Primeras denuncias de abusos a menores en Cuelgamuros. Dos exalumnos afirman que fueron víctimas de seis monjes en lo que entonces se conocía como Valle de los Caídos, según ha publicado El País.
Es uno de los rincones más oscuros de la reciente historia de España, y de la Iglesia española, especialmente por su vinculación con la dictadura franquista y su oposición a la exhumación de Franco. Los benedictinos de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, cuya presencia en Cuelgamuros pende de un hilo después de la aprobación de la Ley de Memoria Democrática, siempre se habían jactado de estar limpios de cualquier atisbo de pederastia en su seno, pese a tener entre sus muros una famosa Escolanía, por la que han pasado, durante décadas, cientos de alumnos.
Una investigación de El País, cuyos casos fueron entregados en su día al papa Francisco, a los benedictinos y a la diócesis de Madrid, y que ahora está sobre la mesa del Defensor del Pueblo muestra cómo, al menos, dos víctimas denuncian por abusos a media docena de monjes del Valle.
Dos antiguos alumnos del internado de la abadía, en los años sesenta y setenta, acusan a seis monjes. Son Antonio Arévalo, que estudió en la abadía entre 1959 y 1962, cuándo tenía entre 9 y 11 años; y también José G, que vivió allí entre 1967 y 1971, cuando tenía entre 10 y 14 años. La orden –que según la nueva ley de Memoria Democrática habrá de abandonar el Valle en los próximos meses– se niega a hablar y solo dice que se encomienda “a la Providencia”. Uno de los acusados, de 86 años, salió de Cuelgamuros y se hizo sacerdote diocesano de Madrid. “No tengo ni idea de lo que me habla”, responde el acusado, según el trabajo del diario.
Antonio Arévalo señala a cinco monjes, uno que abusó de él y otros cuatro a los que vio, o supo de sus acciones a través de sus compañeros. “Tengo 72 años, y la verdad es que he vivido toda mi vida con esto. Tras ver cómo iban saliendo casos de abusos a la luz, llegó un momento en que dije: yo tengo que participar en esto. Quiero contar los abusos que se cometían allí. Yo tuve las primeras experiencias sexuales a los diez años con los monjes”, explica.
“Nos daba una copita y abusaba de nosotros”
Arévalo señala como su agresor a un fraile ya fallecido famoso porque fabricaba un licor benedictino. “En el área oeste tenía una destilería. Llevaba a los niños allí. Me acuerdo del sabor dulzón del licor. Nos daba una copita y luego abusaba de nosotros. En mi caso eran tocamientos y masturbaciones, pero es que yo no debía de gustarle mucho, le iban los gorditos y con dos compañeros míos fue a más”.
Este monje también era su confesor: “Te sentaba encima, y era un sobón. Yo dejé de confesarme y tenía un problema, porque era creyente e iba a comulgar sin confesar, y eso me torturaba porque creía que estaba en pecado mortal”, recalca la víctima.
De otro de los monjes a los que apunta dice: “Te ponía la mano en el hombro, y empezaba a sobarte. Te tocaba los genitales por encima de la ropa, y también te cogía la mano y se la llevaba a los suyos. Era un pederasta, era evidente”. También ha fallecido. Arévalo señala a otros tres religiosos, según las confidencias de otros compañeros, aunque admite que él no sufrió agresiones de ellos.
El otro denunciante, que prefiere permanecer en el anonimato, es José G., y señala a otro monje que dejó la abadía en 1975 para pasar al clero diocesano y luego ha sido sacerdote durante medio siglo. Desde la diócesis de Madrid se sienten impotentes a actuar, pues orgánicamente debe ser la congregación, es decir, la orden a la que pertenecían los monjes, la que tome cartas en el asunto.
Después de año y medio de haber recibido las denuncias, el silencio es la única respuesta. “Todo lo referente al Valle lo lleva Dios, y como hay una realidad trascendente, nosotros no nos preocupamos, y como Él lleva las riendas de la Historia, dejamos a Él que lo resuelva. Comprendemos que los periodistas tienen su trabajo, pero hemos tomado la decisión de dejarlo todo a la Providencia divina”, es la respuesta extraoficial, porque la abadía, liderada por Santiago Cantera, ha decidido no dar ningún tipo de explicaciones. Tal vez el Defensor del Pueblo, que ya valora la noticia, pueda arrojar algo más de luz al relato de las víctimas. Y pida explicaciones a los monjes, que pese a la nueva ley, siguen residiendo en Cuelgamuros.
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