El sistema inmunitario es uno de los elementos más tergiversados del cuerpo humano. Tanto es así que cuando en la vida cotidiana se refieren a este sistema de defensa para vender un producto, hay que ponerse automáticamente en guardia. Es el equivalente a “cuántico” en medicina: cuando va unido a la promoción de algo sabes que no va a presagiar nada bueno y muy probablemente alguien quiera venderte humo con palabras aparentemente científicas. Las empresas de complementos dietéticos y alimentos funcionales, a través de sus estrategias publicitarias, han distorsionado tanto el conocimiento sobre el funcionamiento normal del sistema inmunitario que las ideas erróneas sobre este se han extendido ampliamente por la cultura popular.
Si los engaños sobre el sistema inmunitario por parte de los complementos dietéticos y alimentos funcionales ya estaban a la orden del día, con la pandemia de COVID-19 el asunto ha alcanzado niveles estratosféricos. Múltiples empresas y personas se aprovechan del miedo de muchas otras para vender complementos dietéticos o alimentos, insinuando o afirmando muy fuerte, sin ningún respaldo científico, que refuerzan las defensas o, en los casos más extremos, que tienen propiedades preventivas o protectoras contra el coronavirus.
La pandemia se ha convertido en un momento “mágico” para los laboratorios productores de propóleo, equinácea, complementos con vitaminas, jalea real, diversos probióticos o “medicamentos” homeopáticos, que han visto como sus ventas se han incrementado sustancialmente de forma injustificada. Varias empresas de la alimentación también se han apuntado al carro, ofreciendo nuevos productos que “ayudan a las defensas”.
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), adscrito al Ministerio de Consumo, tuvo que enviar un comunicado, dirigido a los consumidores, para informar sobre que no existía (ni existe) ningún complemento alimenticio capaz de prevenir, tratar o curar la infección por coronavirus y, por lo tanto, no podía haber ningún producto en el mercado con tales declaraciones.
En dicho comunicado podía leerse también: “La información a la que ha tenido acceso la AESAN advierte de que, debido a la creciente preocupación de los ciudadanos en relación con la pandemia del COVID-19, se ha detectado la existencia de vendedores de complementos alimenticios que tratan de aprovecharse de la pandemia del COVID-19 y la preocupación de los consumidores al respecto, atribuyendo a sus productos propiedades para prevenir, tratar o curar el COVID-19. Estos vendedores intentan aumentar sus beneficios a través de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables, no autorizadas y prohibidas al promocionar y vender los complementos alimenticios”.
“Ayuda a tus defensas”: un eslogan distorsionado y falaz
A pesar de que la publicidad de los productos que prometen ayudar a nuestras defensas pueda inducirnos a pensar lo contrario, lo cierto es que el sistema inmunitario de una persona normal y sana, no afectada por enfermedades o déficits nutricionales, ni bajo circunstancias especiales, no necesita ninguna ayuda o refuerzo a través de complementos dietéticos. Tener una dieta saludable, dormir bien diariamente, cuidar la higiene (para evitar la exposición a microorganismos patógenos), mantener a raya el estrés y hacer ejercicio físico con frecuencia son las medidas recomendadas para permitir que nuestro sistema inmunitario funcione con normalidad. La única medida en este mundo que se aplica a personas sanas y que sí supone realmente una gran ayuda al sistema inmunitario son las vacunas porque sirven para prepararlo frente a microorganismos particulares.
La única y remota posibilidad por la que los complementos podrían “ayudar” al sistema inmunitario sería en el raro caso de que hubiera déficits nutricionales con la suficiente magnitud como para provocar una alteración del sistema inmunitario, favoreciendo así el desarrollo de enfermedades infecciosas graves. En los países desarrollados casos así son realmente excepcionales.
A pesar de la información anterior, la ley permite que los complementos dietéticos que tengan ciertos nutrientes en una cantidad suficiente (más del 15% de la cantidad diaria recomendada de moléculas como el hierro, el zinc, el cobre, la vitamina A, D o C, entre otras) puedan incluir en su etiquetado y publicidad la declaración saludable: “contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunitario”. ¿Por qué? Porque estos nutrientes están implicados en el desempeño del sistema inmunitario, pero eso no significa, en absoluto, que un mayor consumo de estos sirva como “refuerzo”. Sin embargo, diversas empresas van mucho más allá de esa frase y usan eslóganes fuera de la ley como “potencia/ayuda/refuerza el sistema inmunitario”.
Entre la afirmación “contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunitario”, que es una perogrullada nutricional, y la frase “potencia/ayuda/refuerza el sistema inmunitario” hay una gran diferencia. La segunda es una declaración engañosa que indica que se está ejerciendo un efecto activo sobre este sistema defensivo, mejorando o potenciando su función, cuando no es, en absoluto, así.
El caso extremo de Lactyferrin defense
Uno de los casos más graves en este asunto fue el del laboratorio Sesderma. Esta empresa hizo una agresiva campaña de publicidad en diferentes medios de comunicación y en carteles de la vía pública transmitiendo numerosas falsedades sobre su gama de productos con lactoferrina Lactyferrin Defense. En su publicidad podía leerse: “Refuerza tus defensas. Los factores externos, los cambios de temperatura, gripe o un sistema inmunitario débil hacen que necesitemos potenciar nuestras defensas. Vive sano con Sesderma, vive con Lactyferrin defense. Disponible en […] farmacias y parafarmacias”. A todas luces, el anuncio daba a entender que se trataba de un medicamento y en ningún sitio se mencionaba que se tratase de un complemento dietético.
El laboratorio, fundado por el médico Gabriel Serrano, llegó a afirmar públicamente en diversos medios: “Tenemos una solución excelente y segura para combatir la infección por COVID-19”. También explicaban que habían probado con éxito la lactoferrina en pacientes con coronavirus de varios hospitales españoles. Todo se demostró falso. No contaban con pruebas científicas que respaldaran sus afirmaciones. Es más, el supuesto ensayo clínico que realizaron estaba plagado de malas prácticas científicas, algunas muy graves. Dicho estudio no había sido siquiera evaluado por un comité ético y la Agencia Española del Medicamento jamás autorizó que se llevara a cabo.
Para alertar a los ciudadanos, la Guardia Civil y el Ministerio de Interior tuvieron que comunicar públicamente que estaban llevando a cabo una investigación al dermatólogo y empresario Gabriel Serrano, que vendía productos para los que afirmaba que “no solo prevenían, sino que, además, curaban” el coronavirus. Al final, la Consejería de Sanidad de la Comunidad Valenciana sancionó a Sesderma por publicitar la lactoferrina como tratamiento contra la COVID-19 y por difundir ensayos clínicos no autorizados. Además, la AEMPS tuvo que requerir en múltiples ocasiones a Sesderma que retirara la publicidad ilegal que hacía de sus productos con lactoferrina.
Basta una rápida búsqueda en Internet para comprobar que Lactyferrin defense ya no se promociona con propiedades terapéuticas o preventivas contra la COVID-19, pero sí con frases como “Complemento alimenticio con lactoferrina y vitamina C, que ayuda a potenciar la juventud y previene el estrés oxidativo. Ayuda a fortalecer el sistema inmunológico y a aumentar las defensas naturales del organismo” o “Su fórmula, enriquecida con lactoferrina y vitamina C, proporciona un mecanismo de defensa de primera línea reforzando a su vez el organismo”.
En otras palabras, la publicidad engañosa persiste, lo único que ha cambiado es la magnitud de las mentiras que han pasado a ser más comedidas y a no estar centradas en la COVID-19. Unas mentiras que se toleran en el ámbito cotidiano y que están más presentes que nunca en multitud de productos, desde los suplementos de vitaminas hasta en la leche, porque ofrecer estos eslóganes supone incrementar las ventas, mientras las administraciones sanitarias miran para otro lado.