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El estigma hacia el VIH empieza en la consulta

VIH (1)

Sofía Pérez Mendoza

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El estigma hacia el VIH comienza en el mismo sitio donde se diagnostica: las consultas médicas. Un informe realizado por Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) y presentado la semana pasada en la Conferencia Internacional sobre el sida, celebrada en Múnich, revela cómo la falta de conocimientos básicos de los sanitarios sobre el virus deriva en prácticas discriminatorias con las personas que viven con VIH. Un 25% de los 18.000 profesionales encuestados en 54 países se colocan doble guante para atender a estos pacientes y un 8% directamente evitan el contacto físico.

“En el día a día se siguen utilizando medidas excesivas”, reconoce Pablo Rayn, presidente de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (SEISIDA) y especialista en Medicina Interna del Hospital Universitario Infanta Leonor (Madrid). “Por ejemplo, cuando se hacen pruebas complementarias, como una endoscopia, se deja a la persona para el final del turno o se coloca en las alertas del historial, donde normalmente se ponen las alergias, la etiqueta de VIH”, continúa.

Se trata, advierte Rayn, de prácticas sin “ningún sentido porque el virus no se transmite por aerosoles, pero emergen del desconocimiento”. El estudio mide precisamente las nociones sobre el VIH a través de tres indicadores. Los resultados son “muy duros”, sostiene Julia del Amo, directora de la División para el control del VIH, ITS, hepatitis virales y tuberculosis del Ministerio de Sanidad (antiguo Plan Nacional contra el Sida) y una de las coautoras del trabajo europeo.



Son los siguientes: un 30% de los facultativos no sabe que cuando el virus es indetectable en sangre no se puede transmitir; un volumen parecido no tiene claro que tomar medicamentos contra el VIH tras una posible exposición evita que el virus se instale en el cuerpo (PEP) y aún menos, un 49%, conoce correctamente la PreP, la pastilla para prevenir la infección. Menos de un tercio de los profesionales que respondieron –también enfermeras, dentistas y trabajadores sociales– contaban con información adecuada sobre las tres cuestiones. Y un cuarto (25%) no tenía ni idea de ninguna de las tres.

El conocimiento es inversamente proporcional a la preocupación por prácticas como sacar sangre o curar heridas. Sin embargo, los que sienten inquietud –de algo a mucha– siguen siendo mayoría (53%), según los resultados de la encuesta, realizada en 54 países de Europa y Asia Central. Pasa especialmente en el Este europeo y en los países asiáticos.

El camino hacia la desestigmatización, aunque se avanza, está siendo arduo: hasta 2018 no se eliminó el VIH como un motivo de exclusión para acceder a un empleo público en España. “Hay elementos estructurales de discriminación muy profundos”, confirma Del Amo.

El Centro Europeo de Prevención de Enfermedades (ECDC) puso en marcha este trabajo después de que España fijara como una prioridad política la eliminación del estigma y la discriminación durante sus meses de presidencia del Consejo de la UE.

“Para combatirlo necesitábamos tener datos. Pensamos que ya está todo hecho porque no se nos mueren las personas, pero esto nos recuerda que falta todavía”, sostiene la experta, que adelanta que el Ministerio va a analizar en los próximos meses los datos que se han recabado en hospitales, ambulatorios, centros comunitarios y dentistas del territorio nacional. España, recuerda, “sigue teniendo indicadores de VIH peores que en muchos países de la UE y hay que seguir trabajando”.



En la encuesta también se preguntó a los profesionales si preferían no atender a grupos específicos que son más vulnerables al VIH como los hombres que tienen sexo con hombres, trabajadores sexuales o personas que se inyectan drogas. Entre un 6 y un 12% dijo que sí. Cuando se les pidió una explicación, respondieron que tenían comportamientos inmorales o que les ponían en riesgo. Aproximadamente la mitad aseguró que no tenía formación para trabajar con estas personas.

“El trato a los pacientes es muy mejorable. Por motivos complicados de entender hay un porcentaje de profesionales que no están nada familiarizados con la infección por VIH y están anclados en algunas percepciones del pasado en relación a hipotéticos riesgos que no son tal”, reconoce Luis Buzón, que trabaja en el Hospital de Burgos y es portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas (SEIMC).

Más allá de los derechos humanos, eliminar el estigma “es instrumental para acabar con las epidemias”, subraya del Amo. ¿Por qué? “Porque la discriminación aleja a las personas del sistema. No van a hacerse una prueba por evitación o no se reconocen en un estereotipo negativo asociado y por eso no se protegen”. Incluso puede empeorar la adherencia al tratamiento y “eso empeora su salud y su calidad de vida”, añade Rayn. Solo el 27% de los profesionales encuestados había recibido formación sobre estigma y discriminación.

Gráficos de Victòria Oliveres.

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