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La factura de una costa enladrillada ante la crisis climática: 9 millones para que una playa vuelva a ser defensa antitemporales

Raúl Rejón

19 de febrero de 2021 22:45 h

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Las olas, de altura récord, avanzaron fácilmente por una playa menguada. Se adentraron por las calles y derruyeron el paseo. La borrasca Gloria azotó hace solo un año la costa valenciana, indefensa ante temporales cada vez más frecuentes e intensos y dejando imágenes inauditas de destrucción. La evidencia de que la crisis climática no sale gratis y menos cuando golpea un litoral enladrillado como el español.

12 meses después, llega la factura para poder proteger el litoral de los efectos del cambio climático impuesta por un urbanismo costero desenfrenado: regenerar solo tres kilómetros de playa al sur de Valencia, comida por la construcción de infraestructuras y que haga así de defensa natural, va a costar nueve millones de euros, según el proyecto recientemente publicado por el Ministerio de Transición Ecológica. Es el precio para devolver la línea de costa en El Perelló, Pouet y Les Palmeres a la que era en 1965 y reponer una cuerda de dunas perdida hace décadas al urbanizarse la primera línea de playa.   

Este tramo de costa ejemplifica el proceso por el que el litoral español se ha quedado sin la mejor barrera ante los temporales justo cuando más falta le hace. El recalentamiento del planeta y la alteración del clima multiplican estos fenómenos extremos.

La advertencia estaba encima de la mesa desde hace década y media. La Oficina Española de Cambio Climático dejó escrito en 2004 que las playas, el 25% del litoral, son especialmente vulnerables. Y el urbanismo costero les ha desprovisto de su elemento principal, que son los sedimentos fluviales. El 75% de la franja del primer kilómetro del litoral está ocupado.

Para la zona concreta en las que se van a hacer estos trabajos, los cálculos indican que la subida del nivel medio del mar será de 4,5 centímetros en 2040. “Es de esperar un retroceso de 1,022 m de la línea de costa consecuencia únicamente del cambio climático, que se sumará a los problemas de erosión”.

El caso práctico al sur de Valencia

Más allá de los cálculos y análisis de aquel informe casi profético, la línea de El Perelló, Pouet y Les Palmeres sirve de caso práctico. El litoral se fue urbanizando. El primer segmento de paseo marítimo se levantó en los años 60 del siglo XX. 290 metros en Les Palmeres. “Coincide con la zona donde se producen los mayores problemas de anchura mínima de la playa”, explica el proyecto. En los años 90 se prolongó más al sur todavía. Al mismo tiempo se iban añadiendo infraestructuras en la zona del núcleo urbano de El Perelló. Para cuando se culminó ese proceso, en 2009, se había producido “la eliminación de las alineaciones de dunas existentes en las playas de la zona, que son un eficaz medio de defensa ante temporales”. Mientras la playa moría, se acometió “la construcción de grandes bloques de edificios en el frente de playa”. Las viviendas amenazadas en las imágenes de Gloria en enero de 2020. Toda la zona está incluida en el Parque Natural de l’Albufera de València.

En las jornadas durante las que la borrasca Gloria barrió el levante peninsular, la boya medidora de Puertos del Estado registró en Valencia olas con una media de 8,44 metros de altura, que superaban el anterior récord medido en Mahón en 2003 y dejó muy atrás el anterior tope de la boya de Valencia, que estaba en 6,45 m. La AEMET la calificó de “carácter excepcional, tanto por los registros meteorológicos como por los impactos, entre los que hay que destacar la cifra de, al menos, trece fallecidos”. En esas circunstancias, la reducida costa al sur de Valencia tenía pocas probabilidades de aguantar.

Los nueve millones

El presupuesto de nueve millones no es para recomponer los destrozos en las calles. Eso ya se pagó, tras cierta disputa entre el Gobierno y los ayuntamientos. Más de un millón de euros para ese paseo marítimo que, hasta que el litoral sea distinto, vuelve a estar a merced de otras 'Glorias'. Estas nuevas partidas servirán, explican, para verter más de 475.000 metros cúbicos de arena hasta conseguir un ancho medio de playa de 22 metros al que se le añade el cordón de dunas: en total, se pretende conseguir que la playa emergida del mar mida unos 37 metros. Actualmente es de apenas 15.

Los técnicos consideran que esto equivaldría a restituir la línea de la costa más allá de la que era en 1965. “Se toma este año como referencia porque se considera que en esta fecha la costa todavía no había sentido la disminución de aportaciones de áridos de los ríos ni el efecto de barrera total de los puertos”, explican los técnicos que han diseñado el plan.

Una especie de viaje en el tiempo: más de medio siglo después de construcciones y urbanismo continuado. Se trata de “reducir los efectos de la erosión, y de proteger frente a inundaciones”. Es decir, montar una playa que aguante los embates desde el mar, empujados y embravecidos por la crisis climática. Pero con una salvedad: no es una solución permanente.

El propio Ministerio admite que aportar arena para ensanchar la playa hasta donde estaba hace más de medio siglo es una solución “efectiva, pero no definitiva si el origen de la erosión no se ataca directamente”. Es decir, es preciso planear y llevar a cabo “medidas para el restablecimiento del transporte de sedimentos en tramos del litoral en erosión o el análisis de yacimientos para aportaciones de sedimentos en zonas con déficit”.  

En el caso de este tramo de 3,4 kilómetros, la aportación de sedimentos se ha visto cortada especialmente por las ampliaciones del puerto de Valencia y la construcción del puerto recreativo del Perelló. “Se ha detectado un retroceso generalizado de la línea de costa a lo largo de todo el frente costero que comprende desde el Puerto de Valencia hasta el cabo de Cullera”, diagnostican los técnicos. En este tramo concreto es de hasta de 20 metros, pero en cada zona de la costa española se reproducen casos similares que han alterado la dinámica de litoral y desprovisto a la costa de la defensa de la playa. Gloria dejó un rastro de destrucción de norte a sur, desde Catalunya a la Región de Murcia. El delta del Ebro, Burriana, El Saler, Bellreguart, Dènia o Los Alcázares fueron puntos que se hicieron tristemente famosos por los destrozos.

Las obras, justifica el Ministerio, tienen que servir para defender la costa y el Parque Natural de l’Albufera. “Son de incalculable valor económico y ecológico”. Y están en peligro.