Estaban a punto de llegar a la universidad cuando notaron cuatro ojos clavados en ellos desde el interior de un todoterreno. Extrañados, continuaron su camino por el transitado campus de Ciudad Universitaria de Madrid hasta que el vehículo frenó a su lado. Bajaron dos hombres vestidos de paisano con una placa en cada mano: pedían su documentación sin exponer razones. Mohamed es español y también negro: tiene tres veces más posibilidades de ser parado por la calle para ser identificado que una persona blanca nacida en España, según una encuesta de Metroscopia analizada por el Institut de Drets Humans de la Universitat de València y de la Universidad de Oxford.
A pesar de que los controles de identificación por motivos étnicos o raciales están prohibidos según una circular emitida en 2012 por el Ministerio de Interior, los datos del informe desvelan que nunca dejaron de existir: las personas pertenecientes a minorías étnicas tienen dos veces más probabilidades de ser paradas en la vía pública que el resto de la población, siete veces más si aquellos que no tienen “apariencia europea” han nacido fuera de España, según el estudio. La tasa de identificaciones por habitante en España es del 17%, mientras que en otras ciudades como Nueva York es del 7,5%
El resultado más alarmante recae en las personas con rasgos gitanos: un 60% de los encuestados con estas características han sufrido controles de identificación, 10 veces más que los de apariencia “caucásica europea” -es decir, blancos con rasgos semejantes a los de la mayoría de españoles- , de los que solo un 6% ha sido parado por la policía. Por su parte, un 45% de las personas entrevistadas con aspecto magrebí ha sido parado en la calle, lo que supone que tienen 7,5 veces más de posibilidades que una persona de “aspecto europeo”.
Además, el 29% de las personas con rasgos afro-latinoamericanos y el 22% de los que cuentan con aspecto andino-latinoamericanos confiesa haber sido identificado en la vía pública.
“Existe un trato desproporcionado hacia determinados grupos étnicos. Hay discriminación sistemática”, sentencia José García Añón, co-autor del informe, quien confía en que el estudio pudiese servir de prueba en el caso de que algún afectado denunciase ante la justicia estas prácticas policiales “difíciles de demostrar”. “Los datos estadísticos constituyen un paso esencial para documentar y medir el problema, el siguiente paso debe consistir en poner soluciones para erradicarlo”, sostiene.
El estudio pone también sobre la mesa la escasez de datos oficiales en relación a las identificaciones. “Desde el año 2002 se aportan cifras globales pero no se presentan diferenciadas por nacionalidad, algo que sería clave para controlar la continuidad de la discriminación”, continúa García Añón.
La única ocasión en la que el Gobierno ha presentado datos desglosados por nacionalidades sobre las identificaciones, lo hizo en marzo de este año en respuesta a una pregunta parlamentaria del Grupo Izquierda Plural acerca del impacto real de la circular de la Dirección General de la Policía que desde mayo de 2012 ordena “evitar actuaciones masivas o indiscriminadas basadas únicamente en criterios étnicos”. A pesar de que diferentes organizaciones desconfiaron de estas cifras y lamentaron que siguiesen siendo incompletas, evidencian que la proporción continuaba siendo desfavorable para los inmigrantes.
Según su respuesta, desde mayo del pasado año hasta finales de enero de 2013, se efectuaron 49.295 identificaciones de los que 26.899 eran a extranjeros: el 54,56% de las personas que fueron paradas por la calle, mientras solo representan un 11,73% de la población total, según los datos del INE. Aunque esta representación disminuyese levemente después de la aprobación de la norma interna de la policía, la discriminación continuaba pesando sobre los extranjeros.
“Las identificaciones por perfil étnico, además de discriminatorias, son ineficaces”, desprende el informe. Es decir, según sus resultados, el mayor peso de las personas con determinados rasgos raciales en los controles, no se traduce en mayores detenciones o sanciones administrativas por lo que no resulta efectivo a la hora de mejorar la seguridad ciudadana. “A cerca del 80% de los parados por la calle no son ni detenidos ni multados, lo que demuestra que deberían seleccionar a la gente por sospechas criminológicas y no por su perfil étnico como continúan haciendo ahora”.
La mayoría no son sancionados pero, en el intento, muchos tienen que aguantar la sensación de ser criminalizados sin haber cometido delito alguno. “Es como si fueras un delincuente. Cuando te para la policía, la gente te mira: lo normal es que piensen que eres sospechoso de algún delito. Las personas que pasan te juzgan con la mirada y te sientes mal”, dice Mohamed recordando la última vez que le identificaron en los alrededores de su facultad en abril de 2013.
“Cuando los policías vieron que tanto mi amigo -español pero con rasgos latinoamericanos- como yo éramos españoles, nos preguntaron si llevábamos drogas”, añade soltando una leve risa. “Era una excusa, realmente buscaban saber si nuestra situación en España era regular”, matiza. “Soy negro. Por ello no me siento diferente, pero ellos sí hacen una diferenciación. Sabes que si fueses blanco no te pasaría, te hacen sentir como un ciudadano de segunda”, concluye.