Hace casi un año, cuando estalló la crisis del coronavirus en España, las residencias de ancianos fueron los primeros lugares que se cerraron. También fueron el dramático escenario de la mitad de las muertes que se cobró la COVID-19, tanto de la primera ola como de la segunda. Por esa razón se convirtieron también en el escalón inicial de la estrategia de vacunación, adonde llegaron los primeros sueros el 27 de diciembre. Un mes y medio después, parece empezar, tímidamente, a notarse el efecto de esa decisión. Los brotes semanales notificados se han reducido: de los 145 que hubo la semana del 21 de enero, con 1.907 casos asociados; a los 89 de la del 4 de febrero, con 1.257.
La incidencia acumulada también ha bajado, pero en ese mismo periodo en otros ámbitos sí han aumentado los brotes: en el educativo pasaron de 95 a 413; en el familiar, de 517 a 547; en el laboral, de 176 a 270. Desde ese 27 de diciembre hay algo más de 800.000 personas con las dos dosis necesarias para la inmunización –la segunda se comenzó a inyectar el 18 de enero–, pero en esa cifra se incluye también a sanitarios. Según las estimaciones de Sanidad, en los geriátricos viven unos 380.000 ciudadanos y no todos han llegado a ser inoculados. Por ejemplo, en los centros donde hay brotes activos la inmunización no se recomienda. Y la cobertura también depende de la velocidad a la que vaya la campaña en cada comunidad autónoma.
No son los brotes los únicos indicios. El presidente del Comité de Bióetica de España, Federico de Montalvo, celebraba en una entrevista con elDiario.es que los datos respaldan la decisión de haber priorizado en la estrategia nacional –de la que él es firmante– a los usuarios de residencias. Fuentes del Ministerio de Sanidad apuntan a que todavía no hay cifras definitivas, pero las preliminares sí indican un desplome de la afectación entre la población de residencias en comparación con otros colectivos desde mediados de enero hasta ahora. Queda por determinar cuánto de ello se debe a la vacunación y cuánto a otras circunstancias. Para eso, entre otras cosas, a la campaña le acompaña un análisis del desarrollo o no de anticuerpos en una muestra de pacientes. Otras fuentes del Ministerio de Derechos Sociales confirman que la información que se les traslada desde las comunidades es que los contagios en este ámbito están bajando mucho. Varias provincias, como las de Euskadi, Comunitat Valenciana y Zamora (Castilla y León), han reportado oficialmente un descenso de los casos en residencias desde enero.
Los expertos consultados coinciden en que los datos de brotes sí dan una primera pista de que en las residencias está haciendo efecto la vacunación. También en que hay otros factores que están influyendo para que esta tercera ola no se haya cebado con ellas, como las restricciones que han bajado la incidencia y la cantidad de usuarios que ya han pasado la enfermedad, proporcionalmente en algunas comunidades, como Madrid, más que en el ámbito comunitario. Y también consensuan que aún tardaremos unas semanas, tal vez más de un mes, en observar por completo los beneficios de la vacuna, sobre todo en hospitalizaciones. En países donde la campaña está consolidada, como Israel, se ve cómo las infecciones se han reducido al mínimo.
Desde la Asociación Española de Vacunología (AEV) recuerdan los plazos: “A las dos semanas de la primera dosis puede haber ya cierto grado de protección, pero puede no ser suficiente. La plena llega una o dos semanas después de la segunda dosis. Pensando también en que la efectividad es del 95%, puede seguir habiendo casos menores de infecciones”. Por tanto, el secretario general de la AEV, José Antonio Forcada, abunda que “la vacunación se tiene que estar ya notando algo en la disminución de la enfermedad. No se puede hacer la relación directa aún, pero sí que lo de los brotes es un indicio en pequeño grado. No está demostrado que la vacuna te proteja del todo de la infección, pero incluso si te infectas probablemente lo hagas de manera asintomática y con mucha menos carga viral que posibilite infectar a otro”.
La Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales corrobora las esperanzas con los datos que ellos manejan. “En los centros estamos detectando que la vacunación sí funciona, los directores nos dicen que está habiendo menos casos. Y llevamos los mismos ritmos de vida de hace un mes, el único hecho diferencial ha sido la vacuna. Sí es cierto que hemos estado más atentos hasta que pasasen los 10 días de la segunda dosis, hemos pedido a las visitas ser aún más prudentes. Pero la rutina no ha cambiado”, cuenta Andrés Rueda, su coordinador estatal de residencias. “La percepción general es esa. Y que los brotes que vemos son más residuales y se dan en centros que estaban en rojo, ya con casos, con peligrosidad de que creciera el número”.
El otro colectivo que también ha sido vacunado masivamente entre enero y febrero han sido los sanitarios. Entre ellos, los brotes se mantienen más estables, pasaron de 52 el 22 de enero a 48 el 29, y 60 el 4 de febrero. El motivo, opina José Antonio Forcada, es que “tienen mucha más movilidad y socialización que las personas de residencias, que están más protegidas. Es muy posible que más gente entre ellos se haya contagiado mientras la vacuna no ha hecho aún todo su efecto. Además de porque constituyen más población que los usuarios de residencias”. Los informes sobre brotes del Ministerio de Sanidad tienen “limitaciones”, reconoce la misma institución, porque hay entornos, como el social, en el que es más difícil identificar los focos. Pero en el caso de las residencias de mayores la trazabilidad es “óptima” y en todo caso hay sobrerrepresentación en comparación con otros ámbitos, pero no se escapan casos. Se considera “brote” en una residencia a partir de un único caso, por su alta vulnerabilidad.
Los otros factores: la incidencia, la seroprevalencia, la transmisibilidad
“Todo se da en un contexto complejo y tener estimaciones muy fiables es difícil. Pero que la vacuna está teniendo un papel muy positivo en reducir los brotes entre trabajadores y usuarios es incuestionable. Y lo vamos a ver aún más claro en las próximas semanas”, resume Pere Godoy, ex presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y jefe de vigilancia en Lleida. Otro factor importante puede ser que la incidencia general ha bajado, señala Forcada, de los 900 casos por 100.000 habitantes de hace dos semanas a ahora algo más de 600, “es todo un sumatorio”. El tercero, “que la prevalencia entre residentes es muy alta, cada vez va quedando menos gente susceptible. Hay que tener en cuenta eso, además de la vacunación, que se puede empezar a notar pero lo hará más dentro de un mes”, añade Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS).
Los especialistas recuerdan que las dosis que se están administrando hasta ahora a los mayores, las de Pfizer y las de Moderna, previenen la enfermedad y sus síntomas, pero no está probado que frenen la transmisión. “Por eso cero brotes es muy difícil que lleguemos a tener”, explica Pere Godoy. “Puede ser que se acaben o se estén produciendo algunos casos de transmisiones sin traducción clínica, es decir, que haya brotes no graves o incluso que no se detecten porque no se presentan síntomas. Esto, para esta población con tanta mortalidad, es bueno”. También cree Godoy que, cuando sean aun más evidentes los resultados en residencias, tendrá consecuencias a nivel comunitario “porque es un sector clave. Juegan un papel de centros neurales de transmisión y generan cadenas, el impacto va a aumentar las siguientes semanas y yo sí creo que se notará en cierto modo a nivel comunitario”.
La última pregunta es: ¿y ahora qué? Se la hace Andrés Rueda, de la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. “Tenemos muchos interrogantes, pero si la vacuna nos da margen para que la enfermedad no se complique, nos gustaría que se comenzasen a reducir las restricciones de la gente. Progresivamente y con mucha prudencia, porque tenemos que estar muy atentos a las nuevas variantes. La fórmula en la que creemos es potenciar las salidas exteriores, ir a pasear más con familiares, manteniendo las sectorizaciones interiores. No que los familiares puedan comenzar a entrar sin restricciones, no al menos hasta que todo esté más avanzado, pero sí liberar algo. Un punto intermedio entre que las personas internas no sientan que les han puesto dos inyecciones para nada, pero tampoco mandar el mensaje de que estamos ya todos inmunizados y esto se ha acabado”.