La encrucijada imposible de salvar el verano: ser atractivos para el turismo o reducir el nivel de riesgo extremo

España se enfrenta este verano a una encrucijada casi imposible de resolver. Por un lado, la mejora de los datos y el fin de casi todas las medidas restrictivas tenían como objetivo vender una pandemia bajo control que estrenase por todo lo alto la temporada turística. Y así iba a ser, hasta que la explosión de contagios entre los jóvenes aún sin vacunar ha dado la vuelta al escenario. Algunos países cercanos, como Alemania o Francia, han sacado a España de la lista verde de lugares en los que vacacionar, y el Gobierno y las comunidades deben elegir si atajar la subida con medidas que afecten al turismo de fiesta y restauración, o dejarlo estar con un nivel de “riesgo extremo”.

La incidencia acumulada a 14 días tocó suelo hace dos semanas: 93 casos por cada 100.000 habitantes. Ahora, con 316, España ha alcanzado las cotas máximas de riesgo. Hace tiempo que los expertos avisan de que la incidencia no es el indicador más importante, siempre que no repercuta en la presión asistencial. Y así está ocurriendo en la llamada pandemia “de los jóvenes”. Un aumento abrupto de casos que no afecta de forma proporcional a los datos de muertes, UCI y hospitales, aunque la ocupación de estos últimos está subiendo levemente: de un 1,96% hace dos semanas al actual 2,6%. Sin embargo, eso no evita que el ECDC (el Centro Europeo de Control de Enfermedades) haya pintado a España de rojo y naranja. Dos colores nada halagüeños para afrontar la recuperación turística. 

“Me sorprende que sigamos usando la incidencia como indicador para medir la pandemia”, dice Antonio Sierra, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de la Laguna. Sierra también forma parte del Comité de expertos que asesora al Gobierno en la toma de medidas sanitarias y en la desescalada. El presidente, Pedro Sánchez, rechazó este miércoles el toque de queda que plantearon algunas de las regiones más disparadas, como Castilla y León, y Sanidad se desmarcó también de restricciones generales al ocio nocturno. Antonio Sierra comparte el mismo criterio y cree que “lo único que va a contener realmente esta transmisión es la vacunación”.

Respecto al ocio nocturno, señalado por algunos como el vivero de los brotes entre jóvenes, las medidas varían mucho dependiendo de cada comunidad. Catalunya, que ha registrado 31.000 casos esta semana, ha optado por un cierre radical acorde a su escenario epidemiológico, igual que la Comunidad Valenciana, que además ha pedido autorización a la Justicia para volver al toque de queda. Cantabria también ha echado el cierre de pubs y discotecas en 16 municipios. Navarra, que está en plena semana de sanfermines, ha decidido adelantar el horario de cierre a la 1:00 de la madrugada, lo mismo que Baleares y otras comunidades turísticas que sacrifican mucho con estas medidas.

“Esto afecta a un tipo de turismo –de bares y discotecas– pero las altas tasas de contagios afectan a todo el turismo en general”, entiende Salvador Peiró, epidemiólogo e investigador de FISABIO en Valencia. Del aumento abrupto que ha sorprendido a todas las autoridades, Peiró reconoce que “los viajes de fin de curso y las fiestas de Sant Joan han pasado por debajo del radar de Salud Pública”. De ahí que coincidan en la importancia de reforzar las labores de cribado selectivo, rastreo y seguimiento por parte de Atención Primaria. El problema es que la explosión de casos es tal de Catalunya, por ejemplo, ha pedido a los contactos asintomáticos que se autoconfinen por el colapso de los centros de salud, una de las consecuencias más visibles de este repunte.

La incidencia como arma de doble filo

El sector turístico, como los epidemiólogos, no termina de entender por qué se sigue usando el dato de incidencia si lo preocupante es cómo repercute en la ocupación hospitalaria y las muertes. Pero visto que las decisiones que más nos afectan las imponen desde fuera (desde Reino Unido, Francia o Alemania) las patronales abogan por no entrar en pánico y “tomar decisiones firmes”. Es decir: no recular en apenas 15 días si se abre el ocio nocturno y se dispara la incidencia, como ha pasado en Catalunya. O viceversa.

“Es algo que venimos explicando a las administraciones desde hace tiempo: no cambiemos los mensajes, porque eso resta confianza al destino”, sostiene Manel Casals, director general del Gremi d'Hotels de Barcelona. “Entiendo que es difícil tomar decisiones en este contexto, pero es importante que si no se pueden tomar, no se tomen. Y si se pueden tomar, se mantengan. Así generaremos seguridad en la gente”.

Vicente Pizcueta, portavoz de España de Noche, opina parecido. “Lo que está pasando en España es lo que pasó hace unas semanas en Reino Unido. Dieron marcha atrás hasta que vieron que la evolución de la incidencia no era paralela a la ocupación. ¿Por qué cometemos el mismo error?”, apunta. Pizcueta resalta también lo complicado que es para las empresas gestionar estas idas y venidas. “Reabren el ocio nocturno. Convences a los trabajadores que habían huido del sector de que vuelvan. Y a los 15 días, te cierran otra vez. Es un ejemplo del caos”.

La mirada del investigador Salvador Peiró tampoco es muy optimista en cuanto a los tiempos: “Se impondrán restricciones al ocio nocturno y a las aglomeraciones exteriores, tipo botellones, pero dudo mucho que podamos controlar la situación del todo en la costa hasta mediados de agosto”, una vez se avance en la vacunación de los grupos afectados: de 10 a 19, y de 20 a 29 años.

En la misma línea se manifiesta Javier Álvarez, analista de datos epidemiológicos en Asturias. “No es competencia de Salud velar por la economía del país, ya hay otras delegaciones para eso, nuestro problema es que no sabemos qué intervenciones hacer”, reconoce. El también asesor del Gobierno asturiano explica que “no se ha calibrado bien el fin de los exámenes” porque ha desaparecido el muro de contención que representaban hasta ahora los colegios y las universidades. “La clave está en entender que no es la misma pandemia, para lo bueno y para lo malo: antes sus efectos eran más graves, pero las medidas eran de libro y era fácil trazar los contactos”, resume.

Asturias ha optado por centrarse en el mensaje y en los cribados. El primero es “positivo”, de agradecimiento y de mención a la responsabilidad individual. “No soy partidario de dar sermones, puede ser incluso contraproducente”, defiende Álvarez. En este caso, ha servido para que los jóvenes se impliquen y acudan a los cribados. “Hay que salir a buscarles porque es más difícil detectar los contagios cuando muchos son asintomáticos”, explica. Eso mismo, en Canarias, no ha funcionado. “Convocamos a 54.000 personas y acudieron 1.600”, cuenta Antonio Sierra. Al final, “implica enfrentarse a un posible positivo y a una cuarentena de 10 o 14 días” que no convence a muchos. 

El Gobierno confía en recibir 16,9 millones de turistas, la mitad que en 2019

Casals explica que aún no manejan datos sobre cómo han afectado las nuevas restricciones a las reservas. En general, el turismo urbano va peor que el resto —“en Barcelona, los datos son realmente malos”, dicen desde el Gremi, y en Madrid las reservas de la última semana cayeron un 45% respecto a 2019— y, en el resto de España, los destinos más sufridores son los que dependen de los británicos, el primer mercado emisor. Tomando datos de junio de 2019, con el veto británico España deja de recibir 70.000 visitantes y 65 millones de euros al día.

En Benidorm llevan desde mayo poniéndole velas a Boris Johnson para que nos meta la lista verde, porque la mitad de sus turistas vienen de allí. Johnson levantó la mano con Baleares el 24 de junio y a partir del 19 de julio eliminará la cuarentena para viajeros que vuelvan de cualquier punto de España, siempre que tengan la pauta completa de vacunación. No solo respira Benidorm, también lugares como Salou o Canarias, que a partir de entonces tendrán que ser cautos para evitar macrobrotes similares al de Mallorca. “Tenemos que velar por la seguridad ante posibles contagios, pero necesitamos a los ingleses para solventar nuestra economía. Está muy destruida”, resumía recientemente un hostelero mallorquín consultado por elDiario.es.

A falta de ver cómo nos afectan los anuncios de Francia y Alemania, los datos del conjunto de reservas en todo el país ofrecen mejores perspectivas para agosto que para julio. El motor de ventas para hoteles Mirai monitoriza desde hace un año la evolución de las reservas directas (las que se hacen en la web del hotel, no a través de Booking o una agencia) y, si bien recuerda que la venta directa solo supone un 30% del total, observa que “agosto ya está mucho mejor que en 2019”. ¿El problema? Que la mayoría de reservas se hacen ahora con cancelación gratuita, así que cualquier vaivén inesperado puede enviar al traste esta buena previsión.

El Gobierno aspira a recibir 45 millones de turistas en 2021, algo más de la mitad de los 83,5 que vinieron en 2019, el año récord. Teniendo en cuenta que entre enero y mayo solo llegaron 3,2 millones, para cumplir tendrían que venir casi 6 millones al mes de aquí a diciembre. El secretario de Estado de Turismo, Fernando Valdés, reiteró hace pocos días que confiaba en llegar a los 16,9 millones en verano (el 45% de los de 2019) e incidió en la necesidad de “alargar la temporada” porque gracias a la vacunación las perspectivas mejoran a partir de septiembre.

“Nos encontramos noticias buenas y malas al mismo tiempo. Lo importante es que, como no podemos cambiar lo que hacen los de fuera, debemos trabajar muy bien lo de dentro”, reitera el director del Gremi. Para el portavoz de España de Noche, las soluciones creativas (grupos burbuja en discotecas usando el certificado COVID, cesión de espacios públicos para montar eventos al aire libre, etc.) y la comunicación también son clave. “Somos la primera potencia de turismo vacacional y ya es el segundo verano que se lo cargan. No tiene sentido seguir apostando por el miedo y el alarmismo: ya hay casi 40 millones de vacunas puestas”, zanja.

En este escenario, los epidemiólogos no confían demasiado en las restricciones de siempre, a la vista también de lo que ha ocurrido con el confinamiento de los chavales en Palma. “Nosotros trabajamos con probabilidades y los jueces sobre definiciones normativas, por eso hay que argumentárselo en su lenguaje para que den luz verde a ciertas restricciones”, dice Peiró. “Hay que aplicar medidas restrictivas que se armonicen con la actividad económica y que sean eficaces”, defiende Sierra. Y no solo por el turismo, también por la salud mental y física.