El Gobierno pretende que los parques nacionales sean marcas comerciales
El medio ambiente como reclamo empresarial. El Gobierno asocia cada vez más la protección de los espacios naturales valiosos con su productividad. La nueva ley de Parques Nacionales, que ya viaja hacia el Senado tras ser aprobada en la comisión del Congreso, consagra este principio y adjudica a estos espacios un rol de marca comercial.
Una vez que a las resevas se les adjudica el rol de atractivo económico, el texto legal abre específicamente la posibilidad de que las empresas privadas participen en la financiación de los espacios protegidos. ¿Cómo? Medio Ambiente ha incorporado una cláusula para que estas zonas de máxima protección sirvan como polo atracción empresarial. Así, la Administración General del Estado, de quien depende el dinero que se destina a los parques, “impulsará la colaboración público-privada que permita la incorporación de recursos financieros adicionales a la conservación de los parques nacionales procedentes de la iniciativa privada y del sector empresarial”. Medio Ambiente considera que se conseguirán así “recursos financieros adicionales para la conservación”.
Theo Oberhuber, de Ecologistas en Acción, explica lo que signifca esta frase: “Se trataría de abrir los parques a ser patrocinados por empresas. Desde la señalización de la zona, la construcción de algún centro o, por ejemplo, los vehículos utilizados por los guardas. Una asociación entre el logo de las empresas y la imagen que emite el parque nacional. El mercado también regula la naturaleza”. Según Oberhuber, “vamos camino de tener un Guadarrama-Vodafone, como en la estación de metro de Sol”.
Es un paso más dentro de un planteamiento global del Ejecutivo, y del PP en general, en el que la protección medioambiental requiere argumentos de rentabilidad económica. Ya en diciembre de 2013, Parques Nacionales firmó un convenio con la cadena Decathlon para que las bolsas de las tiendas llevaran mensajes sobre la red.
Francisco Patón, miembro del Patronato del Parque Nacional del Guadarrama y colaborador de Amigos de la Tierra, analiza que es un movimiento difícil porque las empresas deberían, en primer lugar “aceptar y entender que el medio ambiente es una cosa de décadas”. La visibilidad o los impactos de la inversión “quieren comprobarlos en cuatro años y eso no ocurre así. Se notarán en cuatro décadas”.
Un dato evidente: si plantas 1.000 árboles “hasta dentro de 100 años no será un bosque centenario”. “Si no ha salido adelante el mecenazgo en el arte y los museos nacionales tienen muchísimos visitantes y mueven mucho más dinero, no parece probable que las empresas españolas apuesten por el medio ambiente a largo plazo”, remacha.
Además, para conseguir que el capital privado se convierta en mecenas “tendría que haber una desgravación fiscal de ese dinero que invirtieran las empresas”. Patón entiende que este proyecto “deja en manos de las empresas la dinamización de los parques”, de ahí que diversifiquen las vías de entrada para que aprovechen las reservas: “Se multiplica el turismo, se permite la navegación, el vuelo sin motor. El mercantilismo como eje de la gestión”.
El laboratorio de la Sierra de Guadarrama
El ejemplo más claro de esta manera de actuar se está dando en el parque nacional más reciente, el de la Sierra de Guadarrama. La promoción oficial por parte de la la Administración del espacio como atractivo turístico ha disparado la presión sobre el terreno. La propia Comunidad de Madrid subraya la multiplicación de visitantes de la zona desde que se declaró parque y la capacidad para generar negocio.
Sólo en competiciones deportivas, Guadarrama se ha convertido en polideportivo al aire libre a pesar de que sendos documentos del Comité Olímpico Español y la Federación Española de Deportes de Montaña han especificado que “con criterio general se recomienda no organizar eventos en espacios protegidos. Los propios deportistas se autorregulan y luego llegan las administraciones y autorizan a las empresas”, resume Patón.
Si Guadarrama ha sido el último en llegar, Patón cree que la ley en tramitación, “extiende esa fórmula” aunque “el número de visitantes influye mucho. En Madrid hay un mercado gigante”.