Elizabeth Cárdenas, de 24 años, trabaja a tiempo parcial como auxiliar de enfermería en una residencia de ancianos. Con los 450 euros que cobra viven ella y su hijo Daniel de 3 años. Daniel es uno de esos 454.648 bebés que nacieron en 2012. Solo el 9% de los nacimientos correspondieron a madres consideradas como jóvenes de entre 16 y 24 años, casi el mismo porcentaje de los que se dieron en chicas de 34 años. Elizabeth sabe que su caso es una excepción y de hecho ella no planeó que sucediera así: “No me arrepiento de haber tenido a mi hijo entonces, pero si miro atrás, si me hubiera gustado haber tenido otras condiciones”. Condiciones como haber accedido a la universidad, haber estudiado la carrera de enfermería a la que aún aspira a matricularse y estar trabajando como tal.
A que eso ocurra, a tener la formación deseada, el trabajo deseado y un salario decente, es a lo que esperan muchas mujeres y es una de las causas – que no la única- del retraso de la maternidad en España en estos últimos años. En 2014, la edad media para tener el primer hijo se situaba en los 30,4 años, mientras que hace un cuarto de siglo estaba en los 26,5 años, según Eurostat. Además, la media de hijos por mujer se sitúa ahora en 1,32 hijos, la mitad que en el año 1976. ¿A qué se debe este retraso en la edad de maternidad? ¿A dónde nos lleva tener uno de los índices de natalidad más bajos de la Unión Europea? ¿Cómo se puede invertir esta tendencia?
Esta crisis demográfica –se necesita una fecundidad mínima de 2,1 hijos por mujer solo para asegurar el relevo generacional de los que se mueren según los especialistas- produce una tormenta perfecta propiciada en gran medida por la recesión económica que empezó en 2008. “La crisis y el éxodo de jóvenes e inmigrantes, junto con la precariedad en el empleo y los salarios mínimos hace que la emancipación sea más tardía, y, por lo tanto, que la edad de ser madre se atrase. Esto inevitablemente conlleva el envejecimiento de la población porque no hay nacimientos suficientes para el reemplazo poblacional”, explica el profesor de Geografía humana de la Universidad de Santiago y experto en despoblación, Carlos Ferras en declaraciones a la Fundación porCausa. Ferras lleva años estudiando este fenómeno en Galicia, una de las regiones de España donde la tasa de natalidad es más baja y la de mortalidad más alta.
El retraso no elegido de la maternidad
María Jesús Gutiérrez es un ejemplo de este retraso forzado para ser madre. Tiene 31 años, está casada y lleva tiempo queriendo ser más de dos en la familia. La realidad económica que vive y el entorno laboral en el que se “penaliza la maternidad”, le han hecho ir postergando la decisión.
Aunque en su casa entran dos sueldos, asegura que no pueden permitirse el piso con dos habitaciones que precisa el pasar de matrimonio a familia. “Formo parte de esa generación que quiere y no puede”, explica. María Jesús aspira a cobrar más, a ascender a un puesto laboral que considera que merece por su formación como licenciada y por su experiencia aquí y en el extranjero. Tiene prisa por conseguir ese nuevo estatus porque considera que una vez decida ser madre es muy probable que su carrera profesional se detenga. El miedo a que ese parón se produzca en el momento en que dé a luz, o incluso antes, hace que siga esperando.
Para el profesor Ferras, este aplazamiento hasta encontrar el momento adecuado provoca que cada vez seamos más viejos y ello comporta una sociedad más conservadora y menos dada a la innovación: “El problema más grave se relaciona con la sobrecarga de sistema de pensiones y los servicios públicos de salud y los servicios sociales en general. Debemos preguntarnos quién pagará la factura social en un país de viejos, escasamente atractiva para atraer inmigrantes, con muy alto desempleo y con escasa fecundidad”. “Los pocos niños que nacen hoy no podrán pagar las pensiones y el estado de Bienestar del mañana”, resume.
Mientras que la tasa de fecundidad en España se ha mantenido por debajo de 1,5 hijos por mujer durante más de dos décadas, el número deseado de hijos que afirman querer tener los españoles se sitúa de media en torno a dos. Ese desajuste ente realidad y deseo se debe, según el estudio El déficit de natalidad en Europa de la fundación La Caixa, a tres razones. La primera tiene que ver con que la estabilidad laboral “se ha convertido en un requisito previo para la formación de una familia”. Eso hace que la elevada tasa de desempleo entre los jóvenes y la precariedad de los empleos con los que se inician en el mundo laboral sean “claramente obstáculos de primer orden que inhiben la procreación”, explica el informe. En segundo lugar, se encuentra la ausencia de apoyo público a mujeres y hombres para que puedan conciliar la vida laboral y las responsabilidades familiares. Y por último, se sitúa la desigualdad de género. Ante esta realidad ¿cómo se prevé que evolucione la tasa de fecundidad en España? Si no se abordan estos problemas, explica el estudio, el pronóstico es simple: “la tasa de fecundidad muy baja [en 2013 alcanzó su punto más bajo: 9,10] se mantendrá indefinidamente. Solo si los costes y el cuidado de los hijos son compartidos entre la familia y el Estado, y también equitativamente entre ambos progenitores, es probable que la diferencia entre el número de hijos deseados y reales vaya reduciéndose”.
Las previsiones que hay por el momento en este sentido no son muy halagüeñas: el hecho de que ahora y en los próximos años haya menos nacimientos hará que en 2049 haya un 32% menos de jóvenes con edades comprendidas entre los 25 y los 35 años que en 2009 según el informe Estimaciones de la Población Actual 2049 del INE, siendo los grupos de edad que más caerán en términos de crecimiento relativo. Esto a su vez supondrá menos gente en edad fértil que pueda tener hijos. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Las brechas que afectan a las mujeres
En España tener hijos penaliza a la mujer en términos de empleo. Lo dicen los datos. En el año 2013, la tasa de empleo de los hombres entre 25 a 49 años sin hijos menores de 12 años era del 74,4%, según el informe Mujeres y Hombres en España del Instituto de la Mujer. En el caso de tener hijos de esa edad la tasa de empleo era más alta (78,9%). El valor más alto en hombres se alcanza con dos hijos menores de 12 años (80,6%). Por el contrario, en las mujeres, a medida que se incrementa el número de hijos menores de 12 años, disminuye la tasa de empleo. Para las mujeres de 25 a 49 años sin hijos de esa edad la tasa de empleo era de 66,9%, pero se reduce a 59,5% en el caso de tener hijos menores de 12 años. Con tres hijos o más la tasa desciende hasta el 47,0%.
Miedo es la palabra que más repite Maria Jesús durante toda la entrevista. Miedo a que la echen, miedo a no conseguir crecer profesionalmente en su empresa, miedo a no poder cobrar más. “Me daba miedo hasta casarme por temor a que me encasillaran en el grupo de las que pronto van a ser madres”, recuerda. Los actuales datos de empleo, así como la brecha salarial entre hombres y mujeres y de conciliación real en las empresas, sustentan esos miedos.
“Para las mujeres jóvenes de hoy en día, que se educan tanto y que han apostado por el mercado laboral, la maternidad les supone un enorme reto: por una parte quieren ser madres, pero retrasan mucho esta decisión hasta tener un contrato estable. Se retrasa mucho la entrada en la maternidad, y luego es tan difícil conciliar que o bien se quedan con un hijo o abandonan el mercado laboral. En principio, este abandono piensan que es temporal pero al querer volver se enfrentan con una enorme barrera porque existen muchas reticencias a contratar a una mujer que es madre”, explica Sara de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco.
Los datos muestran que las mujeres se enfrentan al mercado laboral con más formación: como el INE refleja en sus estadísticas que el porcentaje de mujeres entre 25 y 34 años con estudios superiores en 2014 fue del 47,5% frente al 35,4% de los hombres. Incluso, no existe discriminación en el momento de entrar al trabajo: de los 25 a los 29 años la tasa de paro en ambos sexos se sitúa indistintamente alrededor del 30% y en algunos países como Estados Unidos o Reino Unido el salario femenino en estos primeros años supera ya al masculino.
El problema viene después. Maria Jesús recuerda que cuando comenzaba a trabajar como ejecutiva de cuentas en su anterior empresa la gran mayoría de los trabajadores que entraban eran mujeres. “Lo que ocurre es que conforme crece el puesto de responsabilidad, las mujeres empiezan a escasear. Y, las madres, en mayor medida.”
Así lo constata la periodista Andrea Cárdenas, puesto que en su sector no hay muchas madres en puestos directivos. “Al final, eligen entre tener familia y disfrutar del cuidado de sus hijos o crecer en el empleo”. Embarazada de su primera hija con 29 años, Andrea, que prefiere no dar su nombre real, fue “invitada” a dejar su trabajo en el que llevaba diez años. “Hubo un Expediente de Regulación de Empleo y mis jefes me dijeron ‘Piénsate que quieres hacer, tú ya sabes que trabajar aquí es muy exigente y es muy complicado llevar el ritmo para una madre’.” Aun así, dijo que quería seguir en el trabajo. Entonces llegó una época que ella recuerda como mobbing: trabajos imposibles de cumplir, falta de reconocimiento, charlas fuera del trabajo aconsejándole que se fuera. Al final, decidió dejarlo: eligió. Tres años después, Andrea tiene un sueldo muy inferior al del trabajo anterior: apenas gana 1.000 euros trabajando cinco horas al día. Todo ello, a pesar de contar con una licenciatura, un máster y trece años de experiencia laboral en el sector de la comunicación.
“Este abandono por parte de las mujeres nos hace perder una valiosísima fuerza de trabajo que vamos a necesitar sí o sí ante el inminente envejecimiento al que nos enfrentamos. No se puede entender cómo la sociedad no considera este problema como de absoluta prioridad. Cuanto más se tarde en recomponer, más fuerte será el shock que este envejecimiento va a provocar en el mercado laboral”, comenta de la Rica, que también es investigadora de FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada). Otra pieza más en la tormenta perfecta.
A finales de 2014 las mujeres jóvenes eran las que más tenían sobrecualificación en sus puestos de trabajo, afectando al 61,2% de las mujeres menores de 30 años. Esta realidad les frustra. “Somos una generación en la que se ha puesto muchas esperanzas, que nos han dicho desde pequeñas que nos estábamos preparando para triunfar en la vida, que así lo hemos hecho y ahora somos muchas las que nos sentimos con las manos atadas porque no podemos conseguir nada de eso, porque queremos ser madres y al final tenemos que elegir”, reivindica Andrea.
Un dato que lo ejemplifica: según el módulo sobre conciliación entre la vida laboral y la familiar del 2010 de la EPA, un 2,0% de hombres y un 20,9% de mujeres redujeron el número de horas trabajadas en un tiempo superior o igual a un mes, debido al cuidado de al menos un hijo menor de 8 años. Eso se traduce en menos horas presenciales de trabajo para la empresa. Ceferí Soler, profesor de Dirección de Personas y Organización en ESADE, cree que la clave del escaso número de mujeres que ocupan puestos de responsabilidad en la empresa está en esa disponibilidad. “El directivo de empresa tiene una visión a corto plazo en el que premia la disponibilidad que tienen los hombres en lugar de tener una visión más estratégica a largo plazo en la que se prime el talento de cada persona”, explica Soler. Según el profesor esta visión más estratégica que garantice la igualdad de oportunidades debería incluir desde la propia empresa planes de carrera para la mujer y así asegurarle que se cuenta con ella en el futuro -sea cual sea su decisión respecto a la maternidad-, una flexibilidad en los horarios o jornadas continuas y la potenciación del teletrabajo.
Un artículo elaborado por la Fundación porCausa en colaboración con el Consejo de la Juventud de España.Fundación porCausaConsejo de la Juventud de España
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