Los fraudes bancarios no solo provocan pérdidas monetarias, sino un empeoramiento de la salud mental y física de sus víctimas tan grave, que expertos españoles proponen ahora que se considere un factor de riesgo al mismo nivel que el tabaquismo.
El novedoso reclamo se apoya en las conclusiones del primer gran estudio que se hace en España sobre esta cuestión, y que ha sido presentado en la XXXVI Reunión Científica de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), que concluye hoy en Lisboa.
La muestra se ha circunscrito a la ciudad de Madrid, donde el 11 % de los ciudadanos ha sido víctima de un fraude bancario después de 2006, una cifra elevada pero poco sorprendente para los autores de la investigación, puesto que en España la incidencia de este tipo de fraudes ha sido mayor que en otros países.
“Los fraudes bancarios ocurrieron justo antes de la crisis, fueron la causa de la crisis. En España también ocurrieron como consecuencia de la crisis, porque se buscó liquidez a partir de los ahorradores”, explica a Efe María Victoria Zunzunegui, profesora honoraria de la Escuela Nacional de Sanidad que ha presentado los datos en la capital portuguesa.
A los afectados les han realizado varias preguntas clave, por ejemplo “¿Cómo diría usted que es su salud?”, “¿Dónde siente dolor físico?” y “¿cuántos trastornos crónicos tiene?”, y las respuestas no dejan dudas: las víctimas de fraude tienen peor salud, sienten más dolores relacionados con estrés y presentan más problemas crónicos.
A esto se suman los problemas de salud mental, presentes en el 28,5 % de las víctimas de fraudes bancarios.
Éstos puede ir desde la pérdida de confianza en las personas, falta de empatía con otros y “culpabilización”, hasta situaciones mucho más graves, como “altos grados de riesgo de depresión y de suicidio”.
Todos estos datos hacen necesario profundizar en la investigación presentada en Lisboa, afirma Zunzunegui, quien destaca que la exposición a fraudes bancarios en España como hipotecas abusivas, cláusulas suelo y preferentes, así como consecuencias como los desahucios, “ha sido masiva”.
“Le ocurrió a millones de personas, porque por ejemplo las preferentes se vendieron a tres millones de familias españolas, desde 1998 hasta 2013, que se dejaron de vender. Tenemos también el caso del Banco Popular, donde 200.000 familias perdieron sus ahorros. Estos fraudes bancarios han sido masivos y han afectado a la población en general. Con esta encuesta lo hemos podido comprobar”, apunta.
Ahora, con los datos en la mano, los responsables del estudio piden que estas estafas se consideren “un factor de riesgo” para la población “en la misma medida que se trata hábitos como el tabaquismo o la inactividad física”, porque el problema no va a desaparecer a corto plazo, ni tampoco sus efectos.
Por eso, en Lisboa han pedido que exista reconocimiento de este problema en el Sistema Nacional de Salud “para que se pueda prestar una mejor ayuda psicológica” a los afectados.
Asimismo, han abogado por “una regulación más estricta, con sanciones más elevadas, y una mayor supervisión de la actividad bancaria”.
“No es un problema puntual. Sigue ocurriendo porque los bancos continúan con las políticas, con las actividades fraudulentas. No ha parado la actividad fraudulenta de los bancos, y la supervisión sigue siendo ineficaz”, afirma esta experta.
La Sociedad Española de Epidemiología (SEE) reúne hasta este viernes en Lisboa a más de 700 profesionales que reflexionarán también sobre la inclusión de la diversidad afectivo-sexual y de género en las políticas de salud pública o el impacto de la contaminación en nuestra salud, entre otros temas.