El Ministerio de Educación ha sumado otro colectivo a la lista de indignados con su gestión. Y esta vez, fuera de España. A la Marea Verde formada por profesores, alumnos, sindicatos, familias y partidos de la oposición se suman ahora los españoles emigrados. ¿La razón? Los recortes a las clases de las Agrupaciones de Lengua y Cultura Española en el extranjero (ALCE), las que reciben los hijos de quienes por alguna razón se han ido del país.
Las ALCE están presentes en 11 países y a ellas acuden unos 15.000 descendientes de españoles emigrados de entre 7 y 18 años para no perder el contacto con la lengua y cultura del país de origen de su familia. Pero este curso el ministerio ha introducido cambios en el sistema de enseñanza que los padres identifican claramente como injustificados recortes, y que les ha llevado a protestar y manifestarse en varias ciudades europeas.
Educación ha decidido que –empezando este año por los más pequeños– lo que hasta ahora eran tres horas presenciales de clase a la semana se transformen en una hora y media presencial y otra hora y media a distancia. Esta segunda mitad se imparte a través de una plataforma online. El plan hace uso de una posibilidad que establece la normativa, pero que hasta este curso no se había aplicado.
Este doble cambio ha soliviantado a familias y profesores por igual, que se han agrupado en torno a la plataforma internacional Realce. “Rechazamos la enseñanza en línea como sustitución total o parcial de las clases presenciales, así como la obligatoriedad para el alumnado de aceptar dicha sustitución”, reza el comunicado emitido por la plataforma. Realce ha recibido esta semana el apoyo de la Plataforma Estatal por la Escuela Pública, que se ha adherido a su manifiesto.
Detrás planean datos que certifican que la estructura del sistema se ha ido adelgazando en los últimos años. La asistencia a los ALCE ha caído de 15.957 alumnos a 14.687 desde el curso 2002/2003 hasta el 2012/2013. En el mismo periodo de tiempo, los profesores del programa han pasado de 186 a 153.
En cifras relativas, mientras los alumnos son un 8% menos, el porcentaje de profesores ha bajado un 17,8%. Los padres advierten de que esto es especialmente grave porque la emigración está aumentando, con lo que, previsiblemente, la necesidad de aulas ALCE también lo hará.
El Ministerio de Educación replica que el cambio se debe a que para muchos niños acudir a las clases presenciales puede implicar una dificultad importante –los emigrantes están muy esparcidos geográficamente–, que los dos tipos de enseñanza se complementan y que se está ofreciendo más tiempo lectivo que nunca.
“La enseñanza en línea no es de segunda clase”, expone en una carta la subsecretaria general de Promoción Exterior Educativa, María Ángeles Muñoz Fernández de Bastida. “Ofrece unos recursos y una flexibilidad que no puede ofrecer la modalidad presencial, contribuye a la competencia digital (imprescindible para los niños) y desarrolla la autonomía en el aprendizaje”.
A estudiar, a casa
Los afectados discrepan y replican. “Ya no tenemos libertad como profesores para complementar las tres horas como nos parezca más apropiado para las necesidades pedagógicas de cada alumno; ahora estamos obligados a que los alumnos realicen la hora y media que les han quitado por internet con una plataforma inadecuada y muy deficiente”, argumenta Javier Cornejo, profesor de una de las dos ALCES de Francia.
Fátima del Olmo, madre de una alumna del ALCE en Zúrich (Suiza), añade que los padres no tienen por qué tener las habilidades “pedagógicas o lingüísticas” necesarias para guiar a sus hijos –niños desde los siete años– por la plataforma digital, requisito imprescindible para pasar el curso.
El origen del problema, según Realce, está en la Orden EDU/3122/ 2010, de 23 de noviembre, que regula la enseñanza en las ALCE y era la que abría la puerta a la enseñanza online, una posibilidad que hasta ahora sólo se había considerado como complementaria.
Una fuente del ministerio que conoce bien el programa valora que este nuevo currículo es “muy novedoso y supone una modernización interesante de lo que era la enseñanza del español en esas aulas”, aunque no se atreve a valorar si el programa ha perdido calidad o no, como denuncia Realce, porque “el currículo ha sido muy bueno para el programa” aunque, “si hicieran tres horas presenciales, sería mejor, sin duda”.
Las ALCE existían desde mediados del siglo XX, pero se formalizaron a finales de los años setenta. Se crearon con la idea de que los hijos de los emigrantes no perdieran el contacto con la lengua española y se pudieran incorporar a las escuelas en España a la vuelta. Ahora el programa ha evolucionado y atiende a los hijos y nietos de emigrantes, que prácticamente no saben nada de español. Están presentes en los países donde la gente viajaba: Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, EEUU, Francia, Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido y Suiza.
“Una plataforma deficitaria”
Desde Realce lamentan que, además de “quitarle tiempo lectivo a los niños, les han dado a cambio algo muy deficitario”, explica Del Olmo en referencia a la plataforma online que complementa las clases presenciales. Educación recuerda que los contenidos están elaborados por los propios docentes.
Pero el profesor Javier Cornejo replica que les engañaron “como a chinos”. “En principio esto iba a ser un banco de recursos, se trataba de aprovechar las TIC para nuestra conveniencia en cada clase”, explica. Eso se convirtió –previos cursos de formación “muy básicos” para diseño de cursos online– en la elaboración de unidades didácticas que acabaron conformando el currículo que ahora tienen que seguir obligatoriamente, según cuenta.
Las familias lamentan, además, que la plataforma online ha estado funcionando deficitariamente y que incluso muchas de ellas no recibieron las claves de acceso hasta bien avanzado el curso.
Esta madre –que también es profesora de español, aunque sin relación alguna con ALCE– hace hincapié en que precisamente se haga “un recorte en Lengua y Cultura Española en un momento en el que está la gente saliendo fuera” por la crisis, recuerda. “Es un programa no muy caro y que sirve, por ejemplo, para que si estos niños vuelven a España no tengan problemas de integración”, añade. “Lo más perverso es que se nos ha dicho que es para mejorar el sistema, pero no nos han dicho cómo. No quieren admitir que es por causas económicas ni que quieren reducir plantilla”.
Cornejo es más explícito: “Nos tememos que a largo plazo el ministerio pretenda convertir este programa en unas simples enseñanzas en línea. Paulatinamente. Se empieza reduciendo las horas de clase, se implanta el modelo en línea, primero en unas etapas, y no hace falta ser un visionario para ver dónde va esto”.