Los hogares más pobres comen peor, tienen más problemas de salud y van menos al médico que las familias con más renta. Esta es la conclusión que desprenden los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del Instituto Nacional de Estadística (INE). La edición de este año, que incluye un módulo sobre salud, mide más de una decena de variables cuyos resultados revelan la existencia de una brecha entre los hogares más ricos y más pobres en España.
Un claro indicador de la desigualdad en el acceso a la salud lo constituye el número de consultas al médico de familia, al especialista y al dentista. Los datos muestran cómo mientras que el pasado año prácticamente todos los hogares acudieron con similar frecuencia al médico generalista, fueron los de rentas más altas los que registraron un mayor número de consultas a especialistas y dentistas. Por el contrario, los de rentas más bajas (52,6% y el 50,6% respectivamente) no realizaron ninguna consulta al especialista en los últimos doce meses.
Precisamente, son las consultas al especialista las que presentan las esperas más elevadas en el Sistema Nacional de Salud. El tiempo medio de espera para consultas externas y especialidades alcanzó los 72 días en junio de 2017, según los datos del Ministerio de Sanidad.
A mayor pobreza, mayor obesidad
Otra variable en la que se aprecia la desigualdad según los ingresos de los hogares es en el índice de masa corporal (IMC) de la población. De acuerdo con los resultados arrojados por la encuesta del INE, los mayores índices de obesidad se dan en los sectores de rentas más bajas.
Y es que los hogares más pobres son también los que menos pueden permitirse practicar ejercicio físico en su tiempo de ocio, al contrario que ocurre en los hogares más ricos. El primer quintil –el más pobre– dedica una media de 180 minutos semanales a realizar algo de deporte, frente a los 232 de media del quinto quintil –el más rico–. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda dedicar un mínimo de 150 minutos semanales a la práctica de ejercicio físico moderado.
Todo lo anterior tiene mucho que ver con otra de las variables que se han tenido en cuenta en el estudio: el consumo de frutas y verduras. Los datos revelan que los hábitos de alimentación de los hogares varían según su nivel de ingresos. A grandes rasgos, los más ricos son los que consumen más frutas y verduras; los más pobres, los que menos.
Así, el porcentaje de consumo de fruta dos o más veces al día en los sectores más pudientes alcanza el 43,8%, frente al 30% del sector con menos recursos. Algo similar a lo que ocurre con la ingesta de verduras, ensaladas o legumbres: los hogares con rentas más altas incluyen estos alimentos en su dieta dos o más veces al día con mucha mayor frecuencia que los de rentas más bajas (43,8% frente a un 30%, respectivamente).