“Estudiamos pensando en que no nos quiten la beca”
Pablo Martínez ha tenido que abandonar la carrera de Ciencias Políticas porque no podía asumir el coste de la matrícula; Ema Zelikovitch y Elvira Bocos han pedido sendas becas para poder estudiar y, si no las consiguen, adiós a sus aspiraciones académicas… El Gobierno ha anunciado para los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2013 el aumento de la partida para becas, pero la medida queda empañada por el endurecimiento de los requisitos impuestos para este curso para acceder a las mismas y por el hecho de que, en general, Educación es uno de los ministerios que más recortes sufre en los PGE: un 17, 2%.
La vida de Ema Zelikovitch es el reflejo de la de muchos universitarios: va a clase, pero también trabaja para poder costearse los estudios. Ema, de 19 años, estudia Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y en el tiempo que le queda libre ejerce como profesora de baile en un colegio. “He pedido una beca para este curso, si no me la conceden tendré un problema grave, ni mis condiciones laborales ni la de mis padres son muy favorables”, explica. En este curso 2012-13 entran en vigor estos nuevos requisitos y que afectan a los cerca de 250.000 alumnos que tienen una beca en las universidades españolas. Entre otros, sube de 5 a 5,5 la nota mínima para obtener una beca general y, según las carreras, los estudiantes tendrán que aprobar entre el 65% y el 90% de los créditos para renovar la ayuda.
“El problema es que, encima, nos han subido las tasas universitarias”, se queja Fabio Cortese, estudiante de 20 años de Derecho y miembro de Toma la Facultad (www.tomalafacultad.net), movimiento que refleja la indignación del sector universitario madrileño. El pasado abril el Ministerio de Educación aprobó una nueva horquilla para los créditos universitarios, que se traduce en que, de media, cada estudiante tendrá que pagar por curso 540 euros más.
Para Cortese, toda la presión económica que están sufriendo los estudiantes se traduce en que éstos estudian con el único fin de no perder las becas, de que la matrícula no les cueste más por culpa de los suspensos. “Por ejemplo, si apruebo las tres asignaturas que me he dejado para septiembre me descontarán de la matrícula unos 1.000 euros; al final nos han obligado a pensar en términos de dinero”, señala Fabio. Ema opina lo mismo: “El sentimiento es que estudiamos sólo para no perder las becas, para poder seguir estudiando. Es un círculo vicioso: las matriculas están carísimas y muchos tenemos que trabajar, pero si trabajas no puedes ir a clase, y si no vas a clase te suspenden”, apunta esta alumna.
Elvira Bocos sigue estudiando, pero con el corazón en vilo. Esta chica de 23 años está pendiente de una beca de Doctorado para la Universidad de Vigo de 1.200 euros. Hace unos meses le comunicaron que había sido seleccionada, pero la confirmación por parte del centro universitario se está retrasando. “Estoy esperando, he dejado un trabajo que tenía en Valladolid y ya he alquilado el piso en Vigo”, señala, resignada.
El estudio supeditado al dinero. Por eso Pablo Martínez ha tenido que dejar la carrera de Ciencias Políticas. “Este año tenía dos asignaturas de Primero, tres de Segundo y todo Tercero. No podía pagarlo”, cuenta, indignado por la ecuación que perjudica a los estudiantes de familias con menos recursos económicos. “Al final todo esto lleva al fomento de la educación privada, a que solo estudien los que tienen dinero”, concluye este estudiante.