieran huelga y no participaran de las misas, ni ayudaran en la catequesis, ni abrieran la puerta de las capillas. “Seguramente no habría ninguna misa en España”, señala a eldiario.es una religiosa, que prefiere no dar su nombre. “Seguimos sin tener voz ni voto”, lamenta.
Una realidad que, por primera vez, ha reconocido el diario oficial vaticano, L'Osservatore Romano, que en su suplemento 'Mujeres, Iglesia, Mundo', publica un reportaje en el que denuncia que “dentro de la Iglesia las mujeres son explotadas”,.
El reportaje, que novela la situación de varias religiosas, constata “la explotación generalizada de las monjas en la Iglesia Católica con trabajos sin paga o sueldos muy bajos”, reclamando que la jerarquía eclesiástica debería dejar de tratarlas como simples sirvientes.
Sirven a los cardenales
La publicación sostiene que muchas religiosas trabajan como cocineras, limpian o solamente se dedican a servir la mesa a cardenales, obispos y sacerdotes. “Algunas sirven en casas de obispos o cardenales, otras en las cocinas de instituciones eclesiásticas o enseñan. Algunas, como sirvientas de los hombres de la Iglesia, se levantan por la mañana a preparar el desayuno y se van a dormir después de servir la cena, asear la casa y lavar y planchar la ropa”, subraya el artículo, que cita a la 'hermana María' quien describe cómo las religiosas sirven al clero, pero “rara vez son invitadas a sentarse en las mesas que sirven”.
“Hasta ahora nadie ha tenido el valor de denunciar estas cosas”, subraya Luceta Scaraffia, directora del suplemento, quien justifica la publicación del reportaje en que “tratamos de dar una voz a quienes no tienen el valor de decir estas palabras públicamente”. Y confirma la tesis de la publicación: “Dentro de la iglesia, las mujeres son explotadas”.
En muchos casos las monjas, que toman votos de pobreza, no reciben una paga porque son miembros de órdenes religiosas femeninas y son enviadas a las residencias de funcionarios varones de la Iglesia como parte de sus asignaciones.
Teólogas sirviendo mesas
Otra religiosa denunció que conocía a unas hermanas que tenían doctorados en campos como teología y que, sin ninguna explicación, habían recibido órdenes de realizar tareas domésticas u otras labores que “no guardaban relación con su formación intelectual”.
Las experiencias de esas monjas, dice el artículo, podrían transformarse “en una mayor riqueza para toda la Iglesia, si la jerarquía masculina lo ve como una ocasión para una verdadera reflexión sobre el poder (en la institución)”.
Sor María, la protagonista de la publicación, sostiene que este sometimiento “suscita en algunas de ellas una rebelión interna muy fuerte” porque sienten “una profunda frustración” pero “tienen miedo de hablar porque detrás de todo puede haber historias muy complejas”. Por ejemplo, en el caso de religiosas de África, Asia o América Latina, puede que sus congregaciones hayan corrido con el gasto de cuidar a familiares enfermos o ha financiado sus estudios. “Estas monjas se sienten en deuda, comprometidas, y entonces callan”, reconoce.
En el pasado, la mayoría de las monjas que trabajaban como ayuda doméstica en residencias dirigidas por hombres o instituciones como seminarios eran ciudadanas locales con redes de apoyo. En los últimos años, muchas han llegado de África, Asia y otras partes del mundo en desarrollo.
Una realidad que ha sido denunciada por el propio Papa Francisco. En 2016, el Pontífice criticaba “el reclutamiento de candidatas de otros países con el único fin de salvaguardar la supervivencia del monasterio”, algo que calificó de “inseminación artificial” de conventos sin vocaciones. Una situación que, por desgracia, es una constante en países como España, donde se 'importan' monjas de países como India, Congo o Sudán, y que en muchos casos llegan a los monasterios en condiciones de semiesclavitud, para trabajar más como sirvientas o asistentes de religiosas y sacerdotes que como monjas dedicadas a la oración.
En el trasfondo de esta realidad, el papel de la mujer en la Iglesia. La próxima semana, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la teóloga Teresa Compte publica 'Diez cosas que el Papa Francisco propone a las mujeres' (Publicaciones Claretianas), un texto que cuenta con un prólogo del Pontífice. En el mismo, Bergoglio lamenta que “siga persistiendo cierta mentalidad machista” en la Iglesia.
En su prefacio, Francisco también critica que “en la propia Iglesia, el papel de servicio al que todo cristiano está llamado se deslice, en el caso de la mujer, algunas veces, hacia papeles más bien de servidumbre que de verdadero servicio”.