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El 44 % de españoles perdieron optimismo y confianza durante el confinamiento

EFE

Madrid —

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El 44 % de los españoles vio disminuir su optimismo y confianza durante el confinamiento, en especial entre las personas que han visto empeorada su situación laboral, las que han tenido sintomatología o diagnóstico de COVID-19, y las mujeres.

El aumento del malestar psicológico durante el confinamiento ha afectado al 46 % de la población, un dato mayor en el caso de las personas afectadas por el coronavirus, las mujeres y las personas más jóvenes.

También destaca una sensación de incertidumbre y de irrealidad. El 38 % de hombres y el 48 % de mujeres reconocieron haber tenido sentimientos de irrealidad, de los cuales casi un 8 % y un 15 %, respectivamente, lo calificaron como “mucho incremento”.

Lo concluye el estudio “Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento”, una investigación liderada por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y en la que ha participado la Universidad de Barcelona (UB), la Universidad de Murcia (UM), la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, la Universidad de Granada (UGR) y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Se ha realizado un estudio cualitativo y un análisis cuantitativo y en ambos han participado un total de 6.829 personas de entre 18 y 92 años de todas las comunidades, según ha informado en una nota el Ministerio de Universidades, que ha colaborado en el trabajo.

Respecto a la ansiedad o el miedo, se concluye que el porcentaje de personas en las que se ha incrementado la incertidumbre (78 %) es mayor de nuevo entre los afectados por la enfermedad y entre las que han perdido su empleo.

La mayor preocupación es por padecer o contraer una enfermedad grave, que se acentúa entre las personas mayores de 60 años (76 %); y el aumento del miedo a perder a los seres queridos, especialmente entre los afectadas por COVID-19 (83 %).

Asimismo, es destacable el incremento de los sentimientos depresivos, pesimistas o de desesperanza, que se ha producido en el 43 % de la población.

Los sentimientos de vitalidad y energía han empeorado, ya que un 49 % manifiesta que han disminuido. Otra vez este efecto es mayor en mujeres, en grupos más jóvenes, en personas afectadas por COVID-19, con peor situación laboral y en zonas con mayor incidencia de la pandemia.

En general, se ha observado un aumento de los sentimientos de irritabilidad y enfado (47 %) y de los cambios de humor (45 %).

Respecto a los cambios conductuales: más del 40 % de los participantes en la encuesta señaló que ha incrementado el consumo de alimentos de alto contenido calórico, mientras que el 46 % redujo la práctica de ejercicio físico.

Han aumentado las personas que ha utilizado en mayor medida las redes sociales (superior al 70 %), el de personas que ven más la televisión (67 %), y el mayor uso de videojuegos, especialmente entre los más jóvenes (64 %).

El estudio también incluye unas recomendaciones, entre las que destaca que es bueno mantenerse informado pero evitando la sobreexposición a la información en los casos en que la persona compruebe que le altera emocionalmente.

También entender que las reacciones emocionales (ansiedad, preocupación, desesperanza, incertidumbre, irritabilidad) entran dentro de lo esperable en una situación de pandemia y confinamiento, y que, en general, son transitorias.

Por otra parte, esta investigación subraya que sería “recomendable dotar de más personal para la atención psicológica cualificada en lugares críticos donde se prevé que exista en el futuro próximo mayor necesidad de apoyo psicológico”: centros geriátricos, unidades de cuidados intensivos, centros de atención primaria y centros escolares.

Más de 100.000 personas podrían presentar problemas de complicación en el duelo por un familiar fallecido por la COVID-19 en los próximos meses; y los profesionales sanitarios pueden padecer problemas crónicos, incluyendo inestabilidad emocional y sensación de estar quemado.

A los niños y adolescentes puede afectarles de manera particular todas las anomalías derivadas de la pandemia, y más directamente el estrés familiar y los cambios en la escolaridad.