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“El cura abusaba de nosotros por las noches, continuamente”

F.J.L. tiene 43 años. A finales de los años 80 sufrió abusos sexuales en el seminario de La Bañeza (Astorga, León) a manos del cura José Manuel Ramos Gordon, el hasta hace unos meses párroco de Tábara y condenado por la Iglesia. Esos abusos marcaron su vida. Nadie quiso responder en la Iglesia, sumiéndolos en una completa oscuridad.

Hace ahora dos años y medio, después de la publicación del “caso Romanones”, F.J.L. consiguió hacer llegar su historia al Papa Francisco, quien ordenó al Obispado de Astorga una investigación y una condena. 

Por primera vez, concede una entrevista en la que relata su triple sufrimiento: por los abusos, por el silencio inicial y por lo que considera “un engaño”.

¿Qué sintió al saber que la condena a su abusador era de apenas un año y que, pocos meses después, se le daba un homenaje en su parroquia?

Permítame citarle unas frases de la homilía del Papa Francisco en la capilla de Santa Marta: “La infancia, sabemos todos, es un tesoro”; “Actos que han dejado cicatrices para toda la vida”; o “no hay lugar en el ministerio de la iglesia para aquellos que cometen estos abusos y no toleraré el daño infligido a un menor por parte de nadie”.

¿Dónde quedan esas palabras en su caso?

Creo que las palabras del Santo Padre no han calado en los responsables y jueces de los procesos. ¿Cómo cree que me pude sentir? Burlado. Respecto a los homenajes, sentí rabia e impotencia al ver cómo se encubrían las razones reales de su retiro. ¡Un párroco abusa continuamente de sus alumnos y le premian!

¿Cómo se ha sentido tratado por la diócesis, por los jueces y por el anterior y actual obispo de Astorga?

El trato en la primera entrevista fue cordial y se me explicó cómo había sido el proceso. Yo estaba nervioso: era volver al pasado y revivir la historia de nuevo. El juez (canónico) me comunicó que monseñor Camilo [obispo entonces] no me recibiría por motivos de salud; no sabían cómo iba a actuar al respecto, podría pedirme perdón o por el contrario pedirme explicaciones de por qué hacía esto ahora.

La segunda reunión, con el juez y el notario, fue mucho más fría, me tomaron declaración y su actuación conmigo fue regalarme el oído. En ambas reuniones me comunicaron actuaciones que iban a llevarse a cabo y que no se llegaron a hacer, como abrir un proceso contra aquellos que supieron y no actuaron, o un procedimiento de reparación que tampoco se realizó.

La audiencia posterior con el actual obispo fue de un trato más amable, y de nuevo volví a relatar lo sucedido en el seminario. La cara de monseñor era de asombro. Me ofreció su ayuda en lo que fuera necesario. En la última audiencia, en esta ocasión con monseñor y el juez, se dio por concluido el proceso. En dicha reunión, el juez negaba palabras y comentarios que en anteriores reuniones se me habían comunicado.

Mi indignación es grande, ya que tengo la impresión de que durante todo este proceso realmente no han hecho nada de lo que tanto querían hacer: buscar responsabilidades, reparación, castigo ejemplar... nada.

¿Por qué se decidió a denunciar estos abusos ante el Papa Francisco?

La experiencia me ha demostrado que dar rodeos no sirve para nada, ya se recurrió en el pasado a los responsables de esa época y miraron para otro lado, así que decidí ir al peldaño más alto de la escalera. Su santidad, ya que no confiaba en nadie más.

¿Qué ocurrió en La Bañeza?

Corrompieron continuadamente de la manera más ruin y sucia nuestra infancia, aprovechándose de unos niños que no entendían y que callaban por miedo, satisfaciendo así los instintos más bajos y rastreros de un cura depravado que abusaba de nosotros por las noches, continuamente, y muy poco le importaba verte roto de dolor. Te acostabas e intentabas dormir a la espera de que no te tocase a ti esa noche. Jamás se me irá de la mente el asco y la repugnancia que sentía cuando él abandonaba el dormitorio.

A pesar de recurrir a otros tutores e informarles de lo que estaba ocurriendo, José Manuel permaneció un año más impartiendo clase. Asimismo, durante el proceso canónico supe que el obispo Antonio Briva [obispo de Astorga cuando se produjeron los hechos] se le informó de la situación, y que esto consta en un informe en la diócesis. Aun así, le permitieron seguir allí, exponiendo al resto de los alumnos. Esto me parece imperdonable.

¿Qué pasos pretende dar a partir de ahora?

Todo lo que esté en mi mano. No estoy solo, la unión hace la fuerza, sé que esto no va a terminar aquí. Esto solo ha sido un paso, sé que saldrán a la luz más casos de pederastia y alguien tendrá que hacer algo al respecto.

En ningún momento ha solicitado compensación económica, sino justicia. ¿Qué pediría, si pudiera, para que de algún modo pudiera sentirse reparado?

Que la tolerancia cero sea real, que el castigo a los culpables sea equitativo al delito cometido y que basta ya de falsas promesas. Me consta que en otras partes del mundo a las víctimas se las ha reparado económicamente, incluso en casos prescritos. También a mí, en reiteradas ocasiones, se me comunicó que era deseo de la Iglesia reparar el daño causado, pero esta cuestión jamás se llevó a cabo.

Entiendo que si canónicamente no se ha tenido en cuenta la reparación, es porque no lo han querido. Si moralmente creen y tanto desean “reparar el daño causado”, que lo hagan. Creo que las víctimas deben ser reparadas de todas las formas posibles, después vendrá el perdón. Después de una vida luchando con este sufrimiento, noches sin dormir, condicionándote la vida, y reviviendo todo ese dolor y dar el paso de contar todo este agravio padecido (abusos sexuales continuos, malos tratos, encubrimiento...), no pueden pretender cerrar la herida con un simple perdón. ¿Qué les dice su moral y su conciencia?