Un estadio lleno de mujeres, o cómo pasé de ser la única chica en clase a formar parte de una constelación de científicas
¿Alguna vez te has preguntado quién construye el hardware y el software que utilizas a diario? Ordenadores, smartphones, smartwatches… Gran parte de estos inventos tuvieron como origen Silicon Valley (California, EEUU). Si te pregunto por líderes tecnológicos seguramente te vengan a la mente personas como Mark Zuckerberg, Elon Musk, Bill Gates o Steve Jobs.
Eso me sucedía a mí mientras estudiaba el grado de ingeniería informática allá por 2010. Creo recordar que en total tuve tan solo cinco profesoras a lo largo de los cuatro años de carrera. A pesar de todo, quería dedicarme a la Inteligencia Artificial porque no podía pensar en una profesión más guay (y futurista) que esta. Conseguir que las máquinas aprendan utilizando ordenadores, lenguajes de programación y algoritmos. Incluso trabajar con robots.
Uno de los 'padres' de la computación y de los fundamentos teóricos de la Inteligencia Artificial es Alan Turing. Si no conoces su historia te animo a descubrirla a través de sus artículos científicos o de la película The imitation Game. Hoy no te voy a hablar de él, pero gracias a su historia y a la red social Twitter llegó a mi timeline una campaña de crowdfunding llamada “Saving Bletchley Park”. La campaña estaba organizada por una mujer británica llamada Sue Black y sin duda fue un dato que me llamó bastante la atención.
En la Segunda Guerra Mundial reclutaron a más de 10.000 mujeres para análisis de cifrado y descifrado de mensajes que luego tuvieron que volver a sus vidas y al anonimato. Seguramente esta historia no te la han contado; tampoco me la habían contado a mí
Indagando en dicha campaña leí la historia de Bletchley Park y descubrí que había sido el lugar donde el servicio de inteligencia británico trabajaba noche y día para descifrar la máquina alemana Enigma en plena II Guerra Mundial. Alan Turing trabajó ahí. Todo ese legado estaba a punto de perderse. El dato curioso es que en esa época reclutaron en Reino Unido y EEUU a más de diez mil mujeres llamadas code-breakers cuyo trabajo consistía en análisis de cifrado y descifrado de mensajes. Cuando acabó la guerra estas mujeres tuvieron que volver a sus vidas y al anonimato. Seguramente esta historia no te la han contado, como tampoco me la habían contado a mí. Quizá tampoco la hayas escuchado en los medios.
Como mujer que se dedica profesionalmente a la tecnología con gran énfasis en la divulgación, estas historias te hacen preguntarte si la ausencia de mujeres en las STEM (Science, Technology, Engineering, Maths) es una casualidad o si tiene que ver con otras causas estructurales y sociales. Como científica e ingeniera empecé a recabar datos y estudios relacionados con este fenómeno. Así descubrí el gráfico de la tijera en los puestos de trabajo universitarios o que la presencia de las mujeres en el mundo tecnológico comienza a decrecer en el momento en el que se promociona el ordenador personal y aparece el estereotipo de “friki de los ordenadores”. Resumir todo esto en un artículo es difícil por lo que voy a contarte dos anécdotas personales que a mí me cambiaron la vida.
Un estadio lleno de gente
La primera es que durante el doctorado me concedieron una beca para asistir a la Grace Hopper Conference. Es una conferencia para celebrar el talento tecnológico femenino. Acudí en 2016 y 2017 y recuerdo que a muchas se nos saltaban las lágrimas al ver el estadio de los Houston Rockets de la NBA lleno de mujeres. Todas eran ingenieras, programadoras o trabajaban en proyectos relacionados con la tecnología. Después de mirar durante muchos años a tu alrededor y ver solo hombres, esa foto se te queda clavada para toda la vida. Éramos 18.000 por aquel entonces. En 2019 se alcanzó el récord de 25.000.
En dicha conferencia conocí en persona a la Dra. Sue Black y fui muy afortunada de compartir varios momentos con ella. Hablamos de muchas cosas, pero sobre todo de nosotras, de cómo te cambia la vida la tecnología cuando la entiendes como herramienta y como un futuro profesional donde puedes hacerte hueco. Ella comenzó a estudiar informática a los 30 años, después de vivir una serie de episodios de violencia doméstica que afectaban a ella y a sus hijos. Tenía que buscarse la vida sola y vio una garantía en el mundo tecnológico que no paraba de crecer. Con el tiempo se sacó el doctorado y ahora, entre otras cosas, ayuda a otras mujeres con Techmums.
La segunda anécdota tiene que ver con la suerte y con encontrarse en el momento y lugar perfectos. A veces los referentes están más cerca de lo que parece. En mi estancia doctoral en Estados Unidos descubrí la historia de la investigadora Luz Rello, creadora de Change Dyslexia, cuyo principal objetivo es ayudar a la detección temprana de la dislexia con Inteligencia Artificial mediante juegos. Nos hicimos amigas por las circunstancias, porque coincidimos las dos en Pittsburgh y no había mucha más opción de conectar con personas españolas. No sé si la hubiese conocido de otra forma, la verdad. Luz me sigue enseñando a día de hoy muchas cosas, pero si tuviese que quedarme con una sería con la fuerza y la tenacidad de encontrar, mediante la tecnología, la forma de que sus investigaciones lleguen a la gente. Lo que en investigación se conoce como “transferencia tecnológica” pero llevada a colegios, institutos y cualquier persona que lo necesite.
Después de ella llegaron a mi vida muchas más mujeres: Manuela Veloso, Elena García Armada, Clara Grima, Ana Freire, Inés Huertas… Hoy día 11 de Febrero celebramos el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia y te animo a que descubras sus historias. La ciencia y la tecnología están cada vez más presentes en nuestras vidas y quién mejor que ellas para ser embajadoras de estas profesiones tan bonitas y necesarias para diseñar un futuro más inclusivo, diverso y justo para todos.
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