Con su charla tranquila y su sonrisa permanente, la científica canadiense Donna Strickland se ha convertido en la viva imagen de una persona sabia. “Cuando alguien dice que sabe algo, solo lo sabe de momento”, advirtió este jueves durante su charla de agradecimiento por la Medalla de Oro del CSIC que ha recibido por sus importantes descubrimientos en el campo de la óptica. Su trabajo en 1985, por el que recibió el premio Nobel de Física en 2018 (el tercero concedido a una mujer), es una demostración de facto de que las ideas revolucionarias surgen cuando se da la vuelta a lo que ya sabemos y se aplica el ingenio.
Realizado en plena juventud, y detallado en su primer artículo publicado, su gran descubrimiento consistió en una técnica para multiplicar la capacidad del láser que recibe el desabrido nombre de “amplificación de pulso gorjeado”. Ella, que no le hace ascos a una buena metáfora, prefiere hablar de un “martillo de luz” capaz de cortar materiales trasparentes, un sistema que comprime los fotones en el espacio y en el tiempo y que habría dejado atónitos a Newton y Einstein.
Charlamos con ella en la librería del CSIC en Madrid, horas antes de la entrega de su medalla y con la semana de los premios Nobel en el horizonte inmediato. A pesar de que no se considera portavoz de ninguna causa, la cuestión de la desigualdad de las mujeres en ciencia flota en el ambiente, y la afronta con responsabilidad, consciente del largo camino que queda por recorrer.
¿Hay alguna manera sencilla de explicar cómo un láser puede cortar un material trasparente como un cristal o una córnea?
Cuando cortas algo como el acero, y otros materiales opacos, basta con calentarlo, pero la luz atraviesa los cristales, así que no podemos usar la absorción. El láser que yo he desarrollado, que es lo que yo llamo un “martillo láser”, lo consigue porque toda la energía se concentra en pequeños pulsos. Es como introducir un clavo en un trozo de madera, si lo golpeas fuerte y rápido con el martillo es capaz de penetrar. De la misma manera, nosotros enfocamos toda la luz en un mismo punto, que genera la suficiente intensidad como para mover a los electrones. Así es como podemos cortar el cristal o una córnea, acumulando muchos pequeños pulsos en diferentes puntos.
También tiene usted una analogía con una ducha, ¿no?
Piensa que estás debajo de una catarata. Todo tiene que ver con la velocidad con la que te golpea el agua. Si estás debajo de algo que cae desde muy arriba y con mucha energía, puedes resultar herido, como en las cataratas del Niágara, pero si estás bajo la ducha, que está más cerca y es menos intensa, no te pasa nada. En la catarata, mucha agua te golpea a la vez con mucha energía.
¿Es verdad que su hija pensó que le habían hackeado el teléfono cuando le llegó un SMS diciendo que su madre había ganado el Nobel?
Le escribí a las 5:15 de la madrugada, cuando estaba dormida, y al levantarse pensó “Oh, no, le han hackeado el teléfono a mi madre”. Y hasta que no lo vio en las noticias no se lo creyó (risas).
Dice que se divierte jugando con láseres de alta intensidad porque hacen cosas “mágicas”. ¿Cómo de importante es el juego y la curiosidad para el avance de la ciencia?
De hecho, sigo haciéndolo de vez en cuando. Creo que hay que encontrar lo que te divierta. Hablando recientemente con una colega científica me preguntaba de dónde sacaba la paciencia para alinear todos los láseres y las ópticas, porque ella lo había intentado y le resultaba muy frustrante. Nuestros láseres solo funcionan un 5% de las veces, así que necesitas esa paciencia, y para eso te tiene que fascinar lo que haces, para seguir intentándolo y avanzando.
Pero, ¿alguna vez ha perdido la paciencia?
Muy a menudo, alguna vez siento deseos de darle una patada al láser, pero antes de hacerlo me voy a dar un paseo (risas).
Newton también empezó jugando con la luz y los prismas... Si pudiera hablar con él, ¿qué le contaría sobre lo que somos capaces de hacer ahora con la luz?
Hacemos cosas increíbles. Hablando de prismas, una de las cosas que más me gusta hacer con los estudiantes que vienen a mi laboratorio es que, con pulsos de luz, enfocamos sobre cualquier objeto transparente, incluso con agua del grifo (para que vean que no es nada especial), la luz entra en infrarrojo y sale proyectada en todos los colores del espectro. Y es como magia. De hecho, durante muchos años se usó para cambiar los láseres de color sin saber muy bien cómo funcionaba. Lo bonito de la óptica es que ves esa “magia” en frente de tus ojos.
[Si Newton reviviera] vería cosas increíbles con la luz. Lo bonito de la óptica es que ves esa “magia" en frente de tus ojos.
¿Cuál es el frente abierto más interesante en materia de óptica en este momento?
La óptica está en todas partes, así que es una respuesta muy amplia. En mi campo, diría que la alta intensidad, el intento de acelerar partículas. Una de las esperanzas es conseguir mejorar los aceleradores que hay en los hospitales y mejorar las aplicaciones médicas. Hay científicos trabajando con las intensidades más altas y tratando de imitar las condiciones gravitacionales que se producen en el borde de un agujero negro para ver qué sucede en ese tipo de condiciones extremas aquí en la Tierra. Pero este tipo de cosas locas las hacen otros, yo tengo un láser muy pequeño en mi laboratorio.
Su descubrimiento ya tiene aplicaciones médicas, ¿verdad?
Sí, fue resultado de un accidente y gracias a un oftalmólogo que trabajaba en Michigan, Ron Kurtz. Un estudiante sufrió un daño en el ojo con un láser y acudió a su consulta. Y comprendió que el láser podía cortar. El oftalmólogo le preguntó qué clase de láser había usado, se pusieron a trabajar y se dieron cuenta de que podían utilizar este tipo de láser para cortar la córnea sin dañar ninguno de los nervios.
Cuenta usted que su madre quería estudiar matemáticas, pero le presionaron para hacer una carrera de letras y después se arrepintió. ¿Le influyó de alguna manera a la hora de dedicarse a la ciencia?
Sin duda, recuerdo que mi madre se quejaba muchas veces: “Yo era buena en matemáticas, debería haber estudiado eso, porque sería una mejor profesora de matemáticas que de inglés”. Y me decía: “No dejes que nadie te diga que no hagas lo que crees que debes hacer”. Crecí con ese mensaje, así que no dejo que nadie me diga lo que tengo que hacer. Ni siquiera mi madre (risas).
Se inspiró en una observación de Maria Goeppert Mayer para su tesis sin saber que era una mujer y se refirió a ella como “he” (él) en su texto, ¿cree que sigue habiendo muchos jóvenes que desconocen a esta y otras figuras?
En mi caso, simplemente asumí que era un hombre. Ahora somos alrededor del 20%, creo que ya no es tan probable que asumas automáticamente que se trata de un hombre. Pero en este era una científica de los años 30, cuando no era tan probable que hubiera mujeres en este campo. Si miras al trabajo original por el que me dieron el Nobel verás que puse mi nombre completo, para asegurarme de que la gente supiera que era una mujer.
En el trabajo original por el que me dieron el Nobel puse mi nombre completo, para asegurarme de que la gente supiera que era una mujer.
Ha comentado alguna vez que hablar en nombre de todas las mujeres es un peso difícil de llevar, ¿está harta de que los periodistas le preguntemos por esto?
Sí (risas).
Pero no se quede ahí, por favor, ¿puede explicarlo?
Ja, ja, ja. Claro. Antes de nada, debo decir que entiendo por qué me preguntan por ello. Obviamente, en ese momento era la tercera mujer a la que daban el Nobel de Física. Y ese es el principal problema. Lo que sucede es que yo nunca he estudiado el papel de las mujeres en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), así que no creo tener ningún conocimiento sobre el tema, y solo por ser mujer no significa que entienda estos asuntos, prefiero hablar de mi trabajo sobre los láseres. Me resulta más fácil hablar de lo que yo estudio que de lo que estudian otras personas. Y, además, yo tuve un camino muy fácil en la vida, por eso me resulta difícil hablar de estos problemas, cuando yo no me los he encontrado.
Solo por ser mujer no significa que entienda sobre desigualdad, prefiero hablar de mi trabajo sobre los láseres
Su caso es un poco excepcional, porque normalmente los supervisores se llevan el crédito, ¿cree que es injusto y debería cambiar?
No lo sé, creo que ganar el premio Nobel tiene mucho que ver con la suerte. Creo que hay muchísima gente haciendo ciencia fantástica, y obviamente solo se puede premiar a tres personas, y muchos pueden sentir que se lo merecen. Pero no sé lo que es justo y lo que no.
En la cena de gala de los Nobel citó usted la canción “Girls just wanna have fun” (Las chicas solo se quieren divertir). Si la academia sueca no da el premio a ninguna mujer esta semana, ¿qué canción les cantaría?
¡Ja, ja, ja! No lo sé. ¿Quizá “No llores por mí, Argentina”? (risas)
Ya en serio, el año pasado solo se premió a una mujer, ¿cree que se seguirá repitiendo este desequilibrio?
Sigue habiendo muchos más hombres que mujeres que ganan el premio. En Química parecen llevarnos cierta ventaja al resto. Al menos dos años después de mí se lo dieron a Andrea M. Ghez. Contacté con ella y le dije “hemos empezado un nuevo club”, es la primera vez en la historia en la que podemos crear el club de las mujeres con premio Nobel de Física (risas). Por fin somos dos y podemos hacer un club, porque en los actos anteriores las galardonadas eran las únicas premiadas vivas.
Dos años después de mí le dieron el Nobel a Andrea M. Ghez. Contacté con ella y le dije “hemos empezado un nuevo club”
Su esperanza es ampliar el club en esta nueva edición de los Nobel, ¿verdad?
Sí, queremos hacer un club más grande.
Recientemente le nombraron miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias, ¿es usted religiosa?
No soy católica, pero sí voy a la Iglesia Unida de Canadá. Soy religiosa de una manera muy liberal, esta iglesia te deja pensar como quieras.
A propósito de la experiencia con sus estudiantes, comentó usted alguna vez que a los hombres se les educa para competir y a las mujeres para pasar desapercibidas. ¿Cómo se arregla esto?
Una vez un colega me comentó que no estamos en la Física por el dinero, sino por salir ahí fuera y decir “mirad lo que he hecho”. Y a los chicos se les educa desde pequeños para ser estrellas, del fútbol o de lo que sea, con ese mensaje de “miradnos, miradnos”, mientras que a las mujeres se nos enseña a bajar la cabeza y hacer nuestro trabajo y no estar en el foco de atención. Pero parte de nuestro trabajo como científicos es salir y decirle a otros científicos lo que hemos hecho, y las mujeres tenemos problemas con eso. Así que enseñamos a nuestras estudiantes a salir y estar orgullosas de su trabajo. Yo misma, al final de mi doctorado, di una charla casi pidiendo disculpas por lo que aún no habíamos podido resolver, y uno de los científicos senior me llevó aparte y me dijo “nunca más des una charla así, ¿por qué debe la audiencia escucharte, si tú misma no crees en tus resultados?”. Así que aprendí una lección de vida: debes hablar con confianza de tus resultados si quieres que la gente te escuche.
Creo que el público está perdiendo confianza, como vimos en la era del COVID, por es importante subrayar su importancia ante la sociedad.
¿Qué significa para usted haber recibido la medalla de oro del CSIC?
Siempre pienso que es muy necesario recordar la importancia de la ciencia. En la Universidad de Waterloo he empezado a crear una red para reforzar la confianza en la ciencia. Creo que el público está perdiendo esta confianza en gran medida, como vimos en la era del COVID, y siempre es importante subrayar esto ante la sociedad.